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lunes, 1 de febrero de 2021

Mentira disfrazada es la verdad (Estos días, poesía, VIII)

Música renacentista

Fuenllana: Canto del caballero


gico parece que, teniendo tanta divinidad por competencia, la dama vigile la belleza que tanto amor ha despertado y se ayude a mantenerla para no perder feligreses de su cuerpo. 

El soneto que sigue (de uno de los Argensola, o de los dos) expone con elocuencia esa licencia que, por la competencia, permítese la dama burlando su inocencia sin paciencia.

En el primer cuarteto aparece el cuchicheo sobre la falsedad de la belleza de la dama, toda llena de los alambiques de la época. 

El segundo cuarteto insiste en que, no obstante, hay que reconocer que "es tanta la beldad de su mentira" que no sería más hermosa la verdad de un rostro natural.

En los tercetos, la valía del artificio se justifica porque ni siquiera la Naturaleza es natural, como demuestra el hecho de que tampoco el cielo es lo que parece, sino que es solo el producto de las dioptrías atmosféricas.

El poema cabalga entre lo burlesco y el desengaño fatal, pasando de lo intrahistórico frívolo al escepticismo existencial, de lo intrascendente a lo metafísico, como subraya el verso último: "lástima grande / que no sea verdad tanta belleza". La verdad es una mentira disfrazada.

Soneto


Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que ese blanco y carmín de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

Pero también que confeséis yo quiero

que es tanta la beldad de su mentira,

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual en rostro verdadero.

¿Qué, pues, que mucho yo perdido ande

por un engaño tal, ya que sabemos

que nos engaña igual Naturaleza?

Porque ese cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul; lástima grande

que no sea verdad tanta belleza.

Bartolomé Leonardo de Argensola, o quizás Lupercio

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