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jueves, 18 de octubre de 2012

Historia de la Humanidad

Strawinski: El pájaro de fuego

Esta mañana he contemplado el páramo
y me he decidido a recordar 
al otro que yo fui:

Aquel hombre salió de la caverna y reunió a otros hombres en el llano. Entre todos aprendieron definitivamente que la mejor felicidad en un mundo de infelicidades es saber, conocer, comprender: porque sabiendo es más fácil elegir evitando el riesgo del error. 
Se alzaron academias, pensamientos, universidades. Y todo era concordia.
Pasaron los milenios y cambiaron las cosas. Incluso el corazón olvidó la alegría de la Naturaleza y quiso conquistarla para sentir la lujuria del poder y tener algo sobre lo que ejercitarlo. 
De ahí se pasó a poseer hombres. Para ello se idolatró la materia.
El proceso de aprendizaje y comprensión del mundo y la existencia derivó en oscuras estrategias.
Primero se potenciaron las tecnologías como si fueran dioses.
La enseñanza mató la educación cuando se desterraron las humanidades: entonces todas las circunstancias del hombre suplantaron sus esencias. 
Desaparecidos los estudios y conocimientos que muestran la concordia humana -los que enseñan al hombre a responder sus preguntas ante los enigmas y valores de la vida-, aparecieron especializaciones que no se sustentaban en un conocimiento raigal y comprensivo del mundo, la libertad y la responsabilidad. 
El que estudiaba el corazón apenas conocía los anhelos y fracasos que conforman su sustancia, y se limitaba a escudriñar sus tejidos. 
En el quirófano social los pacientes pasaron a ser considerados clientes. Las vocaciones fueron llamadas profesiones. El individuo se convirtió en masa; y esta, en carne de cañón. 
Algunos homo sapiens consiguieron rodearse de expertos en promesas y alcanzaron el poder más indigno. 
Y como fueron muchos los que, ante las turbulencias del vivir, se sentían esclavos del destino, adjuraron de su voluntad: crearon los tiranos. 
Fue entonces cuando se asomaron todos los infiernos. 

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