Honegger / Baudo: Canto de la alegría
Leyó una y otra vez aquellos poemas que se repetían constantemente en las antologías. Necesitaba descifrar qué ocultaban, qué decían tan poderosamente, qué descubrían, cuáles eran sus esencias para que permaneciesen -repitiéndose a lo largo de los siglos- presentes en la memoria de los hombres, identificando sus individualidades, siendo sus retratos. Solo si averiguaba ese secreto podría escribir un poema tan imperecedero como aquellos y no morir jamás.
Hizo lo mismo con las narraciones: para no morir jamás.
Innumerables plumas, como fantasmas del pasado, se lanzaron sobre él desde los estantes ateridos, y con la cruenta tinta que desangraron de su cuerpo escribieron sobre sus ojos: "no hay palabra más grande, ni poema más noble, que la vida".