Saint-Saens: S y Dalila
Dos poemas elegíacos -ya desde los títulos- de quien siente la existencia como un tránsito por la melancolía y pretende evitarla mediante el esfuerzo del abrazo a la superación personal y la humildad de la propia cognitividad. Manifiesta es en ellos la inseguridad e imprecisión léxica y su caotismo, precisados de un filtro. Como de quien se afana por encontrar una dicción exacta y propia entre la maraña de los propios sentimientos y del lenguaje.
El primer texto, que se abre y cierra con casi igual afirmación, es una anticipación de la muerte: el yo especula con su funebridad como si ya hubiese desaparecido. El segundo reitera su sombría visión, ahora anticipando la vejez y la desaparición del amor. En ambos es significativa la amenaza de la temporalidad como un futuro presentizado, expresa en los tiempos verbales y la palabra "cuando" con que se abren y cierran los dos textos. No es extraño que Helena Vilella quiera ser Koroa Batekin -o al revés-, como supliendo una la vida que le falta en la otra.
No es extraño que Helena Vilella quiera ser Koroa Batekin -o al revés-, como supliendo una la vida que le falta en la otra.
Réquiem
Cuando ya no esté
una orquídea brotará entre toda la maleza.
Tal belleza entre tanta fealdad
siempre será advertida desde la lejanía.
Hacia otros paseos se alejarán
los sonados estruendos y aullidos de guerra.
Cabalgarán voces legionarias
de regreso a su principio.
Al tiempo que el prestado envoltorio repose,
en la gélida oscuridad.
Lucirá en la superficie un color añil,
porteado por una brisa afable.
Dará a luz la tierra su dríade sagrada
patente de vida junto a un roble centenario.
Será llevada por el susurro del viento.
Cuando ella no esté.
Muchísimas gracias, sr. Gracia. Un verdadero detalle que agradezco mucho, pues una atenta crítica constructiva siempre es como caída del cielo. Nos seguimos leyendo.
ResponderEliminarDoña Helena: las palabras idóneas no caen del cielo, sino del esfuerzo de quien las escribe. Saludos.
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