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lunes, 3 de septiembre de 2012

Un poema de Diana Boucher (Antología, XCVI)

Smetana: La novia vendida

El buscón de su deshonra


En un lugar, que puede ser cualquiera
porque en todos ocurre que el amor
manda en hombres y hembras, sucedió
que había dos amigos, tan fraternos
que todo era de ambos. Uno de ellos
se enamoró de una mujer hermosa
y se casó con ella; y fue feliz.
Pero Anselmo -porque este era su nombre-
empezó a sentir pronto la desdicha
de no ver con la misma asiduidad
a su amigo Lotario; y aunque este
le explicó que en el dos no cabe el tres,
hubo, ante el mucho ruego y pertinacia,
de seguir visitando a los casados
como si no lo fueran.
               Tanto Anselmo
insistió en que las gentes no importaban,
ni sus habladurías -y además,
que el amor de su esposa era imbatible
y su fidelidad a toda prueba-,
que Lotario no pudo decir no
a las insensateces de su amigo,
ya empeñado en probar con claros hechos
el honor inmutable de Camila.
Y así, la visitaba el buen Lotario,
y hasta la requería y requebraba
con requiebros que el propio esposo urdía
y ya había olvidado repetir.
En fin: pues que la dama, tras negarse
una vez y diez veces, a la onceava
prefirió a quien de tanto amor le hablaba;
y obedeciendo a su esposo
-aunque este nunca lo supo-
entró al su amigo en su  cama
y lo tomó por amante.
Que es de vidrio la mujer
-el hombre no le va en zaga-
y no se debe probar
si se puede o no quebrar,
               pues se pudiera romper.
© Diana Boucher