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jueves, 9 de enero de 2025

SELECCIÖN 1900-1950 - Poesía en Alicante

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LA POESÍA EN ALICANTE (1950-1959)


 III SELECCIÖN

10.—«La pura voluntad, que no la pluma» (Lope de Vega).

Puesto que todo poeta desea escribir el gran poema, he escogido aquellos que se acercan más —se alejan menos— a este deseo, dejando de lado si eran representativos de una obra o de una tendencia.

Oda los falsos

Vosotros los ruines, los mediocres, 
los que tenéis el alma carcomida 
por los siete pecados capitales, 
sois dignos de este cuento.
En vuestras voces huecas resplandece 
el vinagre esquelético mugriento
de un mísero betún de grasa fría
para la piel esquiva del gusano.
Sois muertos sin nacer al sol radiante, 
hijos de nadie, padres sin especie, 
sombras sin apariencia, humo en polvo, 
desolados fantasmas sin sonido.
Por vosotros la tierra está podrida
del mineral estéril de la baba 
que va pringando el aire más reciente 
con su humedad de corcho renegado.
Por vosotros la sangre se desgarra
y se envenena el beso de la espiga
y la ceniza puebla las ciudades
donde el fuego el pájaro enmudecen.
Por vosotros, fachadas sin figura, 
cuerpos sin fondo, almas sin espíritu, 
se desmorona el mundo paso a paso 
un espacio mortal de indiferencia
donde nadie recuerde vuestros nombres.
donde nadie recuerde vuestros nombres.
donde nadie recuerde vuestros nombres.
escombro arruinado en la mentira.
Sois dignos de ocupar un trono hueco, 
un reinado polar de ciego frío,

(M. Molina: Versos en la calle, p. 10-11)


Hoy tengo un nuevo oficio
Junto al gorrión que salta en el asfalto 
me nace la esperanza, se remonta 
persiguiendo su vuelo incomprensible 
sobre andamios valientes,
sobre nuevos cementos y viejas siluetas, 
del caballo al tranvía desde el hombre 
dolorido a la novia que se inclina
con aire de ilusión sobre el muchacho.
Desmenuzado el corazón en trance 
cotidiano de hallar la primavera sobre los adoquines, 
siempre tengo un grito de ternura sobre el alma
y una canción de amor en cada brazo. 
Soy un sentimental que bruscamente
se ha despertado enamorado un día 
de esto hermoso terrible que es la vida. 
Esta vida aritmética y muy tierna,
y casi embrutecida casi dulce,
que brota como niña inconsecuente
que brota como niña inconsecuente
ante un hombre que ríe, sin recodos,
el último fracaso de sus lágrimas.

hasta anegar las aceras diarias
que llevan al taller y a la oficina,
hasta empapar el cine donde cada domingo 
nos sirven nuestra copa de ilusiones ajenas,
 hasta hacerse riada sollozante
en todas las alcobas donde muerden 
los hombres su dulzura v donde velan
a los muertos los niños desolados.

Y tejados rojizos. Y miradas
que sorprenden los ojos siempre abiertos.
Y tejados rojizos. Y miradas
que sorprenden los ojos siempre abiertos.
manos apretadas sobre rostros herméticos 
llamando a la esperanza como cosa imposible.
palabras muy tenues junto a labios mojados. 
Y risas restallantes. Y mujeres que entregan 
una esperanza nueva entre alaridos.
(No intentéis sobornarme.
Yo soy sólo un poeta. Pero sé dónde hiede
la vida y es amargo vivir entre los hombres. 
la vida y es amargo vivir entre los hombres. 
Sé dónde se repite, como un ritmo, la muerte, 
y dónde la ternura
se suicida de pronto sin dar explicaciones.
Siento decepcionaros. Pero hoy tengo
recién nacida el alma la voz como 
un tallo que no quiere morir, que está dispuesto
a florecer en mayo, tercamente.
Aún sigo enamorado.
Me invento los motivos, pero cumplo mi empeño
de amar a todas horas la vida que nos llega
por todos los suburbios por todas las calles).
Ahora ofrezco
mi voz riente dolorosa de hombre 
dispuesto a repetirse en las acacias
y en la lluvia más fría en el aire
más común 
más común más libre.
(¿Lo veis? Hoy me he ganado a pulso un nuevo oficio:
(¿Lo veis? Hoy me he ganado a pulso un nuevo oficio:
 amar sin vacaciones).

(E. Contreras, p. 57-59) (*) En el original se lee hoy: corrijo por evidente errata.


Ángel humano

DEJEMOS en el sueño a los Ángeles celestes. 
Ellos, sobre el puro cristal de sus espejos, 
arrullados por azucenas misterios,
navegan lluvias de oro que el sol imita.
navegan lluvias de oro que el sol imita.
No hablo de los blancos espíritus diáfanos, 
surcando mares de seda.
Tampoco, aunque más cercanos, nombro 
a los jóvenes amantes,
ni a sus palacios con brillo de luna, 
ni a sus azules llamas perfumadas.
Yo os digo: entrad. Entremos todos,
con los altos sentidos bien abiertos,
por ese otro aroma de las calles en silencio, 
de las huellas animales, claras en silencio.
Dejad el alma que os siga transparente,
y limpiad el corazón de sus largas noches.
Un olor unos leños ardiendo;
una mano que tierra huele;
un pan cocido con míseras cosechas.
Un murmullo. Un beso profundo: 
también los pobres se besan.
Y son otros rayos
y otros cuerpos minerales.
Hay un niño que brota de la noche:
un ángel de sangre derriba las paredes.
un ángel de sangre derriba las paredes.

(V. Ramos: Elegías de Guadalest, p. 22-23)

Fuga


Rebasaré mi voz; no quiero hablarte,
sí salirme de mí, rozar tu orla
para probar tu espuma desatada, 
deshecha tú por el espacio, hirviendo, 
acumulada en libertad hondísima, 
blanca de sal y de ansiedad, tonante 
como el labio del mar. Me voy saliendo 
de mi cauce, mi límite sonoro,
rota mi cárcel de quietud. La rompe
mi voluntad de ser en el silencio,
de no ser ya de mí ni en mi contomo 
ser sino imposible, desposeído 
de morada y norma,
de horizonte tenaz, como increado.
Como increado, como sombra oculta
sin yugo de la luz que la limite
de horizonte tenaz, como increado.
Como increado, como sombra oculta
sin yugo de la luz que la limite
a medida y tránsito la exalte.
Posible sólo de tu hallazgo, huido
del contenido exacto al continente
donde pueda encontrarte sin recuerdo,
donde ya prodigiosamente exista.
Y exista sobre ti, 
Posible sólo de tu hallazgo, huido
del contenido exacto al continente
donde pueda encontrarte sin recuerdo,
donde ya prodigiosamente exista.
Y exista sobre ti, por ti, vertiéndome
como cielo en tu piel, ala intangible,
a compás de tu ritmo en los instantes, 
como cielo en tu piel, ala intangible,
a compás de tu ritmo en los instantes,
a compás de tu paso y tus estrellas.
Yo, perdido mi yo, tuyo e inmenso,
Yo, perdido mi yo, tuyo e inmenso,
campo de tu mirada insostenida,
borde de tu constancia e inminencia,
vasto temor, abismo, fuente magna
o rutilante océáno que surcan
naves de fuerza y esperanza, vida,
fuego veloz en flor 
vasto temor, abismo, fuente magna
o rutilante océáno que surcan
naves de fuerza y esperanza, vida,
fuego veloz en flor hacia la muerte.
Así borrar de mi palabra el surco
Así borrar de mi palabra el surco
recobrar tu orilla en el milagro,
volver al antes del origen, patria
de donde fuera en ecos impelido.
Y así, vuelto al silencio, poseerte,
escapar a mi ausencia, liberarme
donde confluyas tú, donde refluyas.
Y ser contigo siempre, todo, nunca, nada.
volver al antes del origen, patria
de donde fuera en ecos impelido.
Y así, vuelto al silencio, poseerte,
escapar a mi ausencia, liberarme
donde confluyas tú, donde refluyas.
Y ser contigo siempre, todo, nunca, nada.

(S. Moreno, p. 28-29)


La oración del oriente

Tú lo sabes, Señor, cómo te quiero 
cuando estás mimbral y perspectiva 
y es de talco el laminar de versos. 
Te vi, Señor, cereza estabas,
en la blenda, en la aurora y el almendro;
 qué gozo estabas y qué trigo;
estabas regañado de evangelios.
Te vi, Señor, soltabas liebres
alondras de vidrio alfarero;
eras de pan, de pan de Marta;
y eras un lienzo entre mis dedos.

Y estabas tan Claudio en el terrado; 
estabas tan ciego entre los perros; 
y estabas de lilas,
estabas de Enero.
Te vi, Señor, eras de humo,
en el alba, en el pan, en los senderos... 
Te vi cuando volvías —atajo por el aire—
con prisa son escarcha, en el sombrero.

(F. Navarro, Alcalá)

una diamela

Mejor que estar prendida en verde rama
o recibiendo el llanto de una nube,
—tan diminuta estrella en nieve pura, 
pequeño mundo en flor, tenso el aroma—
lleva a sus labios esa dulce gota
que ha de venir después al labio mío.
En esta noche que en su pecho duermes, 
En esta noche que en su pecho duermes, 
transmite mi mensaje a su silencio... 
Siente el calor y el palpitar humano,
no importa que tu vida sea breve
si conociste ya su leve mano.

(C. Miró, p. 85)

Estás aquí, conmigo

Estás aquí, conmigo, 
corazón de por medio, 
llamándome, llamándote 
con la voz del silencio.
estás quí, entre todos, 
amigo de lo nuestro, 
cotidiana presencia
que vivo, que defiendo.
Cercada de ti mismo,
si voy a mí te encuentro. 
Ya no puedo evadirme 
de mí, de ti, en el tiempo.
No puedo desligarme
del lazo que me tiendo
—me tiendes—porque somos 
los dos un mismo centro.
Que estoy aquí, contigo, 
corazón de por medio,
y estás conmigo, aquí, c
eñidamente dentro.

(T. Mercader, p. 95)

Fiat lux

Rodeados de sombra luminosa,
de una luz que nos ciega nos desvela, 
inmensa luz desconocida, intacta,
que gira como rosa, dulce y lenta... ¿
Desde cuándo, hasta dónde, la luz gira? 
Y nadie puede ungirla, detenerla,
tocar su entraña de amorosos hilos, 
desnudar en el aire su materia.
Eco de Dios que de los cielos vino, 
Eco de Dios que de los cielos vino, 
abismo cegador que al alba llega.
Nunca fue una palabra obedecida
de tan hermosa y ejemplar manera.
De Su palabra al rayo, un breve instante 
generador de un éxtasis de almendra, 
una mañana desde dentro pura
que ignoraba su eterna primavera...
nada que rozar y nada en tomo...
¡Sólo la luz, sobre la nada inmensa!
Más tarde, la luz pura y detenida
sobre el arroyo, el árbol 
sobre el arroyo, el árbol la tierra.

(R. Azuar, p. 70)


Poema final

La luz, la hermosa luz de los sembrados 
por donde pasó lento, melancólico,
es hoy tan clara que el silencio grita 
estallando de amor...Camino solo
desde hace siglos, solo con mi angustia
dulcísima de ser, de amarlo todo
 —luna, murmullo, pájaro, delicia...—
Y ahora la luz me llega a lo más hondo.
Un ansia de vivir, tras el silencio
de la noche pasada, gira en tomo
de mi canción, y me traspasa el alma 
de la noche pasada, gira en tomo
de mi canción, y me traspasa el alma 
con un acongojado, ardiente gozo.
Llevo ya siglos de camino, llevo
muchos siglos de amor sobre los hombros. 
muchos siglos de amor sobre los hombros. 

Pero en estos instantes de hermosura
no sé si soy el mismo o si soy otro
que no conoce más que la nostalgia
de lo que ya perdió...
de lo que ya perdió...
de lo que ya perdió...
del aire nuevo, el agua del arroyo,
los árboles, la escarcha, aquella nube 

Yo solo, con mi angustia con mi gozo. 
Camino solo.
(La flor sin marchitarse, la caricia
que ocultaba el vuelo limpio de las aves, 
pueblan de luz la noche de mi asombro).
Camino solo hace ya siglos.
Ahora la luz se yergue de los campos, 
ahora la luz me llega a lo más hondo.

(J.L. Gorgé, p. 41-42)

Soneto a la esposa

Eres raíz de la ternura, esposa,
del árbol de mi sangre. Con tu aliento 
sube a mi amor, mis ramas mi viento 
una dulzura nueva prodigiosa.
Va ti mi corazón como a una rosa
de cuyo néctar libo mi alimento
y amo en ti a Dios, porque al amarte siento 
de cuyo néctar libo mi alimento
y amo en ti a Dios, porque al amarte siento 
Su Bondad en la tuya caudalosa.
Cosciente de mi amor y mi ventura, 
gozo de contemplarte y de tenerte 
ya para siempre a mi querer unida,
que, por ansiar la eternidad segura,
con nuestro amor frutal, sobre la muerte, 
con nuestro amor frutal, sobre la muerte, 
hemos tendido un puente hacia la vida.

(V. Mojica, p. 14)

Cuerpo desnudo

... muchas veces me pregunto que hacíamo stú yo antes de queremos...
John Dorme.

vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro 
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir Dios.
No sé qué hacer, dónde ponerme
la tristeza mortal, cómo decirte
que llevo en la mirada reflejado tu pecho,
y los brazos me caen, como en derribo,
al verte aquí, a mi lado, morena, lejos siempre. 
y los brazos me caen, como en derribo,
al verte aquí, a mi lado, morena, lejos siempre. 
Voy hacia ti como hacia el mar, despliego
las velas, ay, las alas 
las velas, ay, las alas de mi infancia,
veloz mi corazón cruza la arena,
se me dobla el dolor, te miro
toda de agua navegable, toda
pequeña,
como 
veloz mi corazón cruza la arena,
se me dobla el dolor, te miro
toda de agua navegable, toda
pequeña,
como una estrella húmeda y parada.
Rodeado de naranjos, asombrándome
de ver los pájaros de oro,
era yo niño, comí
pan duro entre las manos vivas de mi madre,
y los zapatos rotos me hacían sentir la tierra,
mientras la tierra iba levantándome a hombre sin remedio
y los zapatos rotos me hacían sentir la tierra,
mientras la tierra iba levantándome a hombre sin remedio.
Quisiera haberte visto entonces, cuando 
las calles bombardeadas. Ven,
dame la mano, sube
conmigo al monte negro de la pena. 
Dame la mano, dime
si he de morir, si voy a ser eterno,
déjame repartirte como un pan por mis brazos.
Pero qué importa, ya qué importa,
ya para qué acordarme, si hoy te quedas
 desnuda, blanca, inmóvil,
si hoy has crecido tanto
que olvido 
que olvido rompo aquella infancia de humo 
y voy a ti en silencio como un rayo de luz.

(C. Sahagún, Profecías, p. 42-43).

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