- Es mejor ser buenos amigos que malos amantes- dijo.
- ¡Pues sintamos cada vez más amistad y menos amor!
- ¿Y desde cuándo van separados cuerpo y alma, carne y espíritu?
- Despojemos el erotismo de carnalidad y el amor de sensualidad.
- Que nuestras manos se junten para separar los cuerpos.
- Lo que pretendes es castrar el corazón y agonizar el cerebro.
- ¿Lo que predicas es la castidad del coito o la santificación del orgasmo? - Erróneo es lo que va contra la Naturaleza: lo que prohíbe la satisfacción de la sensualidad física, estética, mística, erótica... - Solo cuando están saciadas las pasiones hay armonía en la mente...
... Y cuanto menos se amaban menos amistad sentían.
No puedo decir que son como las miniaturas de Schumann o Chopin. Pero si la guitarra eléctrica -como el piano en el Romanticismo- fue el instrumento emblemático de hace unas décadas, sin duda fueron The Shadows sus más sensibles intérpretes.
Si repasamos nuestras vidas observaremos que nada hace
tambalear tanto nuestra personalidad como cuando se cuestiona nuestro criterio,
se nos dice que nos equivocamos o se nos tacha de vivir cercanos a la
impostura, buscada o inconsciente. Tal estremecimiento de nuestra sensibilidad
se produce porque el ser humano es un animal sintiente y pensante abocado a la
construcción de un yo que lo ennoblezca, a un ser cuyo parecer sea igualmente
notable y ejemplar. Y es el artista el que mejor encarna ese afán de íntima
nobleza y perdurabilidad. Por lo tanto, todo arte que no emane del cordón
umbilical del yo, y lo urdimbre, está destinado a desaparecer, puesto que no
emergerá como propio en el corazón mental de los humanos.
Empieza el artista devorando cuanta vida y arte le
rodea para digerirlos y convertirlos en materia artística propia. Busca el yo
personal que abarca el más allá y el más acá de los límites de la razón; luego,
el yo individual configura el yo colectivo, social, intemporal, que es el que
se constituye en huella dactilar de la humanidad.
Mucho tardó el hombre en finalizar el proceso de
egotización: de antropocentrismo. Tuvo que desbrozar los egoísmos, egolatrías, chovinismos, xenofobias, racismos,... contumaces y espurias consecuencias de una mala articulación del yo. Tanto tardó que hasta el Romanticismo no aparece
como estructura síquica plena el concepto de originalidad: la autoafirmación e
imposición del yo individual frente a la muchedumbre coetánea o póstuma, la
búsqueda de una identidad artística que el tiempo no pueda destruir. Hasta
entonces, Garcilaso podía imitar a Tasso o Petrarca; Góngora a
Garcilaso, Quevedo a ambos... Fray Luis podía apropiarse de Horacio, y Ronsard del carpe diem de Ausonio... (véase LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA VI). Todos los temas, y aun su armazón textual, eran bienes mostrencos, y el mundo
literario y artístico no abominaba de lo que hoy llamamos plagio.
Pero ya Don
Juan Manuel manuscribió una copia de El
conde Lucanor advirtiendo que si alguien encontraba algún error en su
lectura, no se lo imputase a él hasta haber consultado tal manuscrito y
comprobado si era errata del copista. (Al Arcipreste
de Hita, por el contrario, no le importaba que su Libro de Buen Amor fuese alterado por los lectores). Don Juan
Manuel tenía ya, por tanto, conciencia de originalidad, de cincelador de estilo
propio inalterable, y exigía derechos de autor: el respeto a la
formulación de un yoísmo y a su inalterabilidad.
Algo similar, quiero creer, le ocurrió a Cervantes cuando apareció el quijote
apócrifo: más que le robaran un éxito y unas ventas, a Cervantes le dolería que
prevaricaran a su personaje, que era tanto como robarle su alterego. ¿Y qué es
la obsesiva colección de autorretratos de Durero,
Rembrandt, Goya o Van Gogh sino la reescritura del pincel
hasta el hallazgo del íntimo ser que habitaba en sus mentes? Similar conciencia
de búsqueda de una excelsa mismidad expresiva muestra Valèry al afirmar que "lo que no he corregido muchas veces no
me parece bastante mío", sino de la inspiración. Persecución de
perfeccionismo que lleva a Dylan Thomas,
por ejemplo, a reescribir sus poemas hasta 200 veces.
Y paralela conciencia (en este caso, de no haber
alcanzado con su obra un espejo digno de la estatura de su yo) impulsaría a Virgilio y Kafka -eso quiero creer también- a pedir que sus escritos fueran
destruidos (cosa que, en realidad, era un solemne acto de publicidad, pues
conscientes eran de que no se cumplirían sus ruegos).
Si el Romanticismo, como digo, eleva el yo al pedestal
de la gestación de la pluma (tanto que el freudismo surrealista se lanzará
también a descubrir y conquistar el otro yo escondido, el iceberg del
Inconsciente) es porque el gen nuclear de la obra artística procede de ese yo
individual que emerge en cada nuevo ser nacido, y ese renacimiento o
reencarnación -solidario, no egoísta- es lo que le da validez e intemporalidad.
En fin: ¿No es esa búsqueda verbal, pictórica,
musical... la construcción de un yo en el que se integren las virtudes del
vivir y se eviten los errores de la naturaleza emocional y cerebral? ¿No busca
todo artista la creación de un mundo alternativo y mejor que aquel que vive y
en el que sobrevive? ¿Y no es el Arte, pues, la panacea perseguida, el paraíso
perdido, la rectificación de la obra de un Dios o Artífice Supremo?
"Cuando escribo traduzco desde un idioma que no conozco a otro que también desconozco".
Durante muchos años esa fue la frase que sustentaba mi escritura: me descubría en mi pluma, broca errátil por los abismos de mi mente; y huía de lo escrito porque me arredraba el yo que hacía emerger. Así fue hasta Los ojos de la metáfora. Tuvieron que pasar tres quinquenios de afasia para que las palabras comprendieran que, si no sabían desde dónde traducían, sí debían revisarse a sí mismas hasta formalizar y troquelar lo traducido. Liberado, entonces, un poco de mí mismo, empecé a mirar hacia la luz. Atrás quedaron monstruos como este "Palimpsesto", en el que, como teselas, se fueron hacinando escepticismos, autodestrucciones y agonías:
cabalgada en la noche la tristeza
solitaria aventura del poema
el hombre es la autocrítica de dios
centauros acosando tu cintura
el éxtasis del verso eyaculado
limítrofe de dios y de satán
yo soy una elegía de este verso
una espiral eterna socavándote
matusalén murió de un tal suicidio
facsímiles de adán somos facsímiles
la obstinación del beso irrepetible
tus pechos y tu pubis prepuciados
el hombre es la autosátira de dios
insomnes pentagramas evocándome
discípulo del viento soy a veces
tus labios y tus ojos amorítimos
el vandalismo fálico de un coito
sinestesias de dios y de satán
el vómito del alma sobre el verso
una trepanación de dios preciso
el sátiro obstinado de mis muslos
la vida es la ortodoxia del suicidio
facsímiles de adán somos facsímiles
matusalén se suicidó por eso
yo me suicido en cada verso insomne
solitaria aventura del poema el hombre es la eutanasia de un tal
dios
o esta abisal mirada a la Metáfora:
I
con la mano de amianto trazo líneas
larvas esputos tanzas claves fuego
asomado al brocal de mi guarismo
y fulgentes latrías bruman niebla
dentro del lupanar de la memoria
ardiendo inexorable tiempo espacio
y yo dentro del cerco estatua altiva
cimbreada entelequia de la nada
errante contingencia del acoso
No leo mis libros una vez publicados: para qué, si ya los conozco; los escribí para liberarme, descubrirme, identificarme, saber cuál es mi nombre íntimo. Una vez desenmascarado el fragmento de identidad, qué menos que dignificarlo tratando de eliminar lo que se le escapó a la herrumbrosa pluma parlanchina. Pero hecho esto, releídas de mala gana las galeradas, y asumido que tampoco he conseguido librarme del que soy ni ser aquel que quise ser, para qué volver sobre ellos. Cuando pasan años, sí: para tachar o alterar en la antología presunta, alejarme más del que ya fui, acercarme al que anhelé. Para eso es preciso un ejercicio de introspección autocrítica en el que aceptar el fracaso vital y literario y sosegar el desbocamiento de los corceles de la inidentidad, como en este escribiviente "Sístole":
Preguntas por
tu vida y no responde
ni el verso, ni
la edad, ni la memoria.
Preguntas por
tu vida y solo quedan
ruinas de
identidad, fósiles vanos.
Nada has hecho
que dé fulgor al hombre
y nada dignifica
tu existencia.
Sentir que quien no ha escrito no ha vivido
es la sabia
mentira en que viviste
y es la frágil
verdad que no te basta.
Pretendes
aceptar que la escritura
es la absoluta
solidaridad.
Pero la vida es
más que la palabra.
No es un libro
este mundo. El corazón
quiere tacto,
no pluma; es una página
donde la
humanidad lee su misterio.
Preguntas por
ti mismo y sólo escuchas
un olvido
estridente que te acosa:
la voz de
quienes aman, sufren, viven.
En fin: no es fácil asimilar que los sueños son, en realidad, devastaciones y que todo poema, como toda vida, es una derrota.
Aunque Radio Clásica ya no es lo que era hace unas décadas -porque, siguiendo los desvíos del hombre, se ha trivilizado, como todo, para ponerse al servicio del ocio más superfluo-, sigue emitiendo estos días, como hace anualmente, esa victoria extraordinaria del Arte sobre la Economía -no sé si en la más alta ocasión que vieron los siglos o porque la soberbia de un hombre pudo más que la de un rey-.
Me refiero al Festival de Bayreuth que iniciase Wagner para gloria de sí mismo -en 1876- y para gozo de la Humanidad.
Si hay que citar cuatro himalayas de la Música, el primero en el que suele pensarse es Mozart. Pero frente a la facilidad natural de tal pentagramista para construir belleza -que lo hace parecer un dios o extraterrestre entre los hombres-, prefiero a los hombres cuyo esfuerzo los convierte en dioses terrenales.
Prefiero -cierto que ma non troppo- a Bach, Beethoven y Wagner. La pluma, el pentagrama, el pincel y demás herramientas creadoras de la prolongación del universo debieran ser forjadas por sus dueños en el mismo crisol que esta tríada inmensa forjó sus péñolas: la sensatez, el equilibrio, la armonía, la ambición, la constancia, la revisión ... todo lo que determina que un poema -y sus sinónimos artísticos- sea tallado como un diamante. La música es la única palabra que desmiente la inefabilidad.
Triste obra de arte la que solo es reverenciada por los eruditos o especialistas y no es sentida por quien simplemente ama la noble belleza y la descubre con el corazón: el racionalismo emocional. ***
El tiempo es el único filtro que impide el paso a los embaucadores y convierte en clásicos a los íntegros del arte. ***
Lo que importa no es que un dios haga cosas sobrehumanas, sino que un hombre se comporte como si fuera un dios.
***
Toda elegía es un himno por la vida que quisiéramos vivir, puesto que lo es por la vida que quisimos que otros disfrutaran. ***
La vida se alimenta de ansia de vida; y cuando esta desaparece el espíritu se ensimisma y el corazón es un lugar oscuro y solitario que termina por convertirse en un calabozo en el que solo se desea morir. ***
Una obra es actual, aunque se haya escrito hace mil años, cuando su lectura reitera en cada lector las emociones, sentimientos y comportamientos esenciales y constantes en el hombre. ***
La Bestia siempre es más bella que los ojos que la miran. *** Callarse a tiempo es mejor que decir la última palabra. ***
La amistad es la única virtud que permite estar en desacuerdo sin originar desencuentros. *** El dolor es el sentimiento que más une a los hombres, y el que los hace amarse a pesar de sus eventuales diferencias. ***
Las autobiografías emocionales son las únicas auténticas, y las que dan valor sin precio a una escritura. *** Quien no sueña con mejorar el mundo merece su desprecio. *** Olvida a quienes no saben recordar o solo te recuerdan cuando te necesitan. *** Si quieres cosechar alegría no siembres melancolía. *** Mientras exista un ser humano con menos derechos que los demás, mientras haya un niño hambriento en cualquier rincón del mundo, el “Estado de Bienestar” es un insulto para la dignidad. *** Ser artista es definir al hombre interior que vive en muchedumbre. ***
Los experimentalismos son un medio, no un fin. El ingenio pocas veces conduce a la genialidad. *** Quien no cuenta consigo mismo para ordenar su vida nada debe esperar de los demás. *** Hoy todos los humanos somos vecinos. Y vivimos para convivir: para hacer compatibles el yo y el nosotros. *** Soy el peor enemigo con el que pueda encontrarme. *** Solo el arte apacigua la existencia. ***
En arte no hay democracia, sino individuo. En todo caso, la democracia del arte se rige por la vigencia en el tiempo.
***
Todos tenemos un techo intelectual; pero no todos distinguimos su estatura ni aceptamos que no podemos sobrepasarlo.
Sin embargo, cuántas páginas, pinturas y músicas perdurables han nacido del noble y doloroso reconocimiento de nuestras limitaciones, y cuánta superchería abominable ha engendrado la contumacia del artista soberbio. *** Un autor escribe a pesar de sí mismo, contra sí mismo o para los demás. ***
La poesía es el arte de la conclusión sin premisas, como la novela es el de la digresión anecdótica convertida en historia representativa del viaje de la humanidad. ***
El futuro es un proyecto del pasado que se malogra en el presente. *** No parece ético soñar con una hermosa existencia pudiendo hermosear con voluntad la vida cotidiana. *** Puesto que la vida no tiene sentido procuremos dárselo a cada instante inmediato para que este nos haga olvidar el sinsentido del todo. ***
Cuántos poetas ganarían crédito si publicasen poemas y no libros. *** Cuando el autor inventa, el mundo se prolonga. ***
La soledad no existe cuando se tiene un sueño.
***
La historia del pensamiento es una historia de la condenación del cuerpo.
Pero no solo de materialismo vive el ser humano; ni, tampoco, solamente de espiritualismo. *** Soñamos monstruos porque lo somos: porque anhelamos belleza, plenitud, eternidad. *** Creamos aquello en lo que creemos: pero no siempre, ni todos, conseguimos creernos lo que creamos: y menos si son palabras: pensamientos, coartadas con las que exorcizar nuestros fantasmas. *** Ir al ÍNDICE GENERAL 2013
Siempre he estado en guerra con los dioses. Y, en verdad, debo reconocer que he perdido todas las batallas. Aunque no es extraño: pues, a pesar de que dios dice ser solamente uno, es siempre, trinitariamente, tres; si bien, si dios y dios son cuatro, juntando el otro dios ya suma seis. Y son demasiados dioses contra tan solo un hombre.