Scriabin: Poema del éxtasis
Conocí a Carmelo S (antiago) García en Elche, en tiempos de la revista Tabala. Juntos estuvimos en un congreso en Aguadulce, patrocinado por la Reina Sofía. Intercambiamos algunos textos. Me interesaron los suyos. Le interesó mi The Lady of Ilici, que apareció en Tabala. Y en ella se quedó, pruebas de imprenta ya corregidas, su largo poema-libro "Los cíclopes de Ifach".
Enseguida nos reconocimos semejantes y, más enseguida, separamos nuestra incipiente amistad; quizá porque nos parecíamos demasiado...
Tuve tiempo, poco después, de pedirle unos poemas para Algaria O, en un momento -debo confesarlo- en el que carecía de colaboraciones. El siguiente es uno de aquellos poemas; en él la invasión de lo místico es evidente desde el título; reconozco que alentó mi también encrespado trascendentalismo:
La escala de Jacob
1.-
El dolor que me azota y el amor anudado
después de tanta niebla sobre mis ojos lirios,
la música quebrada, los pájaros del ansia,
tanto suicidio incruento para burlar la muerte
y la profanación de lo prohibido
saben a sentimiento derrotado,
a fracaso extendido del ángel imposible.
después de tanta niebla sobre mis ojos lirios,
la música quebrada, los pájaros del ansia,
tanto suicidio incruento para burlar la muerte
y la profanación de lo prohibido
saben a sentimiento derrotado,
a fracaso extendido del ángel imposible.
2.-
El corazón golpea como una aldaba amante
a las puertas del alma y no respondo.
¿Qué bayoneta dulce rezumando epitafios
se introduce en mi sangre y me convierte en dios?
Pues con mis manos agarrando nubes,
trepando estrellas, desvelando dudas,
como una yedra de metal divino
me voy trenzando sobre un árbol de ámbar
y un torbellino de cristal desnudo
me envuelve entre sus alas silenciosas.
Asciendo como un dardo enloquecido
ciego en el vuelo inmóvil de mis ansias...
El corazón golpea como una aldaba amante
a las puertas del alma y no respondo.
¿Qué bayoneta dulce rezumando epitafios
se introduce en mi sangre y me convierte en dios?
Pues con mis manos agarrando nubes,
trepando estrellas, desvelando dudas,
como una yedra de metal divino
me voy trenzando sobre un árbol de ámbar
y un torbellino de cristal desnudo
me envuelve entre sus alas silenciosas.
Asciendo como un dardo enloquecido
ciego en el vuelo inmóvil de mis ansias...
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