Retrato
Yo soy sólo mis sueños y no he de morir nunca
porque no me cumplí, y tengo que cumplirme.
Será en un cuerpo amado; tal vez en un combate
rebelde y luminoso; quizá en mi corazón.
En él guardo un abismo constelado que lleno
con soledad hermosa, la templanza ganada
día a día fluyendo hacia el silencio.
En mi serenidad no cabe el desvarío
ni la tristeza oscura: solamente la luz
de aquel que nada espera porque todo lo tiene
con sólo conjurar un nombre puro.
Cuánta delectación es el sosiego,
y qué felicidad saberse en paz con todo
tras el desasimiento innumerable.
Olvidar el pasado y no amar el futuro,
aprender de las cosas y enseñarme a mí mismo
fueron los horizontes que rigieron mi vida.
Lucho para ser digno de mis sueños.
Mi voluntad no admite la desesperación.
Mucho me dio la noche y me dieron los libros;
y en la escritura hallé la redención dorada.
Ojalá haya sabido legar algo a los hombres,
pues, al fin, hay en mi alma dulce misantropía.
Vivo como si fuera a despedirme; pero
en toda despedida hay un retorno
igual que en cada encuentro hay un adiós.
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