En los años cincuenta alicantinos predominaba, junto al tema social (Manuel Molina, Ernesto Contreras...), el religioso, más eclesiástico que espiritual (Santiago Moreno, Vicente Ramos...). Fue Rafael Azuar (*) quien, con un espíritu proteico, más helenístico y sensual, juntó lo pagano y lo cristiano, el amor hogareño y el amor pánico a la existencia, tratando de conciliar a Dios con los dioses. Dios está en la Naturaleza, como se observa en el siguiente poema:
El título inicia una estampa del origen de la creación. 20 endecasílabos arromanzados -y no muy inspirados, pero sí algo deslabazados, como si el poema estuviera sin finiquitar- pretenden ilustrar el instante en que empezó el mundo: milagrosamente, una luz, "eco de Dios", intemporal, abisal y cegadora, como un "éxtasis de almendra", ilumina, creadora, los elementos arcillescos: "el arroyo, el árbol y la tierra".
Fiat lux
Rodeados de sombra luminosa,
de una luz que nos ciega y nos desvela,
inmensa luz desconocida, intacta,
que gira como rosa dulce y lenta ...
¿Desde cuándo, hasta dónde, la luz gira?
Y nadie puede ungirla, detenerla,
tocar su entraña de amorosos hilos,
desnudar en el aire su materia.
Eco de Dios que de los cielos vino,
abismo cegador que al alba llega.
Nunca fue una palabra obedecida
de tan hermosa y ejemplar manera.
De Su palabra al rayo un breve instante
generador de un éxtasis de almendra,
una mañana desde dentro y pura
que ignoraba su eterna primavera...
Y nada que rozar y nada en torno...
¡Solo la luz, sobre la nada inmensa!
Más tarde, la luz pura y detenida
sobre el arroyo, el árbol y la tierra.
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