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lunes, 2 de marzo de 2020

La inteligencia

Holts: Los planetas (Marte)


Hace unos 65 millones de años, en el golfo de Méjico, cerca de Yucatán, cayó un meteorito de cinco kilómetros de anchura. La explosión fue tan terrible que ardió todo el planeta y extinguió incluso a los dinosaurios, que llevaban existiendo mas de cien millones de años. Solo sobrevivieron unas pocas especies, entre ellas los lémures, que se ocultaron bajo tierra, donde los gases de la conflagración no eran letales. De ellos descienden los mamíferos, desarrolladores del embarazo, más seguro por alejado del contacto directo con la atmósfera. El cerebro fue creciendo progresivamente desde los peces, vertebrados, anfibios, reptiles, pájaros... Hay tres cerebros que perduran y rememoran toda la evolución desde sus orígenes: el reptiliano, el pajarraquil y el del primate. El primero controla las funciones de supervivencia; el segundo, las de la convivencia; el tercero, ya en el homínido, se desarrolló hasta la inteligencia. Esta creó el pensamiento abstracto, la deducción, la trascendencia, la metamorfosis del anhelo en realidad: y surgieron monstruos y dioses en la mente, verdadero demiurgo del nuevo devenir.
      Y bien: eso es lo que somos: los seres más inteligentes de cuantos conocemos. Sin embargo somos tan inteligentemente tontos que hemos convertido el Progreso -el homo sapiens- en una involución hacia el homo cretinensis y la materia inerte.


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