Visitas

Seguidores

martes, 30 de abril de 2013

En el aula de la Literatura


- María: De la Antología de los mejores cuentos y poemas he recogido estos versos de Gómez Manrique: “Mi consejo principal / es, gran señor, que leáis, / porque, aprendiendo, sepáis / distinguir el bien del mal”.
- Pedro: ¡Tú tan estu-o-diosa como siempre!
- Profesor: Muy ingenioso, Pedro; pero olvida los comentarios ofensivos.
- Yolanda: Yo he copiado en mi cuaderno, para mi antología personal, esta versión de una jarcha…
- Profesor: Un momento. María: recuérdanos qué es una jarcha.
- María: Un poemilla medieval escrito en una mezcla de árabe y pre-castellano.
- Profesor: Muy bien. Continúa, Yolanda.
- Yolanda: La versión dice así: “Yo prefiero escuchar de labios de mi amada / los libros que ella lee con su amorosa voz, / pues las palabras quedan prendidas en su boca / y pasan a la mía cada vez que la beso, / lo cual hago a menudo, pues me gusta aprender”.
- Pedro: ¡Si eso fuera cierto también estudiaría yo a todas horas!
- Juan: A mí me ha hecho temblar El monte de las ánimas, de Bécquer.
- Ana: Mi abuela, que siempre espía lo que leo, me ha cogido el libro y se ha puesto a repetir varias veces estos versos de Yepes: "La muerte es solo un agujero negro / que conduce la vida a otra existencia".
- Luis: Yo me quedo con varios. Pero me gustaría saber por qué tantos escritores han llevado una vida de sufrimiento… ¿Es que es necesario sufrir para escribir?
- Profesor: No. Ten en cuenta que la vida ha cambiado en un siglo más que en todos los milenios de la Historia, y antes había más enfermedades, penurias (Gema define "penuria" desde el Diccionario), muertes tempranas... Es verdad que el poeta auténtico -todo artista auténtico- es un ser interrogativo, todo lo cuestiona, se exige demasiado, es inconformista, vive ensimismado en su introspección (Gema vuelve al Diccionario) y sueña con la perfección del mundo, lo que le empuja a crear, como un humilde dios, sus propios mundos (poemas, cuadros, sinfonías…) y a distanciarse de las gentes, que ven en él a un ser soberbio. Y lo marginan, se siente infeliz…
- María: Como ocurre hoy en clase o en la calle, que todos te miran como un bicho raro si eres “diferente”…
- Profesor: Eso es. Pero en el fondo, el artista auténtico es uno de los seres más solidarios: porque no ayuda solamente a un anciano a levantarse de su caída, sino que levanta el corazón y el vigor de cuantos, necesitados de unas palabras que los consuelen o comprendan, se acercan a él a lo largo de las décadas y siglos. Por eso los grandes bestseller son los clásicos: aquellos a quienes les importan los hombres, no los lectores; la verdad de las palabras, no las ventas.
- Luis: ¿Es malo vender muchos libros?
- Profesor: No, si no te vendes tú con ellos.
- Luis: ¿Y por qué soportar una vida incómoda…?
- Profesor: Por la misma razón por la que tú no puedes evitar pasar la noche tumbado en la acera para entrar a un macroconcierto o te sacrificas con tal de estar con Mirian o Juani… En esos momentos te va la vida en ello. Pero también hay autores que han triunfado en su tiempo: Dickens y Liszt eran seguidos por miles de fans en sus lecturas y conciertos por todo el mundo.
- Luis: No lo comprendo.
- Profesor: Aceptar que hay cosas incomprensibles ya es comprender. Es cierto que las grandes obras de la historia son grandes elegías y que sus autores hubieran preferido escribir himnos; pero eran hijas de una realidad: y la verdadera literatura siempre es un espejo de la verdad social e individual: es el auténtico rostro del ser humano. Fijaos que cada uno habéis escogido aquello que se os parece: A María le gusta saber, y ha elegido unos versos sobre la lectura; a Juan le asustan los fantasmas; y por eso esa leyenda fantasmal. A tu abuela, por sus años, le preocupa la muerte... Ahora que la vida ha mejorado ojalá la literatura auténtica muestre la realidad de un mundo mejor.

lunes, 29 de abril de 2013

La inhóspita memoria del olvido


Olvida a quienes no saben recordar o solo te recuerdan cuando te necesitan.



Álvaro Valverde: Unos poemas de Antonio Gracia


9.3.12


Unos poemas de Antonio Gracia

Una cosa es lo sustantivo y otra lo anecdótico. Empezaré por lo primero. La editorial madrileña Huerga y Fierro publicó el pasado año en la bonita colección Signos, que fundó y dirigió Ángel Luis Vigaray, la antología El mausoleo y los pájaros, del poeta alicantino Antonio Gracia (Bigastro, 1946). La edición corrió a cargo del crítico y profesor Ángel L. Prieto de Paula. Aun estando de acuerdo en que los prólogos, introducciones o prefacios la mayor parte de las veces pueden y hasta deben saltarse, en pocas ocasiones ha estado uno más convencido de su utilidad. El que abre esta antología es, sin duda, necesario. Poco, casi nada, conocía uno de la poesía de Gracia. Luego contaré qué y por qué. Eso ha cambiado. Después de haber leído los poemas que aquí se incluyen, claro, y, además, por lo que aporta sobre esa poesía el esclarecedor estudio de Prieto de Paula. Que el poeta carece de grupo, generación o como quiera llamársele es cosa sabida. No así las claves de una aventura poética al margen y por libre, rara avis, donde se vuelve a hacer patente la actualización cernudiana del griego: carácter es destino. Lo explica perfectamente el editor. Allí, Oniria -la belleza, el amor y la muerte- y las "pulsiones fundamentales" del universo graciano: "la pasión amorosa, la creación literaria y el duelo por la mortalidad". Tiene razón cuando afirma que hay un antes y un después en la obra de Gracia, un límite marcado por el libro Hacia la luz (1998). Y uno prefiere, qué duda cabe, lo que vino a partir de entonces. Más clasicidad mediterránea, luz e himno y menos desesperación, elegía y retorcimiento. En suma: más y mejor poesía. Todo se lee (¿se comprende?) de otro modo tras recorrer el itinerario que traza el editor a propósito de los versos de este "sujeto del dolor", tan solipsista: "entre los versos nadie sino yo". ¿La consecuencia? Un buen puñado de poemas, que diría otro de sus antólogos, José Luis García Martín, que trascienden ese deliberado ensimismamiento, ese melancólico "yoísmo", y alcanzan al lector a través, sobre todo, de su pulsión romántica, en el mejor y más pleno sentido del término. Los versos de un poeta que merece, gustos aparte, ser considerado como tal.
En cuanto a lo segundo, la anécdota, poco puedo añadir. Con uno de sus libros, Devastaciones, sueños, Gracia se alzó con el premio "José de Espronceda" de Almendralejo. Uno estaba en el jurado que decidió otorgárselo por mayoría. Pocos meses después, en el acto donde se fallaba el Loewe de ese año, pude escuchar cómo un libro con el mismo título ganaba el prestigioso premio y, lo que me resultó aún más extraño, el autor también se llamaba Antonio Gracia. Era él. El mismo, quiero decir. Luego vino el lío monumental y la desposesión del premio y las confusas explicaciones y, por fin, en la bibliografía, la mención a esa obra como "no autorizada" en su primera edición de Libros del Oeste (2005).
Después de conocer mejor al poeta y a sus poemas (una cosa y la misma), no sé qué pensar sobre ese desagradable asunto al que, por cierto, Prieto de Paula no dedica ni una sola palabra. A buen seguro, por lo que dije al principio: que una cosa es lo sustantivo y otra, muy distinta, lo anecdótico. Por muy posmoderno que se quiera poner uno.



domingo, 28 de abril de 2013

Miguel Hernández: Elegía


Voz: Julio Núñez

Bastantes lecturas he empezado a oír: Casi todas me parecen ridículas por su teatralidad, lindantes con la histeria. He aquí una recitación castellana, con fonética más serena, y otra en persa, testimonio de su universalidad.

sábado, 27 de abril de 2013

Joaquín Juan: Gracia, inédito y conocido (Siete poemas y dos poemáticas).



El abrazo amoroso

El abrazo indomable

Monólogo del cisne (El abrazo imposible)

El abrazo entre plumas

El abrazo en el cuadro

El abrazo inasible

El abrazo iniciático

El abrazo sin plétora.

El abrazo dulcífago

El abrazo inedénico

El abrazo a la muerte.

Como si fuera mi Autobiografía (El abrazo final)

El abrazo interrupto

El abrazo cautivo

El abrazo inmortal

El abrazo caníbal

El abrazo coital

El abrazo placebo

El abrazo sin rostro

El abrazo perdido (Carpe diem).

El abrazo truncado

El abrazo suicida

El abrazo invasor

El abrazo de plástico

El abrazo no dado.

El abrazo dichoso

El abrazo a la vida

El abrazo sin cuerpo

El abrazo ataráxico


El abrazo amoroso

viernes, 26 de abril de 2013

Audiopoema: En la página azul




Ensayo para un himno

En la página azul de la Naturaleza
leo sueños y dichas, escucho el pentagrama
del río y de los pájaros, la montaña y el mar.
Aspiro brisas, siento la canción de la tierra,
palpo divinidades que crecen en mi carne
como antiguas raíces de un origen divino.
Y me digo, y te digo: que no pase ni un día
en que tu corazón no reconstruya
la armonía del cosmos y el legado del hombre;
cruza los montes, mira la alta estrella
y pon luz en la noche; da tu mano
a quien la necesite y tira de la suya
hasta que surja de su laberinto
y viva en paz con todas las criaturas; 
haz como el sol, que alumbra disipando las sombras
de todos los mortales sin pararse a indagar
si fueron dignos de la mansedumbre; canta
para que todos oigan tu canción y canten
a pesar del dolor o del fracaso; encumbra
todo cuanto ha nacido: porque todo muere
y ya es bastante luto y sufrimiento
la conciencia de la mortalidad.
Ir a


jueves, 25 de abril de 2013

Retrato del artista

Un viaje a la pintura
                                         
Todos hemos sentido alguna vez algo sublime que quisiéramos salvar del naufragio del tiempo. El hombre cavernícola observó una mañana que los objetos de su alrededor desaparecían. Las flores, los pájaros, los hombres. Contempló un cadáver y no entendió la muerte. Tras muchos milenios, y tras buscar por todas partes, concluyó que ese cadáver y los de las cosas que había amado continuaban existiendo en su cabeza. Y comprendió que si dibujaba lo que pervivía en su mente lo salvaría de la muerte absoluta. De modo que aprendió a tallar sus sentimientos y a escribir su voz. Y sintió que algo mágico renacía al robarle a la muerte lo que esta le había robado. Había nacido el arte, la historia, la filosofía... descubrió que la escritura es la única munición contra la muerte: la única  resurrección posible porque la palabra, cada vez que alguien la escucha o lee, vuelve a dar vida a aquello que remite o representa.

Cuando intentamos definir la sustancia humana olvidamos que el hombre es un animal al que, con eufemismo, calificamos de “racional”, como si esa apostilla nos lo hiciese entender. Pero el hombre se pierde en sus racionalismos porque es una identidad forjada con fragmentos de múltiples identidades, tan sucesivas en el tiempo como simultáneas en el presente: animal, neandertal, cromagnon, habilis, sapiens... Nuestros aciertos cotidianos se deben a la sintonía de impulsos prehomínidos y fragmentos de personalidades humanizadas que conforman nuestro ser actual. Y las obras “maestras” de la ciencia y el arte son aquellas que compatibilizan esos reductos o trincheras del hombre impulsivo y el hombre reflexivo, en el que lo aparentemente absurdo por incomprensible o inaceptable se va integrando en la lógica, cada vez más abierta a otras probabilidades.

        ¿Y qué es un artista sino un hombre -o mujer- común que no consigue ser un hombre -o mujer- común, pero que lo encarna en su obra? Es un ser que vislumbra más cosas de las que ven los otros. Sabe que existe algo en su mente que aún no existe en la creación y que él puede añadir, y legar, para ensanchar un poco el proceso de perfección o progresión del universo. Esa es su solidaridad universal -y su soledad individual-. Si hubiera de definir en dos palabras al autor ensimismado -al menos, hasta los inicios del siglo XX- estas serían ansia y ansiedad, que presuponen la búsqueda de un paraíso individual y colectivo -lo que llamamos locus amoenus- y el desengaño al fracasar en su conquista -lo que pudiéramos denominar locus horribilis-. Y en esas dos palabras y esos dos trazos está probablemente el más completo y exacto retrato que un hombre puede hacer del hombre universal. 

       Muchas palabras han tratado de acotar la complejidad. del artista. Pero ninguna de las muy científicas averiguaciones y ningún concepto filosófico ha conseguido aprehender su misterio tan acertadamente como lo hace la emulsión sensitiva de un cuadro, una música, un poema. Todo artista auténtico es un ser interrogativo que todo lo cuestiona, vive ensimismado en su introspección y sueña con la perfección del mundo, lo que le empuja a crear, como un humilde dios, sus propios mundos (poemas, cuadros, sinfonías…). Un libro -una música, un cuadro- es, por lo tanto, la más honrosa herencia que puede recibirse: el chip en el que se compendia todo el saber acumulado por los siglos. Y aquel que lo desprecia está despreciando, junto a su pasado más honorable, la forja de su futuro.

Las cosas mueren alrededor del hombre. Algunos de esos hombres las escriben, las pintan, las trasiegan en música, en estatuas. Y mueren esos poetas, músicos, pintores. Pero lo que levantaron con su espátula, su pluma o su pincel renace en otros hombres y alimenta sus vidas, las alumbra un poco más. Su biografía es, así, una existencia escrita, una semilla de la sabiduría, la única vida de la que jamás nadie se arrepiente.
  
¿Algún lector encuentra algo de sí mismo en aquello que lee? Pues esa es la justificación de la escritura, como digo: el acto de solidaridad -si no más inmediato- más trascendente.

Leer

Soliloquio del artista

miércoles, 24 de abril de 2013

Rafael Gil: Don quijote de la Mancha


Irreductible al cine, por más que se pretenda que una imagen vale más que mil palabras.
Ahora bien: puestos a ver y no a leer, tal vez alguna imagen lleve a la palabra.

Pulsar:

DON QUIJOTE

Ir a
CINEMATÓGRAFO

lunes, 22 de abril de 2013

El caballero más hermoso del mundo


El libro es la única ciudad a la que nadie puede impedirnos entrar: y El Quijote es, tal vez, la capital que más calles, casas y habitaciones tiene; de modo que cualquier hombre ha de encontrar siempre un aposento en el que acomodarse y con el que identificarse. Faulkner se preciaba de leerlo una vez cada año, quizá porque en sus páginas viven más de trescientos personajes y miles de conceptos para todos los gustos: los idealistas hallarán en Sancho un contertulio que les haga poner el pie en la tierra; los realistas disminuirán su materialismo al compás de Don Quijote; las feministas pueden hallar premisas para sus intereses en el episodio de Marcela (Parte I, cap 11-13); los amantes del amor encontrarán piropos por doquier; los celosos tal vez dejen de serlo conEl curioso impertinente (I, 32-35); los jueces aprenderán de la sensatez de Sancho durante su estancia en Barataria (II, 45); los contadores de chistes se solazarán a cada paso, y los amantes de las gorrinerías verbales admirarán el episodio más guarro sin una sola palabra porcina en la aventura de los batanes (I, 20); quienes creen que los consejos son buenos, aunque pocos los sigan -porque sólo aceptamos los que nos dicta nuestra experiencia-, agradecerán una breve y sabia colección (II, 42-43); aquellos que admiran el verdadero valor lo encontrarán en Roque Guinart (II, 60) y en las palabras del vencido Don Alonso Quijano en las playas de Barcelona (II, 64); los descontentos de la sociedad comprobarán que cualquier tiempo pasado fue igual, si no peor; quienes necesitan cambiar de libro constantemente, o leen varios intercalando unos con otros, hallarán, en uno solo, una novela de caballerías, otras moriscas, picarescas, amorosas...
No es cierto que El Quijote sea un libro "imposible de leer": un profesor (de Matemáticas) me lo prestó y lo leí, infante aún y fascinado, en pocos días; tres años después, por mi cumpleaños, compré una edición en un solo tomo: conservo el ejemplar, en el que anoté el tiempo que tardaba en leer cada uno de los once primeros capítulos (me cansé de anotar, cosa que detenía la lectura): redondeando, aquel joven que cumplía 16 años lo leyó en unas 23 horas, a lo largo -a lo breve- de tres días. El mismo tiempo que resulta de sumar una docena de partidos de fútbol o doce telefilmes con sus anuncios intrigantes.
Innumerables son los autores que han mezclado su sangre con la cervantina y han tomado su obra como fundamento de la suya. No es casual que El Quijote haya servido de inspiración a centenares de creadores. Tal vez sea Richard Strauss, con sus Variaciones sobre un tema caballeresco quien mejor ha recreado al hidalgo manchego. Telemann, Purcell, Salieri, Paisiello, Massenet, Mendelssohn, Ibert, Ravel, entre otros músicos, compusieron suites, óperas, canciones basadas en sus textos. Los compositores españoles también recrearon aspectos quijotescos: Guridi, en Una aventura de don Quijote, recuerda al vizcaíno en lucha con el hidalgo. Gerhard enhebra diversos episodios en el ballet Don Quijote. Oscar Esplá es autor de Don Quijote velando las armas, pasaje que inspiró igualmente a Gombau. Falla recoge el episodio de Maese Pedro en su Retablo. Montsalvatge retrató a Dulcinea en la Balada y ritornello... Orson Welles y G. W. Pabst, entre tantos cineastas, vieron las posibilidades cinematográficas del soñador altruista, así como otros (Picasso, Dalí, Daumier..) dibujaron su rostro y sus hazañas.
Innecesario resulta hablar de la huella que Cervantes ha dejado en la literatura. Basta citar a Defoe, Fielding o Dostoiewski. Nada más que en el siglo XVII hay, al menos, 35 obras teatrales inspiradas en él. El tiempo, que es el único filtro que impide el paso a los embaucadores y convierte en clásicos a los íntegros del arte, ha hecho de Cervantes un hito en la historia. No sólo de la Literatura, sino de la experiencia de existir, que es la única escuela que enseña realmente a vivir.
¿Y por qué esta vigencia? ¿Acaso es un mito del chovinismo español? Por una vez (aunque también en los casos de Goya o Velázquez), es cierto que España posee un tesoro igual o superior a los de otros países. Pues Cervantes hace cierta la verdad que afirma que "en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia". Y en El Quijote, cada lector encuentra su propia mente reflejada: más allá del humor y la tragedia, Alonso Quijano es un hombre que vive, como hoy, en una sociedad alienatoria que excomulga a los fieles a sí mismos y encumbra a los mestizos del honor. Esa integridad para consigo mismo y en la solidaridad, incluso ante el fracaso, es lo que vieron cuantos aquí he nombrado y cuantos se acercan al libro de los libros. Y eso es lo que hallarán -al margen de sus exquisiteces literarias- cuantos lectores actuales abran y lean la verdadera historia jamás imaginada.