Hay demasiados “escritores” y “artistas” que no son patrimonio de la humanidad, sino de chovinistas del lenguaje y de las geografías.
Para saber cómo serán las obras que importen al
hombre singular basta con mirar las que ha escogido el hombre plural. Aquellas en las que quien está leyendo se dice, como en un espejo: soy yo.