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miércoles, 1 de febrero de 2012

Disquisiciones (VII): La palabra raigal


Solo importa y permanece lo que se nombra, no lo que se adjetiva. Todo está dicho: quedan los matices como únicos temas que descubrir al nombrar. El mejor poema de amor es el que Adán diría a Eva: el nombre exacto de sus sentimientos; los demás hemos repetido aquella sustancia intentando añadirle ingredientes, superficiales o profundos. Por eso Quevedo es inolvidable y Zorrilla solo recitable. Porque la obra imprescindible es la que puede prescindir de sus circunstancias. Y el amor, como pura emoción, no necesita de aventuras para ser sentido por todos cuantos sienten con el cerebro del corazón, así como quienes solo son sensibles a lo epidérmico precisan solamente la aventura para sentir aunque no sea más que la frivolidad. Igualmente ocurre con todas las pulsiones humanas; y por eso los libros están llenos de páginas que sobran a fuerza de haber sido necesarias nada más que para cumplir con una moda, una tendencia, unas ventas.