Brahms / Rubinstein: Capriccio op 76, nº 2
LA PIZARRA EN LA QUE NO SE LOGRA ESCRIBIR NADA.
Es la del arte falso. En el arte sólo se puede
escribir con convicción, desde lo más hondo de uno mismo,
pozo profundo donde se remansa el alma y brota su agua.
Las palabras del arte implican y exigen una vida.
Toda la vida de quien escribe ha de estar tras
cada una de ellas, ha de sostenerlas. Sólo así
en la pizarra del arte se escribe y por ello es la pizarra
en la que tantos fabricantes no logran nunca escribir nada.
O escriben, pero parece que la tiza o la tinta se borra,
o que resulta esmirriado, o pequeñito, o simple copia
de una voz que sí era verdadera y allí sí quedó fijada.
En otro tiempo, u otro día. La pizarra del artista
exige su vida. Por ello hay sujetos tercos que se empeñan
en entregarse a ella, pero para su música no han nacido,
no tienen nada propio que decir, manantial distinto
o verdad nueva, y así escriben y escriben y fabrican
pero en la pizarra no queda escrito nada.
La pizarra del arte implica un alma.
© Santiago Montobbio