"El amor es el único gigante que nos convierte en dioses", dice el autor. Es decir: que nos hace sentirnos vivos, nobles, intemporales ...
Pero, si es así, ¿qué ocurre cuando muere la amada, o el amado? Ciertamente: que morimos con él -total o parcialmente-. ¿Dónde depositaremos esa fuerza motriz que hemos canalizado hasta ella, o él, quién encenderá el fuego que nos dio el ansia de vivir? Porque desaparecido el amor desaparece el futuro, puesto que morimos con la muerte del amado. Recuérdese a Melibea diciendo "Oh la más de las tristes triste... no es tiempo de yo vivir" y arrojándose desde la torre tras morir Calixto; y a Isolda, muriendo de amor ante la muerte de Tristán.
Gabriela Mistral, también sufrió esa tragedia; buena muestra son estos tres "Sonetos de la muerte", en los que aparece la confusión de la soledad, el dolor y la culpa -y la muerte como si esta se hubiera utilizado como arma vengativa por los celos sufridos-.
Escritos en serventesios alejandrinos, es notoria la huella que dejó en la "Elegía" de M. Hernández ("cavan briosamente", la disputa por el celoso apropiamiento...):
LOS SONETOS DE LA MUERTE
I
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura,
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...
III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
Y yo dije al Señor: —«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
Estos días, poesía (I): Boscán
Estos días, poesía (II): Garcilaso
Estos días, poesía (III): Hurtado de Mendoza...
Estos días, poesía (IV): Perdido ... entre la gente
Estos días, poesía: (V): Aldana
Estos días, poesía (VI): Cervantes
Soneto desde Azulinda (Estos días, poesía, VII)
Mentira disfrazada es la verdad (Estos días, poesía, VIII)
Definiendo el amor (Estos días, poesía. IX)
El rostro de la amada (Estos días, poesía. X)
El amor invisible (Estos días, poesía. XI)
La castidad del amor (Estos días, poesía, XII). Somoza
Miedo al amor (XIII) Góngora, Sor Juana Inés
Del ser y el parecer (Estos días, poesía, XIV). Iriarte
Carnavalandia (Estos días, poesía, XVII) Anónimo XVIII
Resucitando a la amada (Estos días, poesía, XIX). Cadalso
Pago que da el mundo a los poetas (Estos días poesía, XX). Villarroel
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