Como puede observare -pero no oírse-, se silenció el discurso final de Chaplin, condenador de las dictaduras y exaltatorio de la democracia; con lo cual, las últimas palabras de la película se convierten en un canto al despotismo como panacea, que, unido a la música "mística" de Wagner, como una voz divina, sacraliza la cruzada generalísima.
He aquí tal discurso rescatado:
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