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domingo, 24 de marzo de 2013

El abrazo total

Schumann / Echávarri: Reverie

Triste solía enorgullecerse de sus muchas bellezas y, sobre todo, de su increíblemente bien tallado pecho. Quienes la habían visto retozar por las playas nudistas hablaban de que ni el mismo Fidias hubiera conseguido semejante y perfecta simetría, erguidora de buriles lascivos, cuyos torrentes de esperma inesperado competían con las espumas óleas del empinado mar gavioteante.

Triste solía sonreír íntimamente mientras los pajarillos picoteaban sus senos y pezones, como brisas heridas por la salacidad. Y un enamoramiento universal en forma de clamor surcaba el Universo, igual que si un bigbang de errático erotismo prendiese el corazón que late amorilmente en todos los corazones. 

"¡Abuelista, Abuelista!", decía Namorato cada vez que el destello de carne paralela y lucífera pasaba ante sus ojos. Jamás había contemplado un paisaje tan enternecedor y erotizante y que, además, despertase semejantes terremotos extremos y cilíndricos en su carne más íntima y ya desaforada. "¡Abuelista!". Y recordó el instante en que la condesa von Morzi se inclinó ante la partitura que Haydn interpretaba al piano y los dedos  de este, presos de una erupción inesperada, dejaron de clavarse en el teclado -sin duda deseando clavarse en otras teclas- al observar aquel doble cimborrio en el escote de la dama.

Pero un día se entristecieron todas las gaviotas porque Triste no aparecía, ni al día siguiente, ni al siguiente mes.

La innumerablemente hermosa Triste yacía en una habitación de un hospital, llorosa y sola, abandonada y triste, porque "hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé...", decíase mientras la flor de su sonrisa marchitaba su corazón y su olimpo torácico, por el que pretendía salir su volcánico ardor, ahora cercenado por la perversa guillotina de un bisturí castrante.

Triste había sigo gangrenada por un tumor hostil y había perdido un pecho, oh belleza marchita.

Triste se sollozaba, sola y desamparada, como un dolor que entristeciese para siempre y no tuviese ya ni memoria del placer.

Pero el amor es ciego y visionario. Y, de repente, un día de lluvia y más tristeza, cuando Triste pensaba abalanzarse por la ventana al fin liberadora, entró en la habitación un olor de jazmines y de rosas, y tras aquel perfume el rostro iluminado del fiel Namorato, quien abrazó a la hermosa y la besó en los pechos, el que era aún dulce roca y el que había derrocado la infiel Naturaleza. 

Y Triste -cuyo carmíneo y verdadero nombre significa poesía- sonrió aún más alegremente que cuando caminaba por la playa.