Recuerdo aquella lluvia rodando por tus pómulos
hasta mojar tus labios como un beso furtivo
que siempre me negabas -¡oh carne del pasado!-,
dejándome las ansias del deseo.
Han pasado los años y apareces
cargada con el fardo de tu vida
sin mí, pero contigo.
Yo quisiera, como a una tierra fértil,
roturarte y sembrarte, ser tu arado febril
hasta encontrar el légamo del tiempo
y renacer en él como una espiga mágica
semillando un futuro en el que tú no fueras
solamente el fantasma de lo que pudo ser.
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