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domingo, 16 de noviembre de 2025
José Antonio Sáez: Identidad e intensidad en la poesía de Antonio Gracia
Reinar después de morir
es el que anhelo y el que ya he perdido.
sábado, 15 de noviembre de 2025
4 poemas en "Poesía Española"
RESURRECCIÓN – ANTONIO GRACIA
MOJA BIEDA – ANTONIO GRACIA
LA TÚNICA EN EL VIENTO – ANTONIO GRACIA
Miamada: eres la luz, y siempre has sido
la aurora de mis días, y la carne
y el pan de mi existencia.
Sacio en ti cuanta sed habita al hombre.
Tus labios, porque me amas,
tienen forma de beso.
La savia sexual ha florecido
más allá de nosotros, y su urdimbre
se extiende al infinito.
Oriundo del amor, orfebre tuyo,
te espero en ese prado inextinguible
en donde el horizonte se renueva
como eterna atalaya divisándose.
Llevo tus besos y tu piel conmigo
y te dejo mi amor mientras tú llegas.
Serás conmigo más allá del tiempo
y, más allá del túnel, nos veremos
luz otra vez tú de mis ojos, círculo
de mi sed, herramienta de mi vida.
Pensar en ti llena de lluvia el mundo
y lo inunda de hiedras y diamantes.
Recuerda que te amé, que soy un niño
esperando tu amor para nacer.
Y si no vivo, víveme en tu boca,
resucítame tú, sé mi destino.SOLO EL AMOR – ANTONIO GRACIA
Alguien vendrá algún día y te dirá
que el mundo es un dolor interminable.
Quien no ha sabido amar
siente la vida como un odio oscuro
y donde hay claridad deja tinieblas.
Solo el amor pronuncia profecías.
Solo quien ama sabe que el amor
es el agua, la tierra, el viento, el fuego
de la vida.Bolero del desamor
Y es cierto. Me he alejado de tu vida.
¿Para qué crearme hermosas ilusiones
si sé desde el principio que son falsas
porque tu corazón es inconstante?
Mejor es liberarme de este hechizo
antes de que me enreden tus mentiras.
y tu cuerpo te ayuda en el engaño,
La construcción del poema
La embriaguez de la belleza (La construcción del poema, XX)
Sobre una lírica fantástica (La construcción del poema, XIX)
La construcción del poema (XVII): Hacia la vida
La construcción del poema (XVI): Hacia la luz
La construcción del poema (XV): Hacia el himno
La construcción del poema (XIV): De la consolación por la poesía
La construcción del poema (XII): Identidad de la elegía
La construcción del poema (XI): Idolatría del dolor
La construcción del poema (X): Bajo el signo de Tánatos
La construcción del poema (IX): Devastación de la
belleza
La construcción del poema (VIII): Convergencias
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (VII): Tentativas
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (VI): Bienes mostrencos
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (V): La idoneidad, 2
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (IV): La idoneidad
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (III): El proceso creador
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (II): Inmutabilidades
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (I): Transmutaciones
viernes, 14 de noviembre de 2025
Madrigal con estrellas
III.- (Madrigal con estrellas)
En el espejo donde te miras cada día
guardas las joyas de tus ojos, prendes
el oro en tu cabello más dorado, engarzas
en tus mejillas azucenas, brindas
la boca más frutal de los campos del feudo.
Ese joyero dice
que el amor es belleza y a ella tiende.
Y el trovador te espera con su hechizo
sobre las frondas del dosel del bosque.
El tiempo es un espejo que repite un presente
de un mundo irrepetible.
El amor transfigura la materia
como el dolor transforma su sustancia.
Apiádate de ti, muerde la vida.
Guarda tu corazón en el joyero,
no tu belleza ni su piel trizada
por la piel del amor y la pasión furiosa,
porque tendrás mañana solamente
espejos rotos, carne aleteante
que querrán destruirte la memoria.
Pulsar enlace para leer libro:
Registro bibliográfico
El corazón rusiente de la lírica
Sé que es verdad que todo, al fin, se acaba
y ni siquiera ha de quedar el verbo
que trata de salvar cuanto ha existido.
penetrando en mis ojos, morirá
tragada por la noche, igual de hermosa
que el día que, igualmente, ha de matarla.
En su pugna infinita, sombra y luz
construyen y destruyen la belleza.
Pues tal vez la hermosura de la vida
nace cuando sentimos que la muerte
le concede el fulgor que antes no vimos.
Así este manantial por el que fluyen
las aguas cristalinas va alejándose
de roca en roca hasta llegar al llano,
sin dejar en mi verso su esplendor
ni la nobleza de su mansedumbre;
y así todo transita hacia su fin
y me encamina al mío, aunque yo quiera
quedarme entre los árboles, las fuentes,
la dicha de tu abrazo
y una leve palabra redentora.
19724
jueves, 13 de noviembre de 2025
La templanza
La templanza
Qué hacer cuando, inesperadamente, todo se vuelve contra nosotros y el mundo parece un lugar inhabitable? ¿Despreciar como nos desprecian? ¿Actuar como si la mejor defensa fuera el ataque? ¿Crear mayor violencia respondiendo a la de quien nos hostiga? Solo en tiempo de paz vemos la verdadera dimensión de la guerra y sus estragos, sea entre individuos o entre naciones. Así que cuanto antes desterremos la agresividad, recurramos a la templanza y pacifiquemos los impulsos, antes el corazón dejará libre la conciencia para que su visión sea equilibrada.
Por ejemplo: cuando se nos insulta, tenemos dos opciones: sentirnos insultados -porque nos sabemos culpables- y responder insultando -como un acto reflejo que la imperante ley de la fuerza aplaude en esta sociedad- o detener la compulsión agresiva porque nos sabemos inocentes y porque, en cualquier caso, no hay mayor ofensa para el agresor que la indiferencia. El silencio desarma al que grita, como el gesto pacífico desconcierta al violento. Cuando alguien nos chilla es difícil oírlo, por más que los oídos se estremezcan ante su pataleo: porque, ¿cómo entender a quien defeca por la boca, y de qué manera mágica escuchar la voz de los fantasmas disfrazados de personas? Y aun, si acaso los oyéramos, ¿qué decir?
La sociedad prefiere una mentira convincente a una pobre verdad. Además: la valentía no consiste en luchar contra la necedad, sino en mantenerse al margen de ella, digan lo que digan cuantos nos rodean: ¿no es preferible ser nadie en un mundo en el que ser alguien significa haberse vendido a las estratagemas y las convenciones de la fama o el cotilleo?
El mundo, en general, es bueno; y lo sería más si algunos no se empeñaran en emponzoñarlo. Sumadas de una en una, hay más personas bienintencionadas que malintencionadas: hay quienes tienen como premisa que los otros son honestos, y hay quienes desconfían por principio de los demás: cada uno piensa del otro lo que no quiere reconocer de sí mismo. La ira -cualquier pasión- se alimenta a sí misma si no la atajamos. Algunos dicen de los coléricos que «tienen mucho carácter», cuando en realidad manifiestan muy mal carácter. Lo cierto es que ni el mejor ni el peor son elegidos democráticamente, sino que se constituyen en tales por su espontaneidad o contumacia. Si la prudencia y la templanza fueran pilares de nuestro comportamiento habría menos heridos en esta extraña paz llamada sociedad.
Naturalmente, hay que tener en cuenta las opiniones ajenas -si no son gratuidades con pretensión de dogmas-; pero no hasta el punto de que anulen nuestro criterio -a menos que reconozcamos que sus razones son más razonables que las nuestras. Pero, como «El gran masturbador» daliniano, el contumaz suele ser un onanista de sus convicciones, a pesar de que considere su opinión tan valiosa como la obsesiva y sensibilizadora nota de Chopin en su conocido «Preludio de la gota de agua» (opus 28, nº 15).
En fin: ya nos mostró Cervantes que hay dos formas de afrontar al ofensor amante de calumnias: mientras Avellaneda, queriendo que prevaleciesen su nombre y sinrazón, ultrajaba a Cervantes, este, más noble, inteligente y comedido, repudió todo acceso de cólera y dejó que los gritos del apócrifo se convirtieran en sus propios fiscales.
Y en resolución: ¿Por qué sentirse ofendido por quien tiene como norma la incontinencia verbal, o física, y la utiliza como le conviene? Y, sobre todo: ¿Quién es más dichoso, el que se sabe rodeado de inocentes o el que da por supuesto que vive entre culpables?
miércoles, 12 de noviembre de 2025
Marisol González Felip: Libro de los anhelos.
Libro de los anhelos
Diamantes para la plenitud o la desnudez del espíritu
Marisol González Felip
Lletres valencianes, 1999, XXXIII
En un primer acercamiento a este interesante libro percibimos que nos hallamos ante una voz extraordinariamente transparente, con un oficio poético bien forjado, que es capaz de comunicarnos un microcosmos en el que, desde un principio, nos reconocemos y nos autoubicamos.
Antonio Gracia, en este Libro de los anhelos, nos muestra la experiencia de un yo poético por el que se expresan las huellas borradas de una experiencia repleta de trascendencia, sensualidad y erotismo.
La capacidad metafórica del autor nos impresiona desde un primer instante -nos atrapa deliciosamente-. No hace falta pasar muchas páginas para darnos cuenta de que estamos ante un poeta con mayúsculas.
La vivencia erótica del protagonista constituye una sublimación de su existencia, la respuesta a las incansables preguntas del héroe en su camino, que es la vida, y a veces la pregunta de sí mismo: cuando tu luz me invade y yo te alumbro / el cuévano en tu pubis se dilata / como nueva eclosión del universo. / Inundado por ti siento el latido / del océano, ruedas por mi sangre / y el vendaval de la lujuria estalla.
Los versos de Gracia logran hacernos alcanzar el sentido de lo auténtico, convergen en una realidad cercana al lector o lectora, nos seducen sin respiro a lo largo de los más de cincuenta poemas de que consta el libro. Hay en tus labios bálsamos,/ frutos y laberintos,/ te persigue el océano amoroso, / la lluvia interminable te persigue./ En tus ojos la noche / se llena de caminos. / Mientras gira la luna,/ doblándose en tus senos,/ tu cabello derrama su azabache / sobre mi rostro. / Y el mar emerge su desolación.
La anécdota amorosa sirve a Gracia para expresar los más recónditos interrogantes del ser. El autor se construye con un lenguaje sencillo e inteligible un universo para explicarse. Cada uno de los poemas aparece ante nuestros ojos y nuestro intelecto como un diamante recién extraído de la tierra que brilla con luz propia: me muerdes con tus labios lentamente / y te detienes en mi sexo./ El firmamento, entonces, / se llena de diamantes.
El camino que recorre Antonio Gracia en su texto tiene como meta la identidad: Sobre tu cuerpo escribo con mi cuerpo / el gran poema de la identidad.
Como en la culminación del acto amoroso el poeta se halla a sí mismo al final de los versos. El autor establece logradas analogías entre la vivencia erótica, sensual y amorosa del individuo, y el trasluz de su ser a través de la vivencia poética. Es precisamente por eso por lo que el poemario atrae el interés del lector desde un primer momento. Nada de lo que dice Gracia nos es ajeno: los lagares del ansia calman sus plenitudes, /enrejados fantasmas se desvisten su magia, / y el piafar renovado pone música frágil / en la escultura inquieta que la noche renueva.
El libro de Antonio Gracia es, después de todo, una apuesta valiente por el amor. El amor acompaña la andadura del hombre, que se reconoce fieramente humano a través de las palabras y débilmente fuerte en la experiencia: Amo el temblor rosado de tu boca / y el crepúsculo azul de tu mirada. / Amo la luz carnal que te ilumina / cuando te arrojas como un puma alegre/ sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo./ Amo el sudor de miel que nos lubrica/ y la erosión constante de la piel. / Amo tu desenfreno y mi arrebato/ cuando, tendida, te abres como un libro/ y esplendes como un saurio,/ y cuando giras lúbrica y te ofreces...
Como nos dice el título de la última parte del poemario, es este un libro de búsqueda infinita: Todo lo que yo soy está dormido / en los prados azules de la infancia... A través de la memoria el autor pretende desvelar el inquietante misterio de la vida, comprender lo que se fue y lo que se es, entender cada latido, el gozoso estallido del hombre y la huella fría de la pena: otea la memoria sus orígenes / y al escribir la pluma inventa / lo que fuimos, da fe de la existencia. El ejercicio de escritura que alberga el Libro de los anhelos nos da la clave para interpretar la poesía en su esencia más pura y más trascendental. El verbo del poeta nos cautiva y nos introduce en una travesía cómplice de la propia vida. Las palabras actúan a lo largo del libro como potentes espejos sonoros en los que nos autoreconocemos, y es precisamente la fuerza de esa palabra desnuda la que nos dibuja un horizonte de plenitud que podemos saborear en cada una de las sílabas, una aureola de luz y una fusión del espíritu; el poeta y la palabra se confunden a menudo y nos suenan como una misma cosa, diamante en la desolación.
Asistimos a una verdadera epopeya interior de la que no resultamos indemnes: hay un orgasmo místico en naufragio / y la voz escondida / grita hacia adentro su canción: el cielo / estalla azul sobre los mares íntimos,/ el árbol se cimbrea, las antorchas / irradian mansedumbre, la tristeza/ transustancia sus lágrimas, los pájaros / invaden el instante, la existencia / se llena de quietud.
Después de leer el Libro de los anhelos de Antonio Gracia el lector/a puede presentar signos de una especie de embriaguez sensorial, quizá algo de lo mucho que Violeta Parra quiso decir en su bella canción "Gracias a la vida", acaso una profesión de fe en la escritura, en su vertiente redentora y en su vertiente de anhelo: la vida que, hostigada por la muerte,/ renace en el amor, / esparce esporas por la sangre, liba/ besos enajenados y profundos,/ envía labios hacia el infinito,/ embaraza de luz la eternidad./ La escritura no puede sino ser/ serena plenitud/, un consuelo para el desasosiego/ del hombre.
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martes, 11 de noviembre de 2025
María José Zaragoza Hernández: Antonio Gracia y el poeta maldito
MARÍA JOSÉ ZARAGOZA HERNÁNDEZ



