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¿Pero qué ocurre en la mente de la amada? Cuál es su reacción al saberse convertida en diosa, al temer no estar a la altura de la idealización, o que todo sea un embeleco del trovador para burlarse de ella o apropiársela donjuanescamente?
De vez en cuando, no obstante, hay quien se ciñe a la naturaleza y acepta las palabras como lo que son: el rostro de los sentimientos. Y entonces todo se allana porque vivir es asumir incluso la impostura en lo que tiene de "el otro yo interior irrenunciable".
Y esto es lo que leemos en el siguiente soneto de Cantero:
Schumann: Carnaval (Chopin)
De Azulinda Nolyna para su enamorado
Tú dime que me amas, que me quieres
más que a todas las cosas de este mundo,
y que has sido tan solo un vagabundo
buscándome entre todas las mujeres.
Dime una vez, y mil, que me prefieres
porque has hallado en mí el amor profundo
que no encontrabas, que con él inundo
tu corazón, y que sin él te mueres.
Yo te diré que sí, que creo en ti,
que nada es falso de cuanto me escribes,
que escribes para mí y para mí vives.
Confío en ti lo mismo que tú en mí.
El amor es la única mentira
que el alma acepta y por la cual suspira.
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