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miércoles, 17 de octubre de 2012

LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (IV)


Bach / Scherchen: Ofrenda Musical (G. histórica, 1964)


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LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA



La construcción del poema (IV)

Cuatro.- La idoneidad

8.-

Según decía, todo autor gesta su obra con cierta ceguera y alguna iluminación: con visión y técnica. Lo intuido tiene que ser verbalizado con adecuación. Y para ello son imprescindibles dos criterios o divisas: expresar sustancias memorables y huir de la idolatría retórica.

Ni escribir como se habla, como pretendía Juan de Valdés (y hace tanto poetómano que apenas ha aprendido a farfullar), ni hablar como se escribe (que constituiría una jerga artificial y deshumanizada). Admitamos que el idioma poético es innumerable, indefinible e inclasificable, y el más difícil de aprender. No tiene normas precisas. En cualquier caso, solo una: debe buscar “el nombre exacto de las cosas”.

Juan Ramón Jiménez recoge esa inquietud con versos despojados, escribiendo como predica que hay que escribir: “¡Oh pasión de mi vida, poesía / desnuda…!”. Y en este  otro poema:

¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos,
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

Poco antes, el vanguardista Huidobro había publicado su “Poética” creacionista, en la que se mostraba, con otro signo, de igual contundencia en los mismos principios de escritura creadora, nomenclatura exacta y desnudez lírica:

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas. (…)  
Cuanto miren los ojos creado sea.  
El adjetivo, cuando no da vida, mata.  
¿Por qué cantáis la rosa, oh poetas!
Hacedla florecer en el poema!
El poeta es un pequeño dios.

Un “pequeño dios” que tiene que ganar su verbo con el sudor de ser hombre. Miguel Ángel dijo señalando una roca: “La estatua está ahí; solo hay que quitarle la piedra que le sobra”. Eso es: tallarlo como un diamante. Lo cual requiere el hallazgo de la idoneidad. Idoneidad entre concepto y expresión: y como son indivisibles, la tarea es ardua.

9.-

Me detengo un instante:

¿Cómo formularíamos nuestro “dolorido sentir”? ¿Qué verso escogeríamos:

la potestad esquiva del dolor
o
la esquiva potestad del sufrimiento?

¿Cuál es el verso idóneo? ¿Se alarga demasiado el primero hasta encontrar en cuarta sílaba su acento melódico? ¿Resulta más melodioso el segundo, con su fonética rítmica más próxima, en 2ª y 6ª? ¿Es más aceptable para el oído interior un verso llano que otro agudo ("dolor" / "sufrimiento")? ¿No aceptamos y asimilamos, en fin, de mejor modo lo que se nos dice de armoniosa manera? Ya los antiguos sabían de estas sutilezas del corazón y del cerebro: dice Horacio:

 beatus ille qui procul negotiis

y Garcilaso:
en tanto que de rosa y azucena

Sutilezas que no se improvisan, sino que las asimila el inconsciente poético hasta hacer compatibles y convertir en uno solo –aunque siempre hay retoques retocables- el trance y el intelecto, la verbalidad y su musicalidad. De modo que lo que se dice –válgame Perogrullo- es lo que se ha dicho / escrito. Quien carece de la “gracia” natural nada consigue por mucho “esfuerzo” que haga. Dicho de otro modo: el poeta se hace porque nace con los atributos para hacerse y porque rehace continuamente su poema: porque encuentra la idoneidad lírica entre lo que pretendía decir y lo que finalmente dice (siempre que ambas cosas sean categorías universales).

Creo que el error surge cuando quien escribe pretende frivolizar o literaturizar su escritura: porque la naturaleza del acto creador no se aviene con el artificio literario. La poesía no debe nacer del poeta ni para el poeta, sino de un ser humano ansioso por explicarse a sí mismo y descubrir su propio nombre íntimo y válido para otro ser humano; si bien luego debe venir el hombre sentidor y reflexivo a pulirlo como una efigie y convertirlo en arte. Incluso un poeta "social" como J. A. Goytisolo tiene en cuenta "el oficio del poeta":

                           Contemplar las palabras
                           sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura…

En fin: tras tanta introspección y búsqueda expresiva, queda lo que anota Salinas sobre el poema, en el que prefiere el Arte a la Naturaleza -en la vieja oposición entre imitatio y creatio-:

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.

Y sin embargo, todo ingrediente que parece imprescindible deja de serlo cuando el auténtico poeta habla al margen de las poéticas, o con ellas: ¿Existe un poema más idóneo en su concepción, plasmación y recepción que “Masa”, de César Vallejo o, en otro extremo, el poema XX de Neruda? (Para escucharlos, pulsar >>>   MASA y  POEMA XX ).

10.-

 Observemos la idoneidad en el siguiente texto:


LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (V)