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miércoles, 30 de agosto de 2017

No hables si no es para embellecer el silencio


E. Cortázar: El silencio de Beethoven

- ¿Por qué ya no me hablas?
- Porque hablar es comunicarse, decirse mutuamente, saber del otro, comprenderse... Y tú no sabes oír: en cuanto escuchas algo con lo que estás en desacuerdo pasas de la conversación a la disputa, interrumpes, pierdes los estribos... y eso me hace perder los míos. Siempre he perseguido la serenidad y tienes la insensata virtud de no admitir que tal vez te equivocas; sigues manteniendo el error, entras en una espiral ciega y sorda de autodefensas, acusaciones y excusas, como un ametrallamiento de farfullaciones que solo tiene fin cuando me callo y me voy. Eso no impide que me esfuerce por seguir queriéndote -igual que tú te esforzarás por soportar mis errores-, pero dificulta en exceso la convivencia. Y te lo escribo, como ahora, para que lo pienses con calma. Pero no tienes calma para pensar... y sí mucho miedo por si fuera cierto algo de lo que te digo... En resumen: eres una admirable rosa que se convierte, de pronto, y con demasiada frecuencia, en una espina. Seguro estoy de que debes sufrir mucho porque todo nace de tu inseguridad y la ansiedad que te genera: pero no es causa eximente: deberías evitarlo. Admitir el miedo es empezar a vencer la cobardía de escondernos. ¿Por qué defender un yo tal vez frágil y erróneo en vez de fortalecerlo y mejorarlo? Cuando aprendas a hablar contigo mismo -y admitir lo que te dices y no quieres oírte- podrás hablar con todos. Pero lo peor es que cualquier día morirás tú o moriré yo, y quien quede se repetirá, nostálgico de lo que no fue: ¿Tan difícil era no hablar más que para ennoblecer el silencio?