Esta mañana he contemplado el páramo
y me he decidido a recordar
al otro que yo fui:
Aquel hombre salió de la caverna y reunió a otros hombres en el llano. Entre todos aprendieron definitivamente que la mejor felicidad en un mundo de infelicidades es saber, conocer, comprender: porque sabiendo es más fácil elegir evitando el riesgo del error.
y me he decidido a recordar
al otro que yo fui:
Aquel hombre salió de la caverna y reunió a otros hombres en el llano. Entre todos aprendieron definitivamente que la mejor felicidad en un mundo de infelicidades es saber, conocer, comprender: porque sabiendo es más fácil elegir evitando el riesgo del error.
Se alzaron academias, pensamientos, universidades. Y todo era concordia.
Pasaron los milenios y cambiaron las cosas. Incluso el corazón olvidó la alegría de la Naturaleza y quiso conquistarla para sentir la lujuria del poder y tener algo sobre lo que ejercitarlo.
De ahí se pasó a poseer hombres. Para ello se idolatró la materia.
El proceso de aprendizaje y comprensión del mundo y la existencia derivó en oscuras estrategias.
Primero se potenciaron las tecnologías como si fueran dioses.
La enseñanza mató la educación cuando se desterraron las humanidades: entonces todas las circunstancias del hombre suplantaron sus esencias.
Desaparecidos los estudios y conocimientos que muestran la concordia humana -los que enseñan al hombre a responder sus preguntas ante los enigmas y valores de la vida-, aparecieron especializaciones que no se sustentaban en un conocimiento raigal y comprensivo del mundo, la libertad y la responsabilidad.
El que estudiaba el corazón apenas conocía los anhelos y fracasos que conforman su sustancia, y se limitaba a escudriñar sus tejidos.
En el quirófano social los pacientes pasaron a ser considerados clientes. Las vocaciones fueron llamadas profesiones. El individuo se convirtió en masa; y esta, en carne de cañón.
Desaparecidos los estudios y conocimientos que muestran la concordia humana -los que enseñan al hombre a responder sus preguntas ante los enigmas y valores de la vida-, aparecieron especializaciones que no se sustentaban en un conocimiento raigal y comprensivo del mundo, la libertad y la responsabilidad.
El que estudiaba el corazón apenas conocía los anhelos y fracasos que conforman su sustancia, y se limitaba a escudriñar sus tejidos.
En el quirófano social los pacientes pasaron a ser considerados clientes. Las vocaciones fueron llamadas profesiones. El individuo se convirtió en masa; y esta, en carne de cañón.
Algunos homo sapiens consiguieron rodearse de expertos en promesas y alcanzaron el poder más indigno.
Y como fueron muchos los que, ante las turbulencias del vivir, se sentían esclavos del destino, adjuraron de su voluntad: crearon los tiranos.
Y como fueron muchos los que, ante las turbulencias del vivir, se sentían esclavos del destino, adjuraron de su voluntad: crearon los tiranos.