Hay dos clases de autores: los que se venden y los que no tienen precio.
Hay dos clases de lectores: los que leen para enriquecer su existencia y los que leen para olvidarse de sí mismos.
Hay dos clases de críticos: los que se empeñan en encontrar similitudes entre autores y obras, y los obstinados en señalar sus diferencias. Mientras tanto, la obra vive su propia existencia, independizada de su autor, subyugando al lector y a pesar de los críticos.