Hay quienes presumen de inteligencia o belleza: ¿No saben que ni una ni otra son un mérito sino un regalo de la Naturaleza? Por esa misma causa, no es culpable la fealdad o la inabundancia mental.
Lo meritorio es el esfuerzo de quien siendo apenas nada, o siendo mucho, se empecina en ser algo por encima de su buena o mala suerte en el reparto azaroso de los genes.
Y lo detestable es que el presuntuoso presuma de sus logros y, peor aún, que haya tantos que incluso se arrogan méritos de los que carecen. (¿Nadie ha oído a un imbécil decir "soy poeta, soy artista, soy..." como si eso fuera cuestión de querer?).
La humildad consiste simplemente en dejar que sean los demás quienes aprecien nuestros méritos; la necedad es la autoproclamación de nuestro yo como si fuera el mejor.
Ya lo decía aquel macareno que era yo para acallar a un inepto presumidor de alta sapiencia: "Nerón tuvo dos maestros: Séneca y Burro; puedo aseguraros que vos no sois Séneca".
Hombre, presumir un poco ayuda a auto-afirmarse ante tanto sinsentido de la vida. El pecado es la soberbia y pensarse tocado por el dedo divino.
ResponderEliminarAntonio Gracia: Aciertas en tu razonamiento. Ese es el gran mal. La perdición de esta nuestra sociedad es creerse que somos lo que no somos y no buscar la verdad más allá de lo que, dado por las circunstancias o por el halago -la adulación es el gran pecado que provoca la mediocridad -, obtenemos quizás demasiado fácilmente. El alrededor suele ser sustancia sin compromiso, débil, insulsa. Por eso la lectura o la palabra de aquellos que han cultivado su saber mediante el estudio, dando lugar a la elaboración de su pensamiento, a la maduración de su inteligencia, son las fuentes de nuestra cordura. Y, ciertamente, el halago, supone una rémora. Un fácil recurso para quedar bien…ante los desorientados. Y el “autohalago”, de tan fácil construcción, es nuestro peor enemigo.
ResponderEliminarYa que la vida no tiene sentido / todo poema debiera otorgárselo.
ResponderEliminarAmbicioso empeño. Lograr semejante éxito demanda enorme dedicación y mucha fe. Pero estoy de acuerdo, de la recurrente insatisfacción puede que surja el acicate para no dejarlo.
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