Fragmento
ardoroso temblor de la materia
angélico egoísmo que se escapa
hacia el páramo de los espejos
y el llano encantado de las campanas
como una red de arterias temblorosas
que apenas se apresura o se retarda
según la intensidad de su deleite
que presume el dolor y no lo cumple
que escucha retumbar el murmullo
absorbe sus esencias y se mantiene
en el fresco alborozo de la carne
admitiendo en su unidad perfecta
el gemido encantado de un encuentro
en el crepúsculo se concentra
en su silencio blanco
en la orilla vital de la palabra
y en la inminencia de la sangre
tiene la noche un árbol
con frutos de ámbar y sed de siglos
una sed que abre cauces en el sueño
dispersa un fulgor de criaturas
y blande el contorno fascinado de la forma
© Manuel Susarte
(del libro inédito El tiempo vive en la mente)
(Dibujo de José Aledo)