Schubert: Adagio D, 956
Origen
Déjame que te llame con el nombre
de la rosa y el mar, la estrella, el vértigo,
la alegría y la luz, aunque no hay agua
ni tierra que no lleve el nombre tuyo.
Todo en el mundo me recuerda a ti
y eres la imagen de cuanto deseo.
No necesito más que tu presencia
para sentir la dicha del instante.
Los pájaros anidan en tus ojos,
rosas rojas crepitan en tus labios
y la música danza en tu sonrisa.
Desde que te conozco eres el dios
que rige mi existencia. Eres el nombre:
el nombre conseguido de los nombres.
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