Sahagún leyendo dos poemas
Conocí a Carlos Sahagún en casa del poeta Manuel Molina. Allí habíamos quedado para una entrevista. Yo debía escribir un libro sobre su poesía para el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert; llevaba unas cincuenta o sesenta páginas cuando decidí que no me sentía capaz de darle la calidad y dimensión que deseaba y abandoné la escritura, a pesar de que su publicación estaba anunciada. Algunas de esas páginas antedichas salvé para la revista Algaria 0 (en un ensayo demasiado barroco que creo que titulé pomposamente Carlos Sahagún: la transgresión de una contumacia).
No sé si Sahagún era tan autoexigente -aunque así parece indicarlo la brevedad de su obra-, pero sí tan introspectivo y huidizo de las masas y los círculos literarios. A finales de los 90 rechazó la invitación que le hice para que interviniese en el ciclo Alimentando lluvias.
No sé si Sahagún era tan autoexigente -aunque así parece indicarlo la brevedad de su obra-, pero sí tan introspectivo y huidizo de las masas y los círculos literarios. A finales de los 90 rechazó la invitación que le hice para que interviniese en el ciclo Alimentando lluvias.
Había recogido el autor sus libros, salvo el último, en uno breve -si bueno...- titulado Memorial de la noche. Pero ya se sabe: quien no grita en medio de la multitud no es vociferado por ella.
Murió hace 6 años, tan silenciosamente como vivió.
Murió hace 6 años, tan silenciosamente como vivió.
Aquí dejo un poema enjuto y limpio que me envió para Algaria 0 y que apareció en Primer y último oficio:
Invierno y barro
Sé que, por mucho fuego que ahora ponga,
la adolescencia transcurrió conmigo
y del fragor de sus mitologías,
frente a los altos muros combatidos,
sólo quedaron evidencias vagas,
ecos ahogados bajo el cielo efímero.
Mas removiendo a fondo estas cenizas
regresa a veces un fervor perdido
y unos focos alumbran a intervalos
el aguacero en el suburbio, al filo
de la honda madrugada. ¿Vuelves tú,
difuminada imagen de mí mismo,
vuelves apenas a entregarme sólo
la ambigüedad al fin, no el contenido
tenaz de aquellos años sin fronteras
en que íbamos descalzos, insumisos,
y era verdad la vida solidaria
aun con invierno y barro en los caminos?
Pues fracasó la realidad de entonces,
no sucumba el poema, no haya olvido.
no sucumba el poema, no haya olvido.
Y aquí, con su voz, otro, también signado por la infancia; y como el anterior, en endecasílabos -este también con heptasílabos- arromanzados:
Voz de Sahagún
Carlos Sahagún (1938-2015)
A imagen de la vida
Qué niño irá a caballo, pensativo
hacia el mar insondable,
para contarnos una dura historia
de despojos guerreros y de hambre
como aquel mediodía que revive
aún hoy bajo los cascos sollozantes.
Tal vez la vida sea para otros
asunto menos grave,
música que escuchamos desplegada
dulcemente en el aire,
o larga espera en la seguridad
de que el tren llegará temprano o tarde.
Mas para mí no puede ser sino
dolor hecho a su imagen.
dolor hecho a su imagen.
Mi porvenir y mi principio
son una misma escena inolvidable:
el mar que emerge eternamente
al fondo de una calle
y un niño y un caballo derribados,
tragados por el oleaje.
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