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viernes, 19 de marzo de 2021

Palimpsestismo


Mendelsshon: Romanzas sin palabras


Aprovecho los comentarios recibidos sobre los poemas de ayer (pulsar 9 + 1para explicar lo siguiente: 


Pocas cosas hay peores que la impostura. Por eso cuando atribuyo a otros autores textos que yo he escrito no es porque sea un impostor, sino porque soy defensor del palimpsestismo (*): del reconocimiento de que cuanto escribimos ya está dicho, y mejor, por nuestros ancestros, y que solo podemos reescribir, añadir matices, fundamentarnos en la escritura de la Humanidad para tratar de ser hombres -y mujeres- dignos de ella. Así que mis presuntos heterónimos, seudónimos o como quiera calificárseles, no son disfraces ni burlas -aunque también hay ludismo y escondite- sino simples ejercicios prolongatorios, escritos sobre lo escrito. 


    Tales tentativas son muestras de lo antedicho: que por muy nuestro que creamos lo nuestro siempre hay alguien del pasado dirigiendo y caligrafiando nuestra pluma, escribiendo con nuestra voz, demostrando que esos álguienes fueron profetas o amanuenses de nuestra versión: que probablemente sobra nuestro escrito si no es digno de ellos: que somos sus borradores a posteriori. Son nuestros arbotantes, y nuestros homenajes. 


    ¿Son mías mis palabras, son del diccionario o son de quienes ya las utilizaron? Contestar a eso ya es obtener una gran respuesta.  Las palabras siempre son connotativas, multimillonarias en connotaciones, huérfanas de un solo padre, hijas de cuantos las han dignificado. 


    Cuando suena "La consagración de la primavera", de Strawinski, ¿está sonando este o también todos aquellos de los que aprendió, cuantos desechó, cuantos integró en su pentagrama, todos los que hicieron que cambiase el rumbo de la música? Todo poema es un viaje desde los anteriores viajes hasta las sucesivas ítacas y citereas.


    Yo he versificado los sonetos que siguen; pero lo que en ellos digo, aunque sea autobiografismo síquico, creo que también lo fue de los autores que menciono -y otros muchos-; porque ellos, como yo, podemos y debemos decir aquello de "soy humano y nada de lo humano me es ajeno". Todos hemos pasado por gemelas sensaciones y experiencias.


    Es una identificación de muchos, un hermanamiento de identidades porque en un hombre hay muchos hombres, y en un escrito muchas plumas que han buscado la idoneidad expresiva para que sea igualmente idónea del pensamiento y sentimientos de quienes nos suceden. Frente o junto al "todo poema tiene el rostro de mi mente", que implica un individualismo exacerbado, está el diacronismo humano, el que es factor común de la Historia, del hombre de cualquier tiempo: siempre hay en él un fragmento de identidad semejantemente idéntico al de otro y otros hombres, el de todos, el que debe pulsar con su palabra para que suene hasta integrar el uno en el todos y lo de todos en uno.


    En estos poemas yo me retrato a través de muchos y muchos se retratan en mí (¿Quién no ha sufrido similares cogitaciones?). Pero el proceso, en verdad, fue como el de mi título "Hijos de Homero": escribí los poemas en diferentes épocas; me pregunté a quiénes podía atribuírseles o semejar su semblanza: y lo hice. Al que más me costó encontrarle rostro fue al de la escultura; el único escrito con la imagen como modelo, el de Böcklin.


    Si es verdad que "cuando leo a Quevedo soy Quevedo" "y cuando pienso en Roma soy Virgilio", tema de la reencarnación, también lo es que "escribimos para permanecer".


Los reproduzco por si el lector desea revisar: 


Diez Sonetos (Autorretrato en otros)


1.- El desencanto (Quevedo)


Aceptar que una estrella silenciosa 

es, en verdad, el fuego de un infierno,

y que en el resplandor del alba hermosa

nace la noche con su breve invierno.


Admitir que la muerte lujuriosa

se engendra ya en el cíngulo materno

y florece en el lirio y en la rosa 

porque todo es fugaz y nada eterno.


Comprender que son vanos los empeños 

del vivir por huir de un fin amargo

y que al hombre lo rige el desengaño.


Saber que el corazón inventa sueños

para sobrevivir: y, sin embargo,

no poderse engañar con ese engaño.




2.- Bajo la pluma (Lope)


Solo en la inmensidad del universo, 

bajo el párpado azul del alto cielo,

el corazón tan solo halla consuelo

en el cuadro, la música y el verso.


Por sosegarme, con la luz converso 

del músico paisaje, del desvelo

del viento al salmodiarse, del anhelo

de infinitud, y en versos me disperso.


En las constelaciones prodigiosas

de la frágil palabra me persigo

sin esperanza, pero incontinente.


Las luciérnagas arden como rosas 

alumbrando senderos, y las sigo

armado con la pluma solamente.




3.- Liturgia del poema (Góngora)


Primero es un rumor a un ritmo asido, 

un aroma, una luz aprisionada

en la sombra, una hoguera dilatada

que asoma su fulgor desconocido.


Luego encuentra su música el sonido

en la frágil palabra revelada;

y la voz, caudalosa o mesurada,

la pluma ordena, pule y da sentido.


En la página hermosa y fatigada

la mano alza la luz desde la bruma,

porfiando darle vida a cuanto nombra.


Quedan, bajo la herrumbre calcinada,

palabras sostenidas por la pluma

y sueños derribados en la sombra.



4.- Yacente sobre el fuego (Ilaria del Carretto)


Está sobre la tumba el cuerpo echado,

pero mantiene la cabeza erguida;

y su efigie de piedra, ennoblecida

por el cincel, el tiempo ha derrotado.


La mirada yacente y sostenida

parece, en su quietud, haber hallado

la senda de la muerte hacia la vida

y, en el sosiego, el paraíso ansiado.


La mano mortecina y delicada

abraza el aire y su otoñal perfume,

mientras fulge la luz su incandescencia.


En su desolación esperanzada,

la escultura de pórfido resume

la frágil potestad de la existencia.



5.- Böcklin (La isla de los muertos)


Como un enigma en el ocaso erguido,

yace el islote, leviatán varado:

si por el cuarzo, sueño iluminado,

por los cipreses, túmulo florido.


Umbral de luz en piélago dormido,

torre frugal, barquero amortajado,

aire en quietud y remo desnortado

en el espacio el tiempo han detenido.


El fantasmal y onírico paisaje

-clara desolación, febril sosiego-

muestra a Caronte al conducir su presa.


¿Pero hacia dónde se encamina el viaje?

A la esperanza y sinrazón me entrego:

la Muerte hacia la vida nos regresa.



6.- Razón de la palabra (Fray Luis)


Sueño que un día alcanzaré la cumbre  

de la serenidad y la firmeza.

Pero el oro del tiempo es solo herrumbre, 

ruina de sueños, vida sin nobleza.


Nunca escribí para buscar belleza, 

sino para aliviar la pesadumbre;

pues, al verbalizarse, mi tristeza

halla consuelo, encuentra mansedumbre.


Sé bien que la existencia es una herida 

que sólo con la muerte se sutura,

y cada cual se entrega a una esperanza.


Yo leo el manuscrito de la vida, 

trato de descifrarlo en mi escritura

y aprendo a ver la muerte con templanza.




7.- Non serviam (Garcilaso)


Cansado de morirme cada día

sin hallar el descanso de la muerte,

renuncio a refugiarme en la elegía

como consuelo ante la adversa suerte.


Rompo la tradición de la poesía 

de quien en versos su dolor convierte,

y me esfuerzo en hacer de la alegría,

de entre todas las musas, la más fuerte.


En vez de recrear con amargura

la aventura fatal de la existencia,

quiero hacer de mi pluma mi destino.


Tal vez plantando paz en la escritura 

la existencia, por fin, tome conciencia

de que solo la luz es un camino




8.- Meditación (Yepes)


A veces, cuando sueña la conciencia

en el umbral del enardecimiento,

siente en su beatitud y acendramiento

la transfiguración de su existencia.


El alma se despoja de su esencia

y, como si surcase el firmamento,

llega a la fuente del conocimiento

y allí se inviste de clarividencia.


Regresa luego de la estancia hermosa

ataviada de luz y de armonía,

y despierta callada y fervorosa.


Desde ese instante el corazón rebosa

sed de inmortalidad, y sólo ansía

una metamorfosis venturosa.




9.- Opus postumum (Schumann)


En los atardeceres, cuando el alma 

se suaviza, y se va alejando el día,

siento que en mi dolor deja su calma

el resplandor de la melancolía.


Me invade una quietud avariciosa 

de desasirme y de transfigurarme

en el pétalo hermoso de una rosa

para, luego, en estrella reencarnarme.


Hoy esa dulcedumbre me atenaza 

con sus amables brazos y sus besos,

y se estremece el universo en mí.


Siento una luz oscura que me abraza.

Va trepando la muerte por mis huesos.

Se ilumina la nada. Sé que fui.




POSDATA

Sonetazo de 154 sílabas (J. Cantero)



Poetas que escribís versos de viento,

ruiseñores de la versolatría

que juglariáis la gran algarabía

aprendida en la hiel del excremento:


¿Qué músicas seguís en el intento

de almibarar vuestra disentería,

si escribís versos, pero no poesía,

con sílabas sin pies, alma ni aliento?


Prosisómanos son vuestros poemas,

estangurrios, caníbales y tísicos,

como nacidos de parlante afasia.


Famamundiarse a base de lexemas 

estupradores, chancros, sifilíticos:

tal es, poetas, vuestra idiosincrasia.


(*) Buen ejemplo de palimpsesto es la elegía de M Hernández, construida magistralmente con emociones, conceptos y formulaciones de otros, cuyos bien engranados fragmentos constituyen todo un icono. Más claro es el caso de los sonetos, aquí ya aparecidos, que reescriben el carpe diem desde la antiguedad (La construcción del poema). 


2 comentarios: