La solución no está en decir lo siento
Vivimos en un mundo de inexactitudes. La ciencia debe ser exacta: si no, es una mala ciencia. Los electrodomésticos funcionan con exactitud: si no, se quemaría la comida, el ordenador sería un dromedario o la televisión emitiría algún buen programa.
Sin embargo, las personas no se responsabilizan de sus mecanismos de conducta; y cuando por su causa llega una mala consecuencia les suena el timbre de la disculpa y oímos: “lo siento”. ¿No funcionan todos los relojes con idéntico mecanismo? ¿Y la educación? ¿Y las leyes? ¿Y la gravitación universal? ¿No es su falta de sincronía lo que provoca el Caos? ¿Qué ocurriría si una estrella decidiese no despertar por la noche y salir de su curso en el engranaje del Universo?
¿Qué siente el incumplidor? Porque una cosa es no llegar a la cita, a enviar un libro, u otra cosa... por los imponderables imprevisibles, otra llegar un poco más tarde de la hora convenida, otra tardar dos eternidades, y otra tercera no llegar porque no se previó esto o aquello previsible.
Me detengo en la cita, por ejemplo: Quien espera tal vez ha dejado de hacer esto y aquello para encontrarse con una persona, ha dejado -también por ejemplo- de fumar durante 5 días para que se le destrasiegue de la piel o del pelo el olor a tabaco, ha urgido a quienes le rodean para que acaben antes y poder quedar libre, ha ido a acicalarse para estar bien presentable, ha esperado recibir la alegría que le roba la misma persona que se la prometió...
¿Basta, pues, un "lo siento” para borrar todo eso? ¿No es mejor ser exacto: asegurar solamente aquello de lo que se está seguro de cumplir?
La impunidad de los comportamientos: en el plano individual, social, político... Eso es lo que hace que el mundo sea detestable.
¿Basta, pues, un "lo siento” para borrar todo eso? ¿No es mejor ser exacto: asegurar solamente aquello de lo que se está seguro de cumplir?
La impunidad de los comportamientos: en el plano individual, social, político... Eso es lo que hace que el mundo sea detestable.