Bach / Scherchen: Ofrenda Musical (G. histórica, 1964)
La
construcción del poema (IV)
Cuatro.-
La idoneidad
8.-
Según decía, todo
autor gesta su obra con cierta ceguera y alguna iluminación: con visión y
técnica. Lo intuido tiene que ser verbalizado con adecuación. Y para ello son imprescindibles
dos criterios o divisas: expresar sustancias memorables y huir de la idolatría
retórica.
Ni escribir como se habla, como
pretendía Juan de Valdés (y hace
tanto poetómano que apenas ha aprendido a farfullar), ni hablar como se escribe
(que constituiría una jerga artificial y deshumanizada). Admitamos que el idioma
poético es innumerable, indefinible e inclasificable, y el más difícil de
aprender. No tiene normas precisas. En cualquier caso, solo una: debe buscar
“el nombre exacto de las cosas”.
Juan Ramón Jiménez recoge esa inquietud con versos
despojados, escribiendo como predica que hay que escribir: “¡Oh pasión de mi
vida, poesía / desnuda…!”. Y en este otro poema:
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos,
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
el nombre esacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos,
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Poco antes, el
vanguardista Huidobro había
publicado su “Poética” creacionista, en la que se mostraba, con otro signo, de igual contundencia en los mismos principios de escritura creadora,
nomenclatura exacta y desnudez lírica:
Que el verso sea
como una llave
que abra mil
puertas. (…)
Cuanto miren los
ojos creado sea.
El adjetivo, cuando
no da vida, mata.
¿Por qué cantáis la
rosa, oh poetas!
Hacedla florecer en
el poema!
El poeta es un
pequeño dios.
Un “pequeño dios”
que tiene que ganar su verbo con el sudor de ser hombre. Miguel Ángel dijo señalando una roca: “La estatua está ahí; solo
hay que quitarle la piedra que le sobra”. Eso es: tallarlo como un diamante. Lo
cual requiere el hallazgo de la idoneidad. Idoneidad entre concepto y
expresión: y como son indivisibles, la tarea es ardua.
9.-
Me detengo un instante:
¿Cómo formularíamos nuestro “dolorido sentir”? ¿Qué verso
escogeríamos:
la potestad esquiva
del dolor
o
la esquiva potestad
del sufrimiento?
¿Cuál es el verso idóneo? ¿Se alarga demasiado el primero
hasta encontrar en cuarta sílaba su acento melódico? ¿Resulta más melodioso el
segundo, con su fonética rítmica más próxima, en 2ª y 6ª? ¿Es más aceptable
para el oído interior un verso llano que otro agudo ("dolor" / "sufrimiento")? ¿No
aceptamos y asimilamos, en fin, de mejor modo lo que se nos dice de armoniosa
manera? Ya los antiguos sabían de estas sutilezas del corazón y del cerebro: dice
Horacio:
beatus ille qui procul negotiis
y Garcilaso:
en tanto que de rosa y azucena
Sutilezas que no se improvisan, sino que las asimila el
inconsciente poético hasta hacer compatibles y convertir en uno solo –aunque
siempre hay retoques retocables- el trance y el intelecto, la verbalidad y su
musicalidad. De modo que lo que se dice –válgame Perogrullo- es lo que se ha
dicho / escrito. Quien carece de la “gracia” natural nada consigue por mucho “esfuerzo”
que haga. Dicho de otro modo: el poeta se hace porque nace con los atributos
para hacerse y porque rehace continuamente su poema: porque encuentra la
idoneidad lírica entre lo que pretendía decir y lo que finalmente dice (siempre
que ambas cosas sean categorías universales).
Creo que el error surge cuando quien escribe
pretende frivolizar o literaturizar su escritura: porque la naturaleza del acto
creador no se aviene con el artificio literario. La poesía no debe nacer del
poeta ni para el poeta, sino de un ser humano ansioso por explicarse a sí mismo
y descubrir su propio nombre íntimo y válido para otro ser humano; si bien
luego debe venir el hombre sentidor y reflexivo a pulirlo como una efigie y
convertirlo en arte. Incluso un poeta "social" como J. A. Goytisolo tiene en cuenta "el oficio del poeta":
Contemplar las palabras
sobre
el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura…
En
fin: tras tanta introspección y búsqueda expresiva, queda lo que anota Salinas sobre el poema, en el que prefiere
el Arte a la Naturaleza -en la vieja oposición entre imitatio y creatio-:
Y ahora, aquí está frente a
mí.
Tantas luchas que ha
costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor
sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el
pájaro,
aquéllos , los del
principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos
rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran
milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.
Y
sin embargo, todo ingrediente que parece imprescindible deja de serlo cuando el
auténtico poeta habla al margen de las poéticas, o con ellas: ¿Existe un poema
más idóneo en su concepción, plasmación y recepción que “Masa”, de César
Vallejo o, en otro extremo, el poema XX de Neruda? (Para escucharlos, pulsar >>> MASA y POEMA XX ).
10.-