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sábado, 23 de enero de 2021

La muerte de Gutenberg (Una elegía)

 

Rachmaninov: Rapsodia ...


El instinto de supervivencia injerto en nuestros genes nos impulsa a sobrevivir: a evitar el dolor, la enfermedad y la muerte. 

Algunos trazan estrategias artísticas para burlar la mortalidad y crean efigies de sí mismos que pretenden ser inmortales: los pintores, músicos, poetas, los gladiadores de palabras, pentagramas, dibujos...

Aquel que se derrama en la palabra, por ejemplo, sueña con verse manuscrito gutenberguianamente en libro para decir: este soy yo, a pesar de vosotros y de mí; nadie me matará, viviré siempre.

Huele a imprenta su carne, sueña ya que es un libro...

Pero ya ha muerto Gutenberg para gloria, o desgloria, de la página internética. 

El hombre y la mujer que hoy aparecen editados son otros hombres y otras mujeres, distintos todos: porque no ha muerto el mundo, pero sí nuestro mundo. Ya no corre la misma sangre, ni funcionan igual nuestras neuronas: dan vida a otros humanos que construyen con criterios distintos. 

Hemos muerto hace tiempo y no lo recordamos. El virus es la primera errata de ese nuevo mundo.

He aquí un fragmento de Informe pericial:

VII

Eran siglos oscuros. Tenebrarios, 

lamparillas y aceites alumbraban

los garabatos mágicos, pulidos

por manos despaciosas que tallaban

diamantes de papel, códices de oro,

talismanes para la eternidad

como un legado hacia un renacimiento.

Tal fervor amanuense forjó imprentas 

y aquel tesoro enriqueció a millares

al mostrarles los mundos de este mundo.

Fue como si un gran sol amaneciese 

y descubriese luz en las tinieblas.

Pasó un tiempo. En el año Mil quinientos

cuarenta y tres un hombre agonizaba

y en su lecho de muerte recibió

un título temido y exultante:

“De los cuerpos celestes y sus círculos”.

Solo mil ejemplares se imprimieron, 

y tardaron dos siglos en venderse.

Pero algunos abrieron otros ojos 

que hubiesen retrasado el porvenir

de haber tenido que esperar un códice.

Tan solo el libro es subversión pacífica 

y muestra que en un hombre hay muchos hombres.

[Gutenberg, Copérnico]




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