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lunes, 30 de septiembre de 2024
Casa de muñecas
domingo, 29 de septiembre de 2024
La respuesta
sábado, 28 de septiembre de 2024
Luisa Pastor: Canción detenida a Sharon Tate
AURALARIA
http://auralaria.blogspot.com.es/2015/03/cancion-detenida-sharon-tate-por-luisa_13.html
viernes, 27 de septiembre de 2024
Cine.- Chabrol: El carnicero
Todo el amor del mundo
La vida empieza el día en el que amamos
y muere cuando muere nuestro amor.
Puesto que me has amado un solo día,
un solo día he vivido yo.
En ese breve tiempo he abrazado
todos los sueños de este mundo;
pero también
todas las muertes del dolor.
jueves, 26 de septiembre de 2024
María José Zaragoza Hernández: Antonio Gracia
PRESENTACIÓN de DEVASTACIONES, SUEÑOS
20 de Enero de 2006.
María José Zaragoza Hernández
Han pasado dos años. Fue el 4 de febrero de 2003 cuando el IAC celebraba un acto literario, "La inmensidad", para tratar
En dos años la “inmensidad” del contenido de su obra ha ido creciendo, tanto, que los que admiramos su poesía, creímos que había alcanzado el parnaso de los poetas; sin embargo lo precipitaron o se precipitó por un barranco infinito, cayendo al vacío de la incomprensión, donde reposan los poetas malditos (no me refiero al nombre acuñado por Verlaine), no permitiéndole tan siquiera el derecho a defenderse.
Pero en el universo de la poesía nada nos es nuevo. “¿No es morir el deseo de morir?”- nos dijo en una entrevista- ¿No es vivir el deseo de vivir? –se contestaba a sí mismo 30 años después cuando consiguió germinar una nueva línea poética más sosegada y menos inquietante.
Pero un púgil de la palabra como es Gracia, que pone en el combate el alma del poeta a fin de alcanzar el trofeo de la eternidad, debe estar ya acostumbrado a caer y a levantarse, al bullicio y a los silencios, a la verdad y a la mentira.
Pero para llegar a estas conclusiones, al lector lo hace pasar por su calvario. Como poeta, Gracia es cruel consigo mismo negando la existencia de lo que debería darle paz, la búsqueda de la felicidad. Cito: “Como todas las actividades del hombre, mi escritura tiene como meta el hallazgo del sosiego, eso que algunos llaman felicidad. Pero la felicidad es un territorio que muchos han explorado y sobre el que todos han mentido. Como todos los mitos, es una invención del ansia, una utopía del desconsuelo”.
A veces –como hemos visto- es pesimista, exigente, perfeccionista por naturaleza, incondescendiente con él mismo. Nunca cree haber hallado la palabra exacta para calmar su “ansia poética espiritual”. El verso que lo tenga y contenga todo lo busca en la naturaleza, en la sustancia del ser, en la médula de uno mismo.
Dueño de sus soliloquios, exige respuestas imposibles a las mayéuticas con que cualquier ser humano se enfrenta a la verdad de la vida o la muerte; ese reloj sin agujas que nos da las horas de los días, pero nunca nos dice cuándo llegaremos a tocar la noche y sus tinieblas.
Por eso, la poesía, para
Celos y malos tratos.
Todo ocurre lenta, pero inexorablemente.
Dos personas se conocen, se aman, son felices. Un mal día, una de ellas empieza un proceso de desconfianza, de interrogatorio policial y de acusación que puede resumirse así: “¿Dónde has estado y por qué has estado si no debías estar?”. Hasta que las palabras y el acoso se convierten en golpes para hacer confesar “la verdad”.
¿Por qué una persona que ama a otra llega al extremo de maltratarla? El protagonista de “El túnel”, de Sábato, después de sucesivos acosos sicológicos y sádicos interrogatorios, acaba matando a la única mujer que había amado y le había comprendido. ¿Cómo es posible tan absurdo comportamiento? La respuesta es tan compleja como sencilla en su lógica: porque el celoso es un suicida que mata para salvarse.
Cuando nos sentimos amados nos amamos a nosotros mismos, estamos contentos, nos mueve la alegría; pero esa verdad tiene su reverso: cuando nos creemos ignorados nos despreciamos, nos odiamos, caemos en la melancolía. Y esto le ocurre al celoso: es un “enamorado” al que se le ha enseñado que no sirve para nada, y menos para ser amado; con lo cual en cuanto alguien lo ama lo convierte en su presa, y él pasa a ser un tirano: dominado por sus complejos, necesita dominar a alguien; y, de torturado, se transforma en torturador, en verdugo de quien, porque lo ama, es más débil. Pero llega un momento en el que cree que la persona a la que considera su posesión sentimental lo ignora, lo desprecia: porque el celoso es, sobre todo, un ser al que se le ha castrado la confianza en sí mismo, la autoestima; de modo que, cuando duda de esa posesión y de ese amor, toda su personalidad destartalada se derrumba, dando paso a la inseguridad y a la necesidad de hacer confesar que ha sido traicionado, recurriendo incluso a la violencia síquica y física: maltrata porque cree que ha sido mal tratado: como en el cuadro “Adán y Eva”, de Tintoretto, el celoso siempre ve a su pareja como una manzana que se entrega para ser mordida por otro. Si la amada niega “la verdad”, insiste obsesivamente; y si confiesa su traición, ella es la culpable del fracaso amoroso, lo cual le libera de considerarse indigno de aprecio o amor, y, más aún, de ser un cero a la izquierda en este mundo. Además, se siente legitimado para ser ejecutor del culpable, a quien tiene que destruir, matar, para borrar cualquier prueba de su autodesprecio. Esto nos permite afirmar que, además de la incultura, el machismo y otros factores, son los celos enfermizos la causa definitiva de los malos tratos.
El Otelo de Shakespeare -y la música de Verdi, en la ópera del mismo título, lo subraya- necesita, aunque lo teme, creer que Desdémona es infiel, traidora, culpable, porque peor que ser cornudo es ser inútil. Y mata porque matar al culpable no es para el celoso más que un acto de justicia tan evidente que no precisa del juicio de una sociedad que permitiría, mediante el divorcio, que su fracaso o inutilidad se hicieran públicos. “Si no eres mía, no serás de nadie”, dice el despótico dueño antes de matar; y si se arrepiente o se entrega a la ley, o se suicida -como ocurre en el “Woyzeck” de Bucher-Berg-Herzog- no es porque se considere un delincuente amoroso, sino porque no puede soportar otro sentimiento de culpabilidad más fuerte: el de que matar repugna a la conciencia. Siente su entrega a la ley como una heroicidad y un sacrificio incomprendidos y castigados por los cómplices del desafecto universal.
La maltratada observará -en el capítulo IV de “Almacén de antigüedades, de Dickens-, cómo los malos tratos empiezan por la sumisión síquica y conducen a la total humillación. Y hará bien en alejarse tras el primer acceso de violencia. Porque los celos nada tienen que ver con el amor al otro, sino con la carencia de autoestima, que el celoso manifiesta castigándose y exculpándose en ese otro, por extraño o paradójico que parezca.
Nadie está libre de celos; incluso Aristóteles, tan racionalista, se los hizo sufrir a su esposa Erpiles. Y no hay solución para el celoso extremo: es un presidiario de su constitución sicológica. Solo cabe huir de él para no sufrirlo, y dejarlo en manos de las autoridades médicas.
Aunque hay otro medio mejor de erradicar los celos y los malos tratos: dar afecto al niño para que no imponga que se lo den cuando sea adulto.
miércoles, 25 de septiembre de 2024
Escrito para Oniria
Refugiarse en amores fugaces -amoríos, aventuras- para sobrevivir es una forma de salvarse del tedio en el que se hunde el corazón, pero también de autoengañarse con victorias fáciles para la autoestima. Al fin, un día encuentras un amor nacido de ese exilio del profundo Eros, del desierto de la automoribundia y de la pertinaz o contumaz creencia en la salvación por Amor. Así es el devenir del Hombre. Y eso es lo que pretende compendiar el siguiente texto. La existencia de una amada redentora y panaceica. Una utopía, como todas, distópica; pero que aquí se canta.
martes, 24 de septiembre de 2024
Devastaciones, sueños (J. L. García Martín, María José Zaragoza, A. Gracia)
Un cuadro, alguna música, un poema
No existiría el arte, que brota del dolor
lunes, 23 de septiembre de 2024
Femenino, masculino.
domingo, 22 de septiembre de 2024
Cuando yo quise ser Lope de Vega
sábado, 21 de septiembre de 2024
Conócete leyendo
Field: nocturno nº 1
Conócete leyendo
En el antiguo templo de Delfos figuraba la célebre inscripción “Conócete a ti mismo”, máxima que podemos considerar causa del bienestar o malestar del hombre según sea, o no, cumplida. Porque quien se desconoce difícilmente podrá gobernar su existencia.
Ciertamente, pocas cosas exigen tanta voluntad y observación. Sin embargo, siendo imprescindible saber quiénes somos, cómo somos y de qué manera podríamos mejorarnos para ser más dichosos, tan dificultosa tarea se vuelve más asequible si nos ayudamos de quienes ya dedicaron sus vidas a conocerse -y, por ello, a conocer al ser humano- pulsando sus pasiones, desvelos, desengaños... y legándonos sus descubrimientos.
Basta abrir el libro adecuado para reconocernos y evitar cuanto nos perjudica mientras acrecentamos lo que nos beneficia. Porque un libro es una radiografía íntima o social en la que, quitado lo circunstancial, podemos reconocernos en lo esencial. Lo que la ciencia aún no ha conseguido plasmar, que es el contenido del corazón y la conducta a la que el cerebro lo somete, está en los libros, la pintura, la música. Nuestras obras y palabras nos definen, y, aunque la propia mirada siempre es subjetiva, mucho nos enseñan si atendemos a ellas con sinceridad. Pero podemos completar y autentificar nuestro retrato mirando en el espejo de las artes. Pues si nos identificamos, parcial o totalmente, con personajes cinematográficos, ¿cuánto más lo haremos con aquellos que se pormenorizan en un libro? Llegaríamos, así, a desenmascararnos hasta quedarnos con el propio rostro, ese que solo aparece cuando estamos solos y que luego ocultamos por inseguridad o estrategia interesada. Claro está que primero debemos estar dispuestos a admitir que podemos mejorar, lo que implica aceptar que tenemos defectos: y esto último pocos lo admiten. El lector hará bien, para empezar, en aprender a enfrentarse a sí mismo sin miedos, jactancias ni culpas, porque somos inocentes de lo que la sociedad -padres, vecinos, calle, televisión, iglesia, educación- ha hecho de nosotros hasta que decidimos tomar las riendas de nuestras propias vidas. Y para ello, nada mejor que una selección de los “Ensayos” de Montaigne, en los que el autor habla de sí mismo con amenidad y sin reparos.
Quien crea que la lectura es innecesaria, lea la ficción de Bradbury “Farenheit 451” y conocerá dónde quedan los derechos del hombre si desaparecen los libros. Por el contrario, el poder seductor de la palabra se hace evidente en “Cyrano de Beryerac”, de Rostand. Quien se mantenga íntegro acuda a “Soy leyenda”, de Matheson, para comprender por qué el mundo llama anormalidad a su integridad. Aquel que desee contagiarse de una percepción vitalista de la existencia acójase a los “Ensayos” de Emerson. La feminista malcasada hará bien en analizar la heroica -y egoísta- decisión final de “Casa de Muñecas”, de Ibsen, y compararla con la crisis de “La señorita Julia”, de Strindberg, y con el altruismo sentimental de “Jane Eyre”, de C. Bronte. La maltratada observará su horror reflejado en “Almacén de antigüedades, de Dickens (especialmente, en el capítulo IV). Póngase a prueba el creyente adentrándose en la “Vida de Jesús”, de Renán. Mucho aprenderemos sobre nuestros idealismos sociales, y sus derrumbamientos, con “La madre”, de Gorki, y “1984”, de Orwell, así como con su popular “Rebelión en la granja”. Controle sus celos el celoso advertido por el “Otelo” de Shakespeare y por el protagonista de “El túnel”, de Sábato...
Pero no sólo sirven lo libros para conocernos, sino que nos previenen sobre las personas que se parecen a sus personajes, para esquivarlas o ayudarlas. Miremos la caricatura del avaro en el mismo título de Moliére, su rostro en “Eugenia Grandet”, de Balzac, y su castigo en “El mercader de Venecia” chespiriano. Observe sus miserias el ludópata en “El jugador”, de Dostoieski, o en la autojustificación que se da en el ya mencionado “Almacén de antigüedades” (cap XXX). El trepador social de guante blanco delata sus sutilezas en “Bel Ami”, de Maupassant, o “Rojo y negro”, de Stendhal. Para reconocer al político bastará mirar el cuadro de Chirico “El político melancólico”. Quien considere que la violencia es un remedio, vea los respectivos cuadros de Rousseau y Chagall titulados “La guerra”, y repase el Guernica, de Picasso -cosa que olvidó hacer la satanísima trinidad mortalizada en la foto de las Azores-. Pero el que quiera poner música a la paz, tanto en su corazón como en el mundo, sosiegue su espíritu escuchando, por ejemplo, las “Canciones sin palabras”, de Mendelsohn, o la “Música callada” de Mompou.
Hay tantas páginas, partituras y lienzos como matices de cuantas emociones puedan concebirse; porque no en vano somos herederos de una humanidad generosa, preocupada por sí misma y por sus descendientes. La humanidad ha sido autodidacta; pero ha sabido dejar un maestro para cada hombre. ¿Y quién rechazaría la herencia más fructífera?
viernes, 20 de septiembre de 2024
Antonio Gracia - Indicios en la noche - Manuela García
Indicios en la noche
Cuando la noche cae
sobre los corazones
y la ciudad se duerme
en una extraña calma,
siento que el infinito
se derrama en silencio
por calles y veredas,
y los árboles arden
en solitarios éxtasis;
el fuego de la noche
brilla entre las tinieblas
como un cíclope airado
que de pronto encontrase
la paz en sus cenizas;
bajo el himno del cosmos
la claridad inunda
las almas, y las cosas
transfiguran su efigie
hasta encontrar el rostro
de la diafanidad;
el tiempo se detiene
igual que un arcoiris
coronando las sombras
fulgentes; vuela un pájaro
de luz y entra en los ojos
una clarividencia
que vence los misterios.
Así penetra el alma
en la revelación
y cuanto ve conoce
su nombre y su figura
porque el mundo regresa
al alba, al primer día
de la creación.
El fantasma de lo que pudo ser.
jueves, 19 de septiembre de 2024
Miguel Hernández: La construcción de un destello
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Antonio Gracia analiza minuciosa y críticamente el poema que el vate oriolano dedicara famosamente a su amigo muerto Ramón Sijé
escribe en enero de 1936. Obsérvese en el párrafo (más allá de que sean expresiones cotidianas de esas circunstancias) “besar su frente”, paralelo a “besarte la noble calavera”, y “disputaban”, contiguo a “disputarán tu novia y las abejas” de la “Elegía” (*).
Persisten -fundidos, confundidos, refundidos- los segmentos temáticos del “amor cortés” y de la tradición elegíaca: la pérdida del ser amado y su dolor gemelo o inherente; el cultivo histérico del llanto como consecuencia y patentización del sufrimiento; la ira ante la injusticia de la muerte, conclusión de una vida -la del amado- y causa de la pena de uno de los amantes, puesto que el otro, al prosopopeyizarse como Muerte raptora e “intrépida” del beso definitivo, y siendo posesora absoluta, por “enamorada”, del amado, resulta ser artífice causal de todo el embeleco; el diálogo soliloquial con el difunto; el desamordazamiento, es decir, la pretensión de su resurrección; la ternura en la que deviene la cólera inicial ...
y la conversación sobre tantos asuntos aún callados -incluso a través y a costa de la propia muerte y enterramiento:
Y antes, Cadalso había propuesto el desentumbamiento de la amada en su “Noches lúgubres”. Incluso el Hamlet tropezador del entierro de Ofelia y conversador con la calavera del bufón, episodio recreado por Valle-Inclán en “Luces de bohemia”, tiene el sabor del anticipo y de la profecía. Esta plática del amigo con el amigo muerto está definida, asimismo, en el “Romance de la muerte de Durandarte”:
El amigo junto a la tumba, hortelano con sus lágrimas, riega a Sijé desde Garcilaso: Yo hago con mis ojos,/ crecer, lloviendo, el fruto miserable (Égloga I), Aquí veréis mi muerte / regando con mis ojos este llano (Elegía I), O convertido en agua aquí llorando (Soneto XII); y desde Quevedo: Los que ciego me ven de haber llorado/ admiran de que en fuentes dividido/ o en lluvias, ya no corra derramado. En el inconformismo ante la pérdida es donde Hernández se desgaja de la tradición y aporta la originalidad, o la insistencia, de la “resurrección”, aunque Garcilaso también hubiese dicho Ondas, tornadme ya mi dulce hermano, en la "Elegía I". Pero obsérvese la proximidad -casi identificación- de estos versos del soneto “Anhelos”, de Francisco Rodríguez Marín:
(***) Tales reverberaciones no descalifican a Hernández, sino que lo califican como buen discípulo camino de convertirse en buen maestro. Conoce la tradición y se la apropia como sustrato para continuarla.