Muchos actores (Charles Laughton, Marlon Brando, John Wayne, Paul Newman, Robert Redford, Clint Eastwood... ) han probado fortuna convirtiéndose en directores y realizando no pocas buenas películas (La noche del cazador, El rostro impenetrable, Mistic River...). Siendo así, ¿por qué no lo iba a intentar la mujer, y antes que ellos? Eso hace Ida Lupino con la olvidada El bígamo.
- Porque hablar es comunicarse, decirse mutuamente, saber del otro, comprenderse... Y tú no sabes oír: en cuanto escuchas algo con lo que estás en desacuerdo pasas de la conversación a la disputa, interrumpes, pierdes los estribos... y eso me hace perder los míos. Siempre he perseguido la serenidad y tienes la insensata virtud de no admitir que tal vez te equivocas; sigues manteniendo el error, entras en una espiral ciega y sorda de autodefensas, acusaciones y excusas, como un ametrallamiento de farfullaciones que solo tiene fin cuando me callo y me voy. Eso no impide que me esfuerce por seguir queriéndote -igual que tú te esforzarás por soportar mis errores-, pero dificulta en exceso la convivencia. Y te lo escribo, como ahora, para que lo pienses con calma. Pero no tienes calma para pensar... y sí mucho miedo por si fuera cierto algo de lo que te digo... En resumen: eres una admirable rosa que se convierte, de pronto, y con demasiada frecuencia, en una espina. Seguro estoy de que debes sufrir mucho porque todo nace de tu inseguridad y la ansiedad que te genera: pero no es causa eximente: deberías evitarlo. Admitir el miedo es empezar a vencer la cobardía de escondernos. ¿Por qué defender un yo tal vez frágil y erróneo en vez de fortalecerlo y mejorarlo? Cuando aprendas a hablar contigo mismo -y admitir lo que te dices y no quieres oírte- podrás hablar con todos. Pero lo peor es que cualquier día morirás tú o moriré yo, y quien quede se repetirá, nostálgico de lo que no fue: ¿Tan difícil era no hablar más que para ennoblecer el silencio?
En el mundo nunca pasa nada porque siempre pasa lo mismo: - El rico manda en el pobre. - El poderoso crea esclavos (mejor dicho: los que se sienten esclavos crean dictadores). - El machismo se disfraza de feminismo. - Muchos mueren de hambre y unos pocos de hartazgo. - El que comete un delito no es castigado suficientemente. - La impunidad ha vencido a la justicia. - La mirada chovinista impide ver que somos un pueblo universal. - La culpa de todo cuanto pasa siempre la tiene el otro...
Agítense esos y otros ingredientes, cámbiense los nombres... y mañana es el mismo día que hoy. El único que puede cambiar algo eres tú -yo, aquel-: pero estás demasiado ocupado en esperar que lo cambie el otro.
Cervantes acababa de despertarse de una siesta durante la cual soñó con unos molinos que se le venían encima, y andaba preguntándose cómo incorporar la pesadilla a su próximo capítulo.
Sonó el inmóvil y lo cogiólo; y érasele el Chéspir:
- "Oye, que lo del ser o no ser que me aconsejaste no encaja bien ni en Romeo ni en Julieta".
Cervantes le contestóle que en inglés isabelino encajaba todo, y que se buscase una tragedia trágica y ya vería como sí.
- "¿Y lo de la Dulcinea cómo lo llevas? ¿Va a salir por fin en algún capitulillo o estará siempre de cuerpo ausente? Dímelo (le díjole telefonariamente) porque si no la trifulco yo en alguna escena escalofriante".
- "Tú plágiate a ti mismo que tralarí que te vi y etcétera".
En esto que llegó el Rajoy a defender su tesis doctoral ante los catetos de la hipotenusa congresística; y balbuceó homéricamente:
- "Aunque no estoy ausente, me gusto cuando callo"...
Por fortuna, aquí se acaba el manuscrito encontrado en Zaragoza.
- Yo te recomiendo, porque he cometido los mismos errores, que seas fiel a tu compromiso.
- Es que no puedo evitarlo. Veo un cuerpo alegre y una mirada mágica y mi voluntad se esfuma.
- Después de muchos cuerpos y muchas miradas te quedarás sin nadie que te mire y con solo el espejo hablando de tu soledad.
- Tienes razón; pero ese impulso es más fuerte que yo. No es solo lujuria: también es fascinación, descubrimiento de otro paraíso. - Insisto: si no puedes ser fiel intenta hacer comprender que no puedes ofrecer exclusividad. - No lo admitiría, y estaré confesando mi engaño antes de cometerlo. O, en todo caso, me pedirá hacer lo mismo...
- Y eso ya no te parece tan bien... - Reconozco que no ... que prefiero... que, en fin... - Ya... Entonces, aunque al final siempre nos descubren, debes llevar mucho cuidado. Si no te da tiempo a lavar las sábanas, compra otras idénticas para sustituirlas. Y procura que todos esos cuerpos tengan el cabello similar: que sean todos rubios o todos morenos, y con un corte de pelo semejante. Un solo cabello de distinta longitud puede delatarte. Coloca siempre sobre la mesa 5 ó 6 copas para que, en cualquier caso, puedas decir que has recibido a un grupo, no a una sola persona...
- Pero y la culpa, ¿cómo la escondo?
- Imposible esconderla... Por eso ten en cuenta lo más importante: no confieses nunca tu infidelidad: descansará tu conciencia, pero perderás definitivamente a quien engañas. Puede perdonarse la causa de la sospecha; la humillación del hecho, jamás.
la mansedumbre rosa del crepúsculo y yo llego hasta ti disuelto en sombras. Una gaviota vuela por tus ojos cuando miras la luna atardecida, mientras tus pechos brincan en la noche y tus caderas son olas rusientes bajo los fieros astros encendidos La lluvia llena el ancho mar del mundo y géiseres de amor nacen del caos. En ese instante de alta transparencia, como dos saurios ebrios de armonía, leo en tu cuerpo mi mejor poema.
En demasiadas ocasiones suele asimilarse la locura a la genialidad. Así es si pensamos fugazmente en Schumann, Holderlin o Van Gogh, por citar solo tres. Sin embargo, no son sino excepciones a la regla, como demuestran Bach, Beethoven, Wagner, Homero, Dante, Cervantes, Velázquez, Renbrant, prodigios del equilibrio.
De modo que hay que acudir a otro criterio que explique el porqué de esa dilogía genialidad-locura y apuntar que tal vez esta esté más cerca de la lucidez y sus empeños en comprender las premisas de un mundo incomprensible.
Cualquier humano sueña con un paraíso, pero no todos pretenden conseguirlo. Y esa es la diferencia: que algunos humanos se obstinan en introducir el océano en una vasija, el inmensurable sinsentido de la vida en su mente y su necesidad de darle sentido a cuanto existe. De cuerdos es soñar y saber que los sueños son inconseguibles -y que por eso siguen siendo sueños-. La historia está llena de utopías y distopías urdidas por lúcidos artífices que tal vez se liberaron con ellas, al urdirlas, de la amenaza de las disfunciones de sus mentes. Otros igualmente lúcidos fracasaron en su obstinación de conseguir y sucumbieron ante el enervamiento de su obstinación. Es como si Dios, al contemplar el fracaso de su Edén, se hubiera suicidado en vez de dedicarse tranquilamente a contemplar el devenir de su fracaso.
Ver más allá de donde todos ven para hacer visible lo invisible -para sí mismo y los demás- es un mérito, no un demérito. Y por eso tales visionarios son elevados a la categoría de genios, creadores, artistas...
Lo que ocurre es que a veces la propia creación, o su intento, pesa más que las fuerzas del creador: y lo derriban. Pero ahí quedan sus obras y sus tentativas como consecuciones o puntos de partida para otros lúcidos geniales cuyas mentes no pudieron -no podrán- soportar la visión de la luz.
696.- El mejor profesor es el que enseña que los límites del mundo están allí donde empieza la ignorancia, que el saber es el mejor equipaje para el viaje de la vida, y que el libro es la única arma pacífica en la conquista de la felicidad.
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697.- La inteligencia es una enfermedad ya erradicada. ***
698.- Si yo gozara de alguna inteligencia, diría que no me parece muy inteligente utilizar la inteligencia para decir necedades.
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699.- La esclavitud empieza cuando, autoafirmándonos, afirmamos que somos absolutamente libres. Eso nos estupidiza porque nos convierte en libertinos. ***
700.- La ignorancia consiste en creer que somos sabios y que nuestra sabiduría es autosuficiente.
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701.- Pocas cosas hay tan próximas a los otros como el propio yo esencial.
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702.- El sabio sabe que casi todo lo ignora, y el necio cree que todo lo sabe.
*** 703.- Mañana es siempre tarde. ***
704.- Ningún genio conoce la verdadera dimensión de su genialidad. Si es doloroso reconocer nuestro escaso techo intelectual, de necios es no admitir nuestras limitaciones. *** 705.- ¿Tan larga es la vida como para que el temor de vivir impida vivirla? ***
Demasiados hombres creen ser o haber sido donjuanes. Pocas mujeres confiesan ser su trasunto femenino. Pero existen tantas seductoras como seductores. En realidad, Don Juan es la Beatriz de Dante vista por la mujer machista: la posesión del Amor interpretada como la utopía de ser poseída -y poseer en ese instante- por el Amante.
En cualquier caso, sería necio aceptar la descalificación que se hace de Don Juan considerándolo un inepto, un superficial, pues supondría admitir que más de la mitad del género humano -las mujeres y, en el caso de las doñajuanas, los hombres- se enamora de lo intrascendente, lo liviano. Algo hay en el símbolo “Don Juan” que atrae más allá de la común atracción: el misterio, el enigma, la oscuridad que preludia transparencia.
Y, no obstante, es curioso observar que el donjuán (el seductor, la seductora) jamás es genialmente inteligente: porque la genialidad y la artisticidad producen miedo, cohíben, empequeñecen mientras deslumbran; y a la larga el deslumbramiento se llena de temor, y huye la deslumbrada y empequeñecida, pues ve, cada vez más, más evidente su pequeñez frente a la estatura mental de un ser de tal calibre.
Y al revés: no es extraño que un alto índice de artistas haya sido sujeto y objeto de numerosos amoríos, precisamente por el deslumbramiento que la personalidad del creador ocasiona, y, paradójicamente, porque al huir las enamoradas de su extraño e hipnótico mundo se ven impelidos hacia nuevas amantes. La misma singularidad de su vida íntima imposibilita al creador para vivir una vida común. Por eso Don Juan siempre es “el otro”: el que pretende ser mientras asume su fracaso.
Fueron tiempos de diluvio interior. Entré, junto a otros aprendices de la pluma -de la revista Tabala-, en Santa María. El calor era asfixiante. Del techo descendió una música que caracoleaba en la estancia. "La fe y el ludismo mueven muchedumbres", pensé. Y allí el estruendo y la magia.
Dicen muchos que gozamos de un inmejorable presente literario -sobre todo lírico-. Yo miro a todas partes y no veo en qué se fundamentan. No digo que no sea así; y si lo dijera sería -naturalmente- solo una opinión. Lo que afirmo es que Garcilaso vale más que todo el 27; Quevedo mucho más que el 98; a Góngora no lo superan las vanguardias. ¿Quién de los del Cincuenta se hombrea con Lope? ¿Qué “novísimo” es más nuevo que un poeta menor del Siglo de Oro? ¿Y quién de la “experiencia” tiene más que Manrique? ¿Alguien sabe de alguna novela española actual superior siquiera a las Ejemplares? ¿Qué teatro pudiera competir con Calderón? ¿Quién hay actualmente más nuevo que Shakespeare, Cervantes o Petrarca? Solo de Shakespeare puede decirse sin error que nada nos sobra de cuanto nos legó. Incluso, aunque el porcentaje de lectores nada asegura, ¿quién suma hoy más que alguno de los mencionados?
Hoy vivimos menos de realidades literarias recién nacidas que de auténticas mitologías. Es fácil equivocarse cuando la necesidad de encontrar lleva a confundir lo hallado con el verdadero hallazgo. Ocurre con demasiada frecuencia que quien desea estar al día deja de estar en su tiempo. Y así, el afán por conocer y airear lo coyuntural y novedoso ciega para ver lo nuevo por trascendido desde la tradición. Es la erudición de lo banal tratando de suplantar la cultura. Esta necesita de aquella, pero aquella pocas veces llega a esta si no olvida que es un simple testimoniazgo. Y lo peor de todo es que la escritura, cada vez más, es solo literatura.
Dícenme, finalmente, que no me gusta ningún poeta vivo. ¿Pues en verdad, además de ser mentira, hay hoy alguno más vivo que los mencionados?
Siempre fui un mal estudiante. Ansioso de saber y ajeno a cualquier obediencia. El día anterior al examen, por la noche, solía colocarme ante el libro de texto y fotografiar cada página con un flax de los ojos; durante el ejercicio me ensimismaba en un viaje interior y buscaba con el escáner de la mente el lugar del libro donde estaba la respuesta. Era una buena “chuleta”, e invisible. Siempre me decía cínicamente a mí mismo, para justificar el hastío -que otros llamarían vagancia-, que ningún mérito tenía aprobar estudiando. Además: en lugar de perder el tiempo con aquel material huero que de poco servía, me dedicaba a leer la fuente del saber: libros y libros, y más libros.
El método daba tan buen resultado que seguí practicándolo en el palacio de Anaya salmantino: cuando me cansaba de molestar a mis compañeros, bromeándoles sin gracia en la biblioteca, empezaba la sesión fotográfica. Seguí dedicando mis días a luchar contra mis demonios y a leer las obras sobre las que los manuales teorizaban. Si algo aprendí en la Universidad fue que si quieres aprender algo tienes que aprenderlo por ti mismo.
Ahora creo que lo voy olvidando todo lentamente. La vida, como la memoria, es también un fraude. Solo por ser pasado se convierten en nostalgia las cosas. Y hay tantas convertidas en recuerdos que si no olvidásemos nos convertiríamos en galaxias que acabarían estallando. De modo que es como si la muerte, generosa, quisiera mitigar con el olvido el sufrimiento de la despedida.
¡Cuántos dejan para mañana lo que es mejor hacer hoy, y, sin embargo, mañana es siempre tarde! Ya lo escribió Lope de Vega: "Tanto mañana y nunca mañanamos". O sea: lo contrario del Carpe Diem. ¿Por qué Ana y Pedro retrasan tanto su mutua entrega sino porque esperan que sea el otro quien dé el primer paso? ¿Tan larga es la vida como para que el temor de vivir impida vivirla?
De media, diariamente en España… Se da de alta una nueva editorial. Se registran 287 nuevos títulos, 57 de ellos digitales (ebooks). Se producen unos 785.000 ejemplares. Se venden más de 547.000. Se facturan 7,6 millones de euros por libros en el mercado interior. 70 mil libros se publican anualmente en España. Estadística libros
Lo diré afablemente: confieso que mi sensibilidad no alcanza a sentir como poesía la mayor parte de la que, como tal, se publica. Abro un libro y me digo: ¿Pero qué es esto? Abro otro libro: ¿Qué es aquesto, vive Dios? Tropiezo con palabras, no con hombres y mujeres cuyo sintiente corazón pensante ha sido domeñado por la sensata razón del equilibrio.
Hay poetas -y otras faunas de otras artes- que se atreven no solo a publicar sus libros, sino a ostentar su nombre en ellos; deben de ser masoquistas, puesto que se ofrendan públicamente al escarnio; o doctos en ignorancia; o hijos del malentendido “lo importante es participar”... No diré sus nombres para no darles gusto o disgusto. Me los callo para no publicitarlos, que es la razón de su existencia: se esfuerzan en ser conocidos, no merecedores de reconocimiento; anhelan ser famosos, no respetados; persiguen el aplauso, no el prestigio. Hacen de la pluma su mentidero en vez de su carné de identidad más responsable.
También en arte, como en todo, el factor común de la humanidad es la mediocridad: esta es su icono, aunque nadie se dé por aludido; y cuanto más epidérmico y superfluo es lo que se dice, más se esboza el retrato de la muchedumbre.
Y lo malo no es que cada uno disfrute su minuto de infame famamundia: lo peor es que esos mismos encumbrados por las mayorías postergan a los que defienden su minoría de uno frente a la alienación globalitaria.
Lo diré una vez más: en Arte no hay democracia, sino individuo.
Equis y Zeta, sin proponérselo, han establecido un pacto con el que los dos ganan y ninguno pierde: sacian sus mutuas necesidades afectivas, carnales y convivenciales; luego regresan a sus vidas separadas.
Un día, Equis propone encontrarse más a menudo, entrar de vez en cuando el uno en la vida del otro, relacionarse con mayor frecuencia... Pero Zeta considera que, para mantenerse juntos en el tiempo, es mejor darse cada uno lo mejor -y quedarse con deseos de prolongar la convivencia- que pasar muchas horas, o días, el uno con el otro y dar pie a que la rutina los aleje.
Ante la razonada negativa, Equis no comprende que es una estrategia de Zeta para mantener la relación a lo largo del tiempo: que Equis es un manjar que Zeta quiere comerse poco a poco para no hartarse.
Equis insiste una y otra vez, pasando del ofrecimiento a la imposición -que Zeta no acepta porque también desea ser un manjar devorado poco a poco-. Se dicen Zeta y Equis: - Te agradezco el regalo que quieres hacerme de tu constante compañía. Ya llegará -o no- el momento idóneo. - O sea: que me desprecias. ¡Pues no quiero verte más! - Eso es un error. Estás tratando de imponerme un criterio en vez de que lo acordemos ambos. Ya has desaparecido otras veces. Pero si estás mejor sin mí que conmigo, eliges bien, aunque actúas mal. ¿Cómo confiar en tu inestabilidad? Y así queda la historia: ¿provocará el amor propio herido y rencoroso una decisión letal, vengativa e irresponsable en Equis, ya con experiencia en ocultamientos, y desaparecerá definitivamente? Zeta sabe que, por no aceptar una parte del tiempo y del manjar -que, bien condimentados, irían despertando el anhelo del todo-, Equis, contumaz, perderá la parte y el todo, y se los hará perder. Por eso, desgolgotadamente, y tristemente, empieza a garabatear: ¿Qué le diré a mis besos cuando no pueda dártelos...? ¿En qué otra boca encontraré los tuyos...?... ...
¿Qué sería de mí si no hubieras llegado hasta mi vida? En este mundo en el que todos huyen en busca de otro mundo, florece más el odio que el amor. No se cumplen los sueños, o se acaban, olvidando que el sueño más hermoso es el de transformar la realidad en un hermoso sueño. ¿Qué sería de mí sin tu sonrisa, tu corazón sintiente y tu lujuria, que hace estallar el día cada día? Cada vez que te beso olvido el desamor que hay en el mundo. ¿Qué sería de mí si no existieras?
Te despiertas con un sabor amargo entre los labios del alma: ayer no fue un día esplendoroso, sino atormentado. No pasó nada terrible, pero sí llegó el eco, como todos los días, del "Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé..." del penurioso César Vallejo. Y suena el becqueriano "Hoy como ayer, mañana como hoy, y siempre igual...".
Y qué hacer hoy, ante semejante perspectiva, sino volver a recibir el oleaje de la melancolía, del sinsentido de levantarte para hacerte preguntas sin respuesta que derriban tu afán de luchar para sobrevivir. Qué hacer, si no puedes salvarte, si no puedes salvar el mundo del desbocamiento hacia el abismo. Qué hacer sin tener una razón para seguir viviendo.
Miras hacia todos los lados de la vida y de la muerte; y de pronto lo ves con claridad, aunque por un instante: sí puedes hacer algo para salvar el mundo: concentra en un anhelo todo cuanto deseas para la humanidad y haz algo por una sola persona, sonríele, dale la esperanza que tú no tienes, muéstrate ante ella como si la tuvieras, dale la mano, conviértela en tu obra buena, en tu razón para seguir viviendo... Al final esa sonrisa solidariamente fingida acabará transformándote a ti, será tuya realmente, le dará un sentido a tu existencia porque has apostado por la esperanza en vez de cultivar la desesperación.
¿No es eso lo que predica Voltaire, al final del Cándido, cuando habla de cultivar el jardín propio? ¿No quería decir que el polen de las flores va de un jardín a otro y perfuma el mundo? ¿No hacía lo mismo Unamuno en su nivola sobre el bueno de don Manuel?
Vuelve a mirar el mundo: eso es lo que hicieron Buda, Confucio, Jesucristo... Aunque el menestoroso y apiadado Cervantes crease a Don Quijote para demostrar que el mundo no tiene solución.