Ver >>>
Estos días, poesía (I): Boscán
Estos días, poesía (II): Garcilaso
Estos días, poesía (III): Hurtado de Mendoza...
Estos días, poesía (IV): Perdido ... entre la gente
Estos días, poesía (VI): Cervantes
Soneto desde Azulinda (Estos días, poesía, VII)
Lógico parece que, teniendo tanta divinidad por competencia, la dama vigile la belleza que tanto amor ha despertado y se ayude a mantenerla para no perder feligreses de su cuerpo.
El soneto que sigue (de uno de los Argensola, o de los dos) expone con elocuencia esa licencia que, por la competencia, permítese la dama burlando su inocencia sin paciencia.
En el primer cuarteto aparece el cuchicheo sobre la falsedad de la belleza de la dama, toda llena de los alambiques de la época.
El segundo cuarteto insiste en que, no obstante, hay que reconocer que "es tanta la beldad de su mentira" que no sería más hermosa la verdad de un rostro natural.
En los tercetos, la valía del artificio se justifica porque ni siquiera la Naturaleza es natural, como demuestra el hecho de que tampoco el cielo es lo que parece, sino que es solo el producto de las dioptrías atmosféricas.
El poema cabalga entre lo burlesco y el desengaño fatal, pasando de lo intrahistórico frívolo al escepticismo existencial, de lo intrascendente a lo metafísico, como subraya el verso último: "lástima grande / que no sea verdad tanta belleza". La verdad es una mentira disfrazada.
Soneto
Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que ese blanco y carmín de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero también que confeséis yo quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual en rostro verdadero.
¿Qué, pues, que mucho yo perdido ande
por un engaño tal, ya que sabemos
que nos engaña igual Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul; lástima grande
que no sea verdad tanta belleza.
Bartolomé Leonardo de Argensola, o quizás Lupercio
No hay comentarios:
Publicar un comentario