Descripción de la batalla
La flecha hiende el ojo que el escudo
no ha podido ocultar, y
un borbotón
de sangre mancha el
rostro, permitiendo
que la lanza penetre el
pecho. Caen
los hombres en la tierra.
Los caballos
arrastran sus jinetes, ya
cadáveres
trizados por los cascos.
Las espadas
acusan el cansancio, pero
siguen
sajando, desmembrando.
Piernas, brazos
yacen en la verdumbre. El
fiero sol
también es un puñal;
brilla en el aire
y fulge en las corazas.
Los ejércitos,
como dos pedernales, se
golpean
hasta encender la hoguera
de la muerte,
que recoge los cuerpos y
transforma
el campo de batalla en
cementerio.