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viernes, 2 de abril de 2021

Poemas en Akra Leuka (XVI) - Helena Vilella Bas

 
Saint-Saens: S y Dalila

Dos poemas elegíacos -ya desde los títulos- de quien siente la existencia como un tránsito por la melancolía y pretende evitarla mediante el esfuerzo del abrazo a la superación personal y la humildad de la propia cognitividad. Manifiesta es en ellos la inseguridad e imprecisión léxica y su caotismo, precisados de un filtro. Como de quien se afana por encontrar una dicción exacta y propia entre la maraña de los propios sentimientos y del lenguaje. 

El primer texto, que se abre y cierra con casi igual afirmación, es una anticipación de la muerte: el yo especula con su funebridad como si ya hubiese desaparecido. El segundo reitera su sombría visión, ahora anticipando la vejez y la desaparición del amor. En ambos es significativa la amenaza de la temporalidad como un futuro presentizado, expresa en los tiempos verbales y la palabra "cuando" con que se abren y cierran los dos textos. 
No es extraño que Helena Vilella quiera ser Koroa Batekin -o al revés-, como supliendo una la vida que le falta en la otra. 

 
Réquiem


Cuando ya no esté
una orquídea brotará entre toda la maleza.
Tal belleza entre tanta fealdad
siempre será advertida desde la lejanía.
Hacia otros paseos se alejarán
los sonados estruendos y aullidos de guerra.
Cabalgarán voces legionarias
de regreso a su principio.
Al tiempo que el prestado envoltorio repose,
en la gélida oscuridad.
Lucirá en la superficie un color añil,
porteado por una brisa afable.
Dará a luz la tierra su dríade sagrada
patente de vida junto a un roble centenario.
Será llevada por el susurro del viento.
Cuando ella no esté.



Sepultura al amor

Cuando llegue la vejez prematura
de los días en que se ama,
madrugará el temor y se alzará de mi lecho.
Yo sé que alguna vez caerá ese húmedo vidrio
de mis ojos somnolientos
y quedarán ante mí disecados pétalos sin habla.
Saldrá a la media noche
bajo un relente inacabable,
humedeciendo las plantas de sus pies
hasta el último trozo de su carne.
Agarrará con miedo su rostro,
sabrá que ha sido sepultado
cuando ya no se pronuncie su nombre.

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2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, sr. Gracia. Un verdadero detalle que agradezco mucho, pues una atenta crítica constructiva siempre es como caída del cielo. Nos seguimos leyendo.

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  2. Doña Helena: las palabras idóneas no caen del cielo, sino del esfuerzo de quien las escribe. Saludos.

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