Redescubriendo a los clásicos
Dvorak: La rueca de oro
Miro mis bibliotecas, los recintos que han mantenido viva mi existencia, los refugios en donde consolaba mi indefensión y ... Tocar un libro, aspirar su fulgor, era apropiarme del talismán, el manantial donde las almas perdidas satisfacían su sed de infinitud.
Siento tristeza al ver esta hogaza de libros: porque si el progreso los hizo posibles para ennoblecer la mente, también es el progreso el que va a convertirlos en humo del pasado.
Faltos de perspectiva, nos preocupamos de los nuevos títulos que los reseñistas profesionales vocean por doquiera. Como si los “clásicos” no fuesen más nuevos, vigentes testigos del presente y enunciadores del porvenir. Creemos haberlos leído y en realidad solo los leímos hace mucho: volver a ellos es descubrir que la pluma sabia se ennoblece con el tiempo.
Ahora nos asalta la pantalla internética con títulos ineptos. Hemos cambiado el mundo porque el mundo nos cambia. Y al revés del revés.
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