Lo
esencial no es una abstracción inaprensible para los sentidos faltos de
apoyaturas, sino la sustracción de todo lo efímero y prevaricador del corazón
racional. La poesía es la intuición —o la premonición— de una verdad humana
desprovista de los aditamentos o embelecos del poeta. Solo dice quien halla el
nombre exacto; y solo nombra aquel que calla mucho: hasta que la agonía del
silencio supone más dolor que la escritura.
¿Quién
no hablará en verso suavemente metronómico si la música es la más excelsa
poesía? Aunque más determinante que el ritmo versal es la cadencia de los
sentimientos y la ideación melodiosa de las estructuras. Esa sinfonía de
monodias —música verbal, esencia dictiva, fluencia arquitectónica— es la que
otorga identidad, credibilidad y permanencia a un texto. Si yo fuera dueño de lo que
escribo, y no un simple copista del manuscrito obtuso de mi mente, conseguiría esas
texturas.