De súbito, un fogonazo compulsivo telegrafía en la mente del
autoruna sensación que quiere convertirse en
pensamiento lírico para conservar su identidad de esencia humana y, una vez tallada
esta en palabras, traducirse en similar pensamiento, sensación y lirismo
de aquel que ha de leerla. Este es el proceso:
sensación > verbalización >
sensación
Es decir:
autor > texto > lector
Por ejemplo:
sentir tristeza>convertirla
en palabra>producir tristeza
Lo que equivale a que un poema provoca tristeza porque su
autor fue capaz de transformarla en palabra inductora de la misma.
Y tal poder ronda la magia: eso que es sencillamente
inteligencia sensible yestrategia dictiva. Porque para que se produzca el
trasiego de un sentimiento su lenguaje debe ajustarse a lo sustancial, a fin de
que lo anecdótico no lo interfiera: hallar la palabra sabia que contiene todo
el poder de transmutación y elude todo obstáculo transfigurativo: que el autor
se reencarne en el lector.
2.-
Hecha la anterior prolijidad, veamos:
Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé...
¿Quién no siente como propio semejante verso? Para ello este ha debido
acumular esas y no otras palabras, eliminado las que podían sustraer la
exactitud del sentimiento universal, no incurrir en tópicos, excelencias gratuitas,
ritmos inapropiados, excesos lacrimógenos, acechantes frivolidades...
Algo
similar ocurre en
¡Cuánto penar para morirse uno!
TantoVallejocomoHernándezle han dicho a su pluma que,
aunque escriban sentenciosamente, lo hagan con tanta claridad como en el
Refranero: todo lector lo siente y entiende porque su contenido es universal y
su expresión no es coyuntural.
Sin embargo, la dolencia de vivir mientras llega la muerte
puede convertirse en expresión ridícula:
Las hijas de las madres que amé tanto
me besan hoy como se besa a un santo.
¿Por qué tal despropósito
sino porqueCampoamorprefiere escribir un pareado
patriarcal en vez de construir una categoría del sufrimiento humano? En vez de
hablar de la crujiente temporalidad nos habla de su percepción de la
senectud, que le hace provecto para el amorío.
En cambio, he aquí un canto funeral y solidario -también de Vallejo- que, despojándose de cualquier "poesía social" y sus consignas, sensibiliza todas las conciencias:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: 'No mueras, ¡te amo tanto!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
'¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: '¡Quédate hermano!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorpórose lentamente,
abrazó al primer hombre, echóse a andar... (*)
3.-
¿Qué dice un poema y qué quería decir con él su autor? ¿Nos
importa, nos interesa, nos abre una ventana diferente sobre nosotros mismos o
sobre los demás...?¿Está bien construido, se sobrepondrá a las modas, tendencias, escuelas,
años, décadas...?En fin: ¿Qué hace que
una obra resulte imprescindible y vigente?
Difíciles respuestas para tales preguntas. Sin embargo, no
tan inescrutables si nos preguntamos el porqué de la vigencia de algunos poemas
que perduran tras los siglos. ¿Por qué siguen, señeros, Hamlet,La GiocondayLa
NovenadeBeethoven?
Adelanto una
respuesta: porque atañen a lo medular del ser humano y este los siente como un
pálpito propio: porque quien lee se identifica con el que escribió. Y este
escribió sobre inmutabilidades.
A la luz de la aventura humana (Plauto: homo homini lupus), cuya contumacia confirman los últimos días, no sé si debería revisarse aquello de Aristóteles de que el hombre es un animal político, considerando sus propias leyes del silogismo, hasta llegar a este:
a) el hombre es un animal político; b) todos los políticos son hombres; c) luego todos los políticos son animales.
O bien, este otro más liberal: a) el hombre es un animal político; b) todos los animales políticos son hombres; c) luego el caos social lo provocan los hombres, sean estos animales o políticos.
Hay otras variantes, igualmente confusas y espurias. Todas acaban de mala manera: El hombre es un animal racional empeñado en ser solo animal.
De lo que no tengo duda es de que el primer deber de cada uno -ciudadanos, políticos- es el de cumplir los propios deberes, única premisa que garantiza los derechos ajenos y propios; y que no hay ninguna connotación dictatorial ni libérrima en las palabras responsabilidad, ley y sanción.
Ningún sistema de convivencia se ha ideado que no conlleve el sacrificio personal a cambio de un supuesto, e impuesto, beneficioso bien común, opresor de todo aquel que grita «dejadme ser yo».
La búsqueda del bienestar social implica restringir el individual.
Ahora bien: Exiliados los dictadores, ¿cómo no aceptar el designio de la multitud, que elige en las urnas una manera de vivir y convivir?
¿Y cómo olvidar que en una democracia el fracaso de los gobernantes es el de los electores? ¿Cómo soportar el incumplimiento de las leyes, la depravación de los dueños del poder, las sutilezas de la injusticia para aparecer como justicia, el triunfo de la impunidad?
La alienación es la nueva forma de educación, y el desentendimiento de lo ajeno la nueva solidaridad.
Caídos los dioses también en un infierno, ¿qué le queda al hombre sino este mundo de hombres? Y de este mundo, ¿qué, sino soñar con otro mejor? No dejemos que, como el pasado, el futuro lo construyan los diablos. Hagámoslo entre todos.
De pronto, como un resplandor, me nació la conciencia. Un cuervo horrible anidaba en mi pecho.
Me detuve y me puse a recordar: yo venía de algún sitio indecible, por un camino desconocido e inhóspito, y me dirigía no sabía a dónde.
Lo resumí de este modo:
"Nací a la vida y voy hacia la muerte preguntando quién soy. ¿Quién es tan cruel como para injertar, junto al instinto de supervivencia, la conciencia de la mortalidad?".
No supe responder y seguí caminando. Alguien, varado en el camino, como yo, decía: "Nací cuando necesité pensar para combatir la muerte; moriré cuando deje de hacerme preguntas sobre la vida". Encontré otros, y muchos más, dolientes. Oí: "Ningún humano es tan cruel; sin duda es un demonio el que nos ha abandonado en este infierno". Otras voces gritaban. Yo seguí caminando.
Pocos males destruyen tanto la sociedad como dejar sin castigo al culpable. La impunidad corrompe la justicia, malversa las leyes y pone como ejemplo al malhechor.
INCUNABLES INTERNÉTICOS TÍTULO CUARTO Retablo de cenizas María Sanz
En esta sección encontrará el lector algunos libros dados a conocer durante los primeros años de la aparición de la imprenta internética (cosa que no garantiza la nobleza de su calidad, como no la tenían muchos de los incunables gutenberguianos). Tal vez valga la pena su edición globerística por el hecho de ser difíciles de hallar en otras bibliotecas. Algunos son tan incunables que permanecen inéditos en cualquier medio que no sea el amanuense, el emailiano o el juglaresco.
No podemos disfrutar todos los libros con los cinco sentidos, pero sí con el sexto, que es el menos común: algunos nacen al margen de los públicos y eso los hace más minoritarios aún, bien por vocación ensimismatoria, bien por amor al arte, bien por misantropía. ¿Y qué editor invertiría en un libro que no fuese, también, un negocio?
La presente impresión es facsimilar del manuscrito de la mente, y consta de tantos ejemplares como el lector tenga a bien decidirse a ojear -siempre en edición princeps-.
Contra lo establecido por la Ley del Dinero, autor y editor conceden el permisonecesario para que el libro pueda ser copiado, convertido en pdf y transferido a cualquier lector electrónico.
Entonces soy un prófugo que
se esconde en el hueco
templado de tu ausencia, del
día sin mañana.
25
II.
La tentación de profanar un
valle
como éste, de irlo revelando
al
margen de sus dioses,
deja
mi libertad atravesada
por
los vientos azules
que
antes ensartaron las columnas
para
temblor de ritos excitantes.
Ah
de los templos, todo me responde
con
un eco de mármol,
con
pupilas aún iluminadas
desde
Juno Lacinia a la Concordia,
todo
me hace vibrar sobre el rescoldo
que
dejase Agrigento
más
allá de las piedras.
La
tentación absuelve mi vacío
traspasado
por nubes
doradas,
por diálogos ardientes
entre
el cuerpo y la tierra licenciosa,
al
margen de unos dioses insalvables.
26
III.
Hoy
sé que es muy difícil
guardar
el equilibrio
sobre
las mismas cosas
que
ayer me mantenían.
Ahora
soy la nube variable,
un
espejo letal para mi rostro,
quién
sabe si premura o sedimento.
Cada
culminación
llega
a descomponerse
dentro
de lo que amo,
de
la fatalidad
más
esperanzadora.
Sólo
he renunciado a estar conmigo,
harta
de convertirme en horizonte,
en
columna de humo para el aire.
Hoy
sé que es muy difícil
regresar
del desierto
sobre
los mismos pasos
que
ayer me sostenían.
Ahora
soy el agua derramada,
un
ejemplo feliz de lo inservible,
quién
sabe si carencia o privilegio.
27
IV.
Tú
me esperabas en los Quattre Canti
con
tu belleza intacta, de otro mundo,
desenfrenando
el vuelo de mis ojos.
La
realidad perdida por Palermo
flotaba
como un himno
silencioso,
vibrante,
la
realidad que huía ciega y sola.
Pero
tú me esperabas
como
quien nunca quiso conocerme,
sin
separar el tiempo
de
aquella sensación irrepetible.
La
realidad se abría
en
forma de corola macilenta,
guardándose
el bullicio de una plaza,
el
hueco que dejaste
mientras
todo fue cierto.
28
V.
Cuando
quise vivir, era ya tarde.
Las
hojas de un oscuro calendario
tenían
voz y rostro conocidos,
daban
sombra a mi sombra, confinaban
cada
olvido en sus lechos marginales.
Abrí
la realidad que poseía
detrás
de una ventana, prisionera,
viendo
la floración de los magnolios
sin
acuñar el gozo de su aroma.
Era
muy tarde ya, lo supe, nadie
pudo
darme respuesta a tanta noche,
a
la incógnita tibia de mis senos,
nadie
transfiguró lo padecido.
Ahora
me doy cuenta, todo anuncia
su
brevedad en tiempo y esperanza.
Sé
que es tarde, por más que necesite
vivir
mi propia vida sin reservas,
de
regreso al amor, cuando las hojas
del
calendario sólo significan
los
números crecientes de la nada.
29
VI.
Un
tiempo de placer no se regala
sin
cuerpo que lo agote, sin salida
posterior
para el éxtasis más hondo.
Así
mi corazón, que nunca supo
dilatar
emociones, vive a oscuras,
se
nutre de paciencia y desconsuelo
mientras
va averiguando nuevos ritos
por
el único hecho de entregarse.
Un
tiempo de placer no significa
más
que el consentimiento de la llaga
abierta
sin piedad en el costado,
cuyo
delirio llega a mansedumbre
por
amor, siendo víctima fragante
hasta
sentirse altar bajo otro cuerpo.
Así
mi corazón, igual que el sándalo,
perfuma
siempre el hacha que lo hiere.
30
VII.
Alejados
de todo lo que ardía
más
allá de nosotros, descubrimos
la
noche de Taormina, con los cuerpos
celestes
y desnudos como astros.
No
supimos del tiempo ni sus límites
porque
aquella ciudad vaticinaba
toda
consumación, ninguna fecha
para
volver al mundo de partida.
Tampoco
la intemperie pudo hallarnos
recorriendo
lugares encendidos
entre
las sombras del teatro griego,
investidos
de todo lo que alzaba
su
flamante ebriedad hacia los ojos.
No
quisimos saber de la ceniza
con
que el tiempo cubría nuestros pasos
más
allá de nosotros, del augurio
donde
apenas un ascua permanece.
Ahora
lo terrible sigue siendo
haber
sobrevivido a tanto gozo.
31
VIII.
Casi
una falsedad es la promesa
que
deviene en milagro, como tantas
ficciones
que resultan de llamarse
motivos
de ilusión. También las horas
transcurren
al pensar que estamos vivos.
Sólo
en el tiempo del amor hay hechos
reales
amparándonos, lugares
donde
su vasta sombra resplandece.
Pero
lo falso logra hallar cabida
con
una sutileza incontestable,
nos
incita a creer que ya está todo
vivido
y disfrutado, cuando al término
aguarda
todavía la esperanza.
Casi
una eternidad es el abrazo
que
deviene en vacío, como tantas
visiones
que alimentan nuestra muerte.
32
IX.
Estoy
dilapidando mi existencia
al
no habitar tus noches cristalinas,
tu
levedad de espliego y malvarrosa,
mientras
el tiempo reina en lo inmutable.
Es
difícil saber por qué el otoño
se
convierte en exiguo propietario
del
árbol florecido, cuando sobran
inhóspitos
ramajes bajo el cielo.
Soy
consciente de todo lo que busco
al
abrir tu ternura con mis manos,
invirtiendo
la pródiga caricia
hasta
poblar su hueco sostenido.
No
sé si encontraré tu amor a oscuras
cuando
apremie mi cuerpo y anochezca,
si
lo que pierdo nunca me fue dado
más
allá de la celda de mis sueños.
33
X.
El
sol de Cefalú se descolgaba,
marchito
y espectral, sobre la Rocca,
entre
las callejuelas medievales
por
donde fui perdiéndome en tu busca.
Qué
extraña soledad atardecía
dentro
de mí, qué frágil equilibrio
mantuve
hasta caer penosamente,
como
tanta aventura sin regreso.
Iglesias
y palacios fueron dándome
noticia
de tu sombra, derramada
por
los ocres antiguos. Y yo, mientras,
percibía
sus cálidos engastes
en
mis ojos desiertos, los volvía
hacia
una realidad inaccesible.
Qué
extraño cielo desaparecido
dentro
de mí, qué amarga certidumbre
de
un ocaso sin horas, sin hallarte.
34
XI.
Profundamente
mío
eres
ahora, pasto del otoño
en
incendios violetas que soflaman
un
cielo demudado.
Qué
atardecer recóndito tu cuerpo,
sus
pliegues en penumbra,
mientras
de mi ilusión caen las hojas
al
ver tus ramas limpias,
como
livor al alza
detrás
de los visillos.
No
sabría decirte por qué callo
si
todo me provoca, contemplándote,
pura
necesidad
de
cubrir tu desnudo con racimos
recién
cortados, vid espiritosa
en
flujo de palabras.
Eres
ahora crátera y otoño,
profusamente
mío,
líquida
adoración que a solas bebo.
35
XII.
Retablo
de cenizas, desafío
a
tanta soledad como me hiere,
helor
interminable en carne viva,
trémulo
corazón a ras del miedo.
Quizá
sea el final de una tragedia,
de
la gris lucidez con que vislumbro
personajes
furtivos, escenarios
para
representar mi propia muerte.
La
vida se ha quedado ya muy lejos.
Lejos
de mí, de aquella tarde tibia
donde
logré encontrar una esperanza
en
la que ahora no me reconozco.
Retablo
de agonías, envoltura
para
huellas durmientes, vana lumbre
de
aurora malograda, purgatorio
con
estatuas hilando la tiniebla.
La
muerte se ha quedado ya muy sola.
Su
soledad anida en mi regazo
como
un áspid insomne, como máscara
para
representar mi propia vida.
36
XIII. Epitafio
Yo quiero descansar sobre
una tierra
en la que nada me haya sido
extraño,
ni siquiera el olvido de la
gente;
oír pasos anónimos buscando
la posibilidad de mi
recuerdo;
saber que en el silencio
donde yazgo
armonizan sus pétalos las
rosas
traídas por el viento a mi
costado.
Yo quiero verme libre bajo
un cielo
distinto de las noches que
enclaustraron
mi inútil esperanza, en la
creencia
de que valió la pena haber
amado.
Descansar de mí misma, de la
sola
vigilia, del regreso
innecesario
a lo que nunca me ha
pertenecido,
aunque a veces muriera entre
mis brazos,
es mi deseo al fin de los
deseos,
cuando vivir me quede ya
lejano.
Lloréns Ferri
37
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(*) Sobre María Sanz
Sevillana de pura cepa, muy atenta a los colores, olores y sonidos, María
Sanz (Sevilla, 1956) encaja mejor en el modernismo que en la postmodernidad. Su
obra demuestra afinidades con la actitud de los filósofos-poetas contemplativos
y se presta a una explicación basada en las teorías de Bachelard y
Merleau-Ponty. Cuando se encuentra frente a la naturaleza o a la atmósfera de
belleza creada por la mano del hombre, procede porEinfühlung(compenetración). No tiene interés en crear distancia entre lo observado y
el efecto que produce en ella. Es constante el deseo de fusión con el objeto,
permitiéndole conservar una partícula de misterio. Ella misma ha declarado que
quiere crear poesía "intimista" y que asocia la contemplación de la
belleza con apertura que invita a la trascendencia.
Según Richard Kerney, el arte postmoderno procede desterrando la intimidad
subjetiva, la profundidad referencial, el tiempo histórico y la expresión
humana coherente. María Sanz hace todo lo contrario: busca línea seguida y
sentido de unidad. Está atenta siempre a la posibilidad de comunicar. Una
intimidad subjetiva, pero no cerrada, es una de las características
sobresalientes de su universo poético. Mientras que el artista postmoderno pone
énfasis en las imágenes como artefactos que reemplazan la "realidad
original" y se convierten en un juego técnico hiperrealista, María Sanz
aspira a que su poesía sea "serena, transparente y abierta, que todo el
mundo encuentre cierta identificación con ella". Sus paisajes no consisten
en un juego de imágenes que se multiplican hacia la infinitud y cambian de
sitio como en uncollage, sino que se sitúan
dentro de un contexto cultural-histórico, creando a la vez un retrato coherente
delyoíntimo de la autora. Permiten ir más
allá de lo que perciben los sentidos. La actitud de María Sanz frente a la
poesía tiene más de un punto de contacto con las teorías y poéticas que
circulaban en España en la primera mitad del siglo XX. El mundo que presenta
María Sanz no cabe en la descripción. Requiere intuición sugerente, tal como la
concebía Heidegger. Procede Sanz por el método sugerido por Pascal: ver y no
ver, "porque éste es precisamente el estado de naturaleza". El
universo poético de María Sanz está poblado de un aleteo imperceptible; el vuelo,
el movimiento ascendente entran con frecuencia en sus versos, esperando
producir una sensación parecida en el lector. Para Sanz, Sevilla representa una
vivencia imposible de distanciar como objeto de evaluación. Es su razón de ser.
Se oye la música callada en el silencio sonoro de los místicos. La
transmigración del yo a lo observado para fundirse, renunciando a sí misma, es
constante. El gozo estético se vuelve experiencia casi mística, en la que
predomina el asombro agradecido, cuya fuente es el mero existir de esta ciudad,
belleza que destiñe sobre la autora.
Biruté Ciplijauskaité
Para saber más de María Sanz, pulsarAquí y (adelantando hasta el minuto 31)AQUÍ