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miércoles, 9 de enero de 2019

La potestad del Arte











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Los poderes del Arte


«¿Qué es un artista sino un ser que vislumbra más cosas de las que ven los otros? Sabe que existe algo en su conciencia que aún no existe en la creación y que él puede añadir, y legar, para ensanchar un poco el proceso de perfección o progresión del universo», escribe el poeta Antonio Gracia en este espléndido artículo sobre el significado del arte.

(*) Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa(2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro <Alegría> y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte.
Los poderes del Arte
por Antonio Gracia 
Todos hemos sentido alguna vez algo sublime que quisiéramos salvar del naufragio del tiempo. El hombre cavernícola observó una mañana que los objetos de su alrededor desaparecían. Contempló un cadáver y no entendió la muerte. Tras muchos milenios, y tras buscar por todas partes, concluyó que ese cadáver, y los de las cosas que había amado, continuaban existiendo en su cabeza. Y comprendió que si dibujaba lo que pervivía en su mente lo salvaría de la muerte absoluta. De modo que aprendió a tallar sus sentimientos y a pintar su voz. Y sintió que algo mágico renacía al robarle a la muerte lo que esta le había robado. Había nacido el Arte, la Historia, la Filosofía…
¿Qué es un artista sino un ser que vislumbra más cosas de las que ven los otros? Sabe que existe algo en su conciencia que aún no existe en la creación y que él puede añadir, y legar, para ensanchar un poco el proceso de perfección o progresión del universo. Le basta con llevar su imaginación hasta su deseo, y darle forma, para conseguir el fiat lux.
Todo artista auténtico es un ser interrogativo que vive ensimismado en su introspección y sueña con la perfección del mundo, lo que le empuja a crear, como un humilde dios, sus propios mundos. Un cuadro (una música, un libro, una estatua…) es, por lo tanto, la más honrosa herencia que puede recibirse: el chip en el que se compendia todo el saber acumulado por los siglos. Y aquel que lo desprecia está despreciando, junto a su pasado más honorable, la forja de su futuro.
El progreso ha ido añadiendo nuevas búsquedas y hallazgos al arte y a las ciencias, y también abandonándolos cuando el tiempo, como un buen filtro, ha desahuciado aquellos que no aportaban nada al hombre, o cuando el homo ludens necesitaba otros juegos. Pero el homo sapiens siempre se queda con lo que es esencial para su existencia y pervivencia. Por eso, de las vanguardias y experimentalismos perdura lo que aportan a la tradición, que es la columna vertebral del hombre y del arte. Cualquier obra, por muy transgresora o exitosa que sea en su contexto, que no aporta un fragmento de identidad del ser humano está condenada al olvido, así como la que añade alguna sabia perspectiva sobre la esencialidad del hombre pasa a integrar el retrato de la humanidad. Ser artista es definir al hombre interior que vive en muchedumbre. El arte es la gran respuesta al sinsentido del vivir: una intuición inducida por la pasión y troquelada por la razón.

En cuanto a la necesidad social del arte: si alguien duda sobre el poder del arte no tiene más que hacerse estas preguntas: ¿por qué aconsejaba Platón echar de la República a los poetas sino para evitar sus interferencias en la sociedad establecida y autosatisfecha? ¿Quiénes sino los visionarios poetas y pensadores —como Rousseau— predispusieron para la Revolución francesa y, por ella, para todas las siguientes, creadoras del mapa del mundo moderno? ¿Qué proclama sobre la libertad ha concienciado más que La libertad guiando al pueblo, de DelacroixLos fusilamientos, de Goya, el Guernica, de Picasso, la Escalinata de Odessa, de Eisenstein? ¿Qué campaña contra el hambre ha sensibilizado más que Los comedores de patatas, de Van Gogh? ¿Algún manifiesto feminista ha influido más que Casa de muñecas, de Ibsen? ¿Hay algún manual en el que aprendamos más sobre el amor que en Dante, Petrarca o el Wagner del Tristán? ¿Alguno que enseñe más sicología que las obras de Shakespeare o Dostoyesvki? ¿Qué enciclopedias sobre el cielo y la tierra son mejores que La divina comedia, El paraíso perdido o De la naturaleza? (Dante, Milton, Lucrecio). ¿Alguno muestra mejor la ilusión y el desengaño que El Quijote? ¿Quién no aprenderá sociología en Balzac, Dickens y la picaresca? ¿Alguna voluntad de poder alcanza tanto vigor como El anillo del nibelungo wagneriano? ¿Quién ha conseguido una solidaridad fraterna como la que exige el clamor universal de La Novena de Beethoven? ¿Dónde podremos ver el rostro sereno de la muerte mejor que en el Réquiem de Mozart…?
Sin duda, cada hombre ha sido distinto tras esas obras, y ellas han influido tanto o más que el estallido de Hiroshima. Porque se han descubierto tierras, mares, planetas: pero nadie como el artista ha colonizado un continente tan imprescindible como el espíritu, sus luces, sombras y penumbras. Y es que el creador observa y refleja lo más perdurable e inherente del hombre: los sentimientos, única sustancia que nos unifica.








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