Mañana,
con el alba, cuando brillen los campos,
he
de marchar, por fin. Sé que me esperas.
Caminaré
los bosques, cruzaré las montañas.
Viajaré
ensimismado,
solitario
y doliente. Y en mis ojos no habrá
más
paisaje que el ansia de encontrarte.
Ni
árboles o riscos;
ni
cielo azul, o nubes.
Cada
día será como una noche
esperando
tu luz.
Y
al llegar, silencioso, ofrendaré en tu tumba
unas ramas de almendros y de brezos en flor.