Visitas

Seguidores

martes, 18 de mayo de 2021

Poemas en Akra Leuka (XXXI) - Roberto Gómez Y Pérez


Dowland / Scholls: Entre las sombras

La muerte es el primer aldabonazo que llama la atención sobre una vida. El tiempo, ese tránsfuga de la existencia, nos ayuda a conocernos y a que nos conozcan tanto como a desconocernos y a que nos desconozcan. Y en ese conocimiento y reconocimiento, unos crecen ante los demás a través de los años, y otros se hacen merecedores del olvido. 


Muchos somos los que pasamos por la vida sin dejar nada a cambio de lo que ella nos da. No vemos bien hasta que ya es muy tarde. Otros, en cambio, muestran su cara sonriente y reparten entre sus conocidos lo mejor que encuentran de sí mismos. El dolor es el sentimiento que más une a los hombres, y el que los hace amarse a pesar de sus eventuales diferencias. 


Hace tres décadas, unos pocos amantes de las artes solíamos refugiar nuestros espíritus bohemios en El Barrio de Alicante, entonces plateado por la luna. Muchas veces la madrugada descendió las persianas de “La Naya” -aquella regentada por la siempre recordada Reme Perea-, dejándonos a nosotros dentro. En aquel interior lleno de ansias y humo, reducto de existencialistas buscadores del oro de las letras -también de impostores-, dije yo algunas palabras sobre uno de los primeros libros de Roberto Gómez, a modo de informal presentación iconoclasta ante algunos dipsómanos rebeldes. Años después tuve la oportunidad de editar dos de sus libros de poemas, en las colecciones Indicios Alimentando lluviasAntifonario y Los papeles del aire, si bien, aunque cargada de lirismo, su pluma prefería la prosa narrativa, que conformó títulos como La línea de luz. Todavía tuvo tiempo de ver los primeros ejemplares de su poemario El pabellón del alquimista


Alguien dirá que en alguna ocasión nos vio enfrentados levemente, sin astillas ni hachas en las manos; y es cierto: porque la amistad es la única virtud que permite estar en desacuerdo sin originar desencuentros. Pues si durante los últimos tiempos nos vimos pocas veces se debió más a mi condición de fugitivo del mundo que a su alegría de vivir a pesar de las adversidades. 


No voy a destacar la bondad de su obra, ni su particularidad en medio de los autores alicantinos, ni si debiera ser más o menos conocido del gran público. Eso lo dejo para quienes entienden la escritura como una carrera hacia el éxito. Sí destaco la dedicación y pasión de Roberto Gómez ante el hecho expresivo, la necesidad de liberar su espíritu con autobiografías emocionales, que son las únicas auténticas y las que dan valor sin precio a una escritura. En eso fue un guerrero, como lo fue contra la muerte, frente a la que nunca rindió su animoso talante a pesar de que, finalmente, aquella lo venciese en fiera y desigual batalla. 


Siempre individualista y firme en sus convicciones, llegó al cementerio acompañado de unos pocos amigos; allí se quedó, solo consigo mismo, con su muerte de 42 años sola y propia, debajo de la tierra y del sol que tanto amó, a las doce -no sé si en punto- de la mañana. Ahora nos quedan sus libros, como hojas de su prematuro otoño.

Estos son los cuatro fragmentos de su EstaDios de la luz que le inserté en el nº 9 de Algaria 0. La mirada fluctúa entre la inconcreción y la abstracción, la seriedad del oracionismo monjil y la incredulidad que desde el título muestra una simplista irreverencia ("EstaDios"), de manera que los versos son caprichosas linealidades de una prosa que ha huido de su forma renglónica.


1 
antes de nada y 
sin embargo 

su

undivaga revelación 
noche de hoyangas 


2
latiendo su pulso 
gozando entrañas de espuma 
hoy he visto romper las olas 
en el acantilado 
y he querido ser mar 
y he querido ser línea de horizonte
y he querido ser sol 
y he querido ser roca 
y he querido ser nada 


3 
escucha la voz de los monjes 
mientras ascienden la colina 
escucha sus pasos sobre la piedra 
mientras estalla una campana 
escucha su rasgo y su esfinge 
mientras el crepúsculo deletrea contraluz 
escucha el silencio la voz 
falsa iconografía de la penitencia 
de los monjes la voz la campana 
escucha 


4
la tarde 
el tronco de una higuera 
si estoy en el pasado 
y una ciudad de luces 
con alcazaba una ciudad 
y un niño desnudo 
-esplendor y miseria y el tiempo-
el tronco de una higuera 
abarcando la tarde 
si estoy en el pasado


INTRODUCCIÓN - Poemas en Akra Leuka

Poemas en Akra Leuka (I) M. Carmen Ramírez 

Poemas en Akra Leuka (II) Esther Abellán

Poemas en Akra Leuka (III) - Vicente Valls

Poemas en Akra Leuka (IV). Carlos Sahagún

Poemas en Akra Leuka (V) - Manuel Molina

Poemas en Akra Leuka (VI) - Luis T. Bonmatí

Poemas en Akra Leuka (VII) - Angélica Sevilla

Poemas en Akra Leuka (VIII) - Miguel Ruiz Martínez

Poemas en Akra Leuka (IX) José Luis Zerón

Poemas en Akra Leuka (X) - Tina Pastor

Poemas en Akra Leuka (XI) - José María de Mena

Poemas en Akra Leuka (XII) Mariano Sánchez Soler

Poemas en Akra Leuka (XIII) - Consuelo Jiménez de Cisneros

Poemas en Akra Leuka (XIV) - Carmelo S. García

Poemas en Akra Leuka (XV) - Diane Boucher

Poemas en Akra Leuka (XVI) - Miguel Ruiz Martínez (1957 - 2009) 

Poemas en Akra Leuka (XVI) - Helena Vilella Bas

Poemas en Akra Leuka (XVII) - Pedro Ramírez

Poemas en Akra Leuka (XVIII) - Francisco Mas-Magro y Magro

Poemas en Akra Leuka (XIX) - Clemencia Miró

Poemas en Akra Leuka (XX) - Josemanuel Ferrández Verdú

Poemas en Akra Leuka (XXI) - Pilar Duet André

Poemas en Akra Leuka (XXII) - Ángel Luis Prieto de Paula

Poemas en Akra Leuka (XXIII) - Diego Torres

No hay comentarios:

Publicar un comentario