Bach: Ofrenda Musical (grabación histórica)
La construcción del poema (III)
LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (I)
Tres: El proceso creador
6.-
¿Cómo surge el poema?
Hay autores que trazan de antemano un esbozo de lo que
van a escribir: tanto que solo tienen que ponerle palabras al pergeño. Otros
van a la caza y captura de metáforas, imágenes, visiones… incluso sin premeditación temática, a
ciegas, haciendo camino al andar. (Confieso que yo cuando escribo la primera
palabra no sé cuál va a ser la siguiente). Tan malo o bueno es un método como
otro si el proceso acaba con una implacable tachadura: sustituyendo,
pulimentando, jibarizando.
Un
poema precisa unos límites que pocos saben darle. Es fácil desatar la pluma y
dejar que diga lo que quiere. Lo difícil es contenerla y que en lo contenido
-en sus limitaciones- haya un mundo propio, emocional e intelectual, que sea
autónomo y renazca en el lector aunque no haya nacido para él.
Contra el dicho popular, el mayor
enemigo del poeta es la inspiración: el arrebato. Por eso Bécquer, siguiendo a Wordsworth,
afirma: “Cuando siento no escribo”. Quería que sus emociones reposaran para que
no se infiltrasen en su escritura desviaciones sentimentales o verborreicas. Lo cual nos dice definitivamente que es preciso domar
el "rebelde, mezquino idioma" hasta encontrar la adecuación expresiva
de lo que late en la mente: tensión, contención y armonía dictivas.
Antes, Poe había escrito en su Método
de composición: “La ejecución de un poema es una operación intelectual, no
un don de la musa”. Y basta recordar a Valery,
a Pound puliendo a Eliot, o las 200 versiones que Dylan Thomas hacía de muchos de sus
poemas para que no nos resulte extraño oír a León Felipe exhortar a la desnudez verbal: “deshaced ese verso,
quitadle los caireles …”. García Lorca
resume esa unión de irracionalidad y racionalización denominándolas simplemente
“gracia y esfuerzo”.
7.-
Acerquémonos a dos textos que nos hablan, de modo similar y
distinto, de la “inspiración” y su plasmación en la página:
A) -
La inspiración
Semejante a la fuerza
de la gravitación universal,
de súbito una voz me arrastra hasta el vacío
de la página en blanco.
No sé qué va a escribir mi pluma: lo hace
y el primer verso, la primera
palabra -que han nacido sin conciencia-
desconocen también qué otras palabras
y qué otros versos les sucederán.
Por más que oteo mi mente
o diviso el poema que se está engendrando,
un fantasma amanuense dicta y suma
sílabas y conceptos y emociones,
computa sentimientos, traza música
y, por fin, se detiene
como si la estrategia de su lírica
oculta y despiadada
hubiese dado fin y descansase.
Mi voluntad despierta entonces
y, dormido el fantasma,
tacho palabras, versos, pulimento
el sueño o pesadilla que ha dejado.
B) – Pulimentación
Primero es un rumor a un ritmo asido,
un aroma, una luz aprisionada
en la sombra, una hoguera dilatada
que asoma su fulgor desconocido.
Luego encuentra su música el sonido
en la frágil palabra revelada;
y la voz, caudalosa o mesurada,
la pluma ordena, pule y da sentido.
En la página hermosa y fatigada
alza la mano luz desde la bruma,
porfiando darle vida a cuanto nombra.
Quedan, bajo la herrumbre calcinada,
palabras sostenidas por la pluma
y sueños derribados en la sombra.
Los anteriores ejemplos, como míos, no son ejemplares, pero sirven para el propósito: aproximarnos al proceso creador en sus diferentes fases: la aparición de las tópicas musas y la ejecución de lo entrevisto en ese pequeño "trance". El mismo tema ha encontrado, en dos tiempos diferentes, dos cauces de distinta moldura: ritmos blancos, en el primer texto; un soneto, en el segundo. Expresiones como “gravitación”, “arrastra”, “fantasma amanuense”, “pulimento” -en el primer poema- y “fulgor desconocido”, “frágil palabra”, sueños derribados”… -en el segundo- muestran la lucha entre irracionalismo y racionalidad, duelo en el que incluso la “estrategia” está “oculta”. La materia lírica, oculta como un magma en las entrañas de la mente, brota como un géiser que debe ser canalizado y convertido en manantial.
Ninguno de los textos tiene la
adecuación precisa: visión y revisión de lo vislumbrado que deben concretarse
en la precisión de lo sentido a través de lo expresado. Difícil es esa
urdimbre. Y es que todo poema necesita encontrar la idoneidad: