Si te vas de mi vida me quedaré sin vida,
y si vives conmigo viviré para siempre.
Cuando pronuncio "siempre" hablo de plenitud,
de espacios sucesivos entre tu corazón
y el mío recorridos tan solo en un instante
en el que la materia se disuelve en espíritu;
hablo de claridad en la noche estrellada
en el que la materia se disuelve en espíritu;
hablo de claridad en la noche estrellada
y en la mañana diáfana, cuando los ojos cierran
sus párpados y el tiempo es un lago apacible,
infinito y estático: cuando los cuerpos yerguen
su clamor y se encuentran en la luz uno al otro,
habitantes de un mundo que solo ellos habitan
y llenan de esplendores: cuando los astros alzan
bajo el mar sus embrujos y el universo dicta
las leyes de la carne, materia única y causa
de todo cuanto un día, en sísmico estallido,
originó el edén al que aspiran los besos.
Si me sorben tus labios viviré para siempre.