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miércoles, 3 de febrero de 2021

El rostro de la amada (Estos días, poesía. X)

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En esta aproximación a los sonetos amorosos escritos en castellano no puede faltar uno de los menos perfectibles, porque es casi perfecto; más grandioso es, por la dimensión trascendente de su tema, el quevediano "Amor más poderoso que la muerte"; pero este de Góngora es un prodigio de síntesis, densidad e idoneidad expresiva: tallado como un diamante a partir de otro no menos hermoso de Garcilaso, que reproduzco al final (*).

Los catorce versos de Góngora forman una sola oración que, como un pincel detallista, describe la belleza del rostro de la amada, esa que han cantado todos los poetas, y se detiene imperativamente en un carpe diem amenazador y taxativo: el triunfo de la temporalidad-fugacidad y, por eso, la negación del futuro y la incitación al gozo del presente. Góngora yergue una de las mayores contundencias y diafanidades, a pesar del atavío figurativo de metáforas, hipérboles ... El cabello, la frente, el labio, el cuello -expuestos en una simetría del 4- triunfan progresivamente sobre la Naturaleza (oro solar, lirio, clavel, cristal) y, sin embargo, la edad impide que la dama permanezca (Lope:) "resuelta en polvo ya, más siempre hermosa", puesto que todo se convertirá, según el sentencioso último verso, "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada". Como si se apresurase a decirle a Quevedo que será falsa su afirmación, en su soneto, de que "serán ceniza, mas tendrán sentido".

Soneto

Mientras por competir con tu cabello,

oro bruñido, el sol relumbra en vano,

mientras con menosprecio en medio el llano

mira tu blanca frente el lilio bello,

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano,

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu blanco cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola truncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.


(*) Garcilaso: Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre.


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