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sábado, 6 de febrero de 2021

La castidad del amor (Estos días, poesía, XII). Somoza


Arriaga: Cuarteto 1

La castidad del amor

Si el soneto "A Cristo crucificado" (Pulsar AQUÍ) puede ser emblema de una desviación, o una extroversión de la sensualidad, inducida por el religiosismo eclesiástico, otras formas existen de inhibición amórica: como la represión y la autocastración de ese compulsionismo afectivo, que busca, como la olla hirviente, una válvula de escape.

¿Puede ser el amor casto? ¿Puede reducirse en la probeta del cerebro a un sentimiento "espiritual", trepanando la carnalidad, la pulsión erótica, la lascivia, lujuria, devoración...?

¿O debe contener sexualidad y completarse en ella? ¿O será que al espíritu se llega a través de la vía sensual, tal como la expone Aldana (Pulsar AQUÍ)?

Parece ser que somos menos animales que el resto de los animales porque in illo tempore nos nació un órgano llamado inteligencia. Este debería servirnos para distinguir la animalidad de la humanidad, y aceptar que si los demás animales se rigen por las leyes naturales el hombre, como animaloide, también debiera; lo cual incluye la genitalidad, capacidad que ejerce el ser humano durante todo el año y no solo cuando llega la temporada de la yocunda procreadora.

Pero en fin: ese inejercicio por prohibitismo de la disfunción conduce a la honestidad, que no debiera ser castración... 

El soneto de José Somoza describe a la amada castamente tocada por la luna y virgenmente dejada por el amante tras repetir el ojival recorrido del lunático astro de la noche. El lector queda sin saber si era ese abandono lo que soñaba la mujer durmiente o, si se enteraba de la inconsumada aventura, se preguntó el porqué de su desventura: 

La luna

               

La luna, mientras duermes, te acompaña, 

tiende su luz por tu cabello y frente, 

va del semblante al cuello, y lentamente 

cumbres y valles de tu seno baña. 


Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña 

hoy velo, lloro y ruego inútilmente, 

el curso de la luna refulgente 

dichoso he de seguir, o amor me engaña. 


He de entrar cual la luna en tu aposento, 

cual ella al lienzo en que tu faz reposa, 

y cual ella a tus labios acercarme; 


cual ella respirar tu dulce aliento, 

y cual el disco de la casta diosa, 

puro, trémulo, mudo, retirarme.

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