Si quieres ser reconocido prontamente, huye de la originalidad y el individualismo.
Haz de la adulación tu tarjeta de visita.
Escribe lo insuficientemente bien como para que quienes tengan noticia de ti crean que pueden enseñarte.
Arrímate a los buenos, que son los que muestran su solidaridad con lo frívolo y mediocre, enfermedades de la muchedumbre.
Estupra los conceptos, ludibria la belleza.
Jamás te sinestesies, escribe como hablas, pronúnciate liróforo.
Agrúpate con otros como tú, y sé como ellos.
Afíliate a un grupúsculo solvente.
Nadie te seleccionará para una Antojología si no tienes rasgos agrupables; y si no te antojologan, no existes, no te llaman los sátrapas, eres tan solo un paria, un francotirador equivocado.
En tal caso, tendrías que esperar a que te reivindiquen -y para qué- cuando hayas muerto y los hijos de los que te preterieron te prefieran a los que ellos preterien o antojologuen.
Lo mejor es que empieces hoy mismo tu profesión de trepa, sin pensártelo mucho: tu mejor estrategia es ignorar que, realmente, eres un ignorante.
Por eso tu falta de idiosincrasia lírica parecerá humildad de estilo; y tu fanfarronería, simple extravagancia del genio con ingenio genealógico.
Haz de la adulación tu tarjeta de visita.
Escribe lo insuficientemente bien como para que quienes tengan noticia de ti crean que pueden enseñarte.
Arrímate a los buenos, que son los que muestran su solidaridad con lo frívolo y mediocre, enfermedades de la muchedumbre.
Estupra los conceptos, ludibria la belleza.
Jamás te sinestesies, escribe como hablas, pronúnciate liróforo.
Agrúpate con otros como tú, y sé como ellos.
Afíliate a un grupúsculo solvente.
Nadie te seleccionará para una Antojología si no tienes rasgos agrupables; y si no te antojologan, no existes, no te llaman los sátrapas, eres tan solo un paria, un francotirador equivocado.
En tal caso, tendrías que esperar a que te reivindiquen -y para qué- cuando hayas muerto y los hijos de los que te preterieron te prefieran a los que ellos preterien o antojologuen.
Lo mejor es que empieces hoy mismo tu profesión de trepa, sin pensártelo mucho: tu mejor estrategia es ignorar que, realmente, eres un ignorante.
Por eso tu falta de idiosincrasia lírica parecerá humildad de estilo; y tu fanfarronería, simple extravagancia del genio con ingenio genealógico.
Cezanne: Tentación