Dicen quienes pueden decir porque saben lo que dicen que una vacuna no es panacea, ni siquiera una triaca milagrosa aplicada a los virus, sino que pone la semilla para que el cuerpo humano active su latencia antivírica y se defienda por sí misma del enemigo.
Por lo tanto quien no se vacuna no recibe ese despertador de su potencial defensivo.
Es natural temer los efectos secundarios; pero el pánico raya en el absurdo, puesto que ese riesgo no alcanza al uno por millón: en España, sumaría una treintena o cuarentena, en total, de afectados. ¿Quién no preferirá esa lotería a la de la exposición al contagio sin vacuna?
Así que...
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