Amar para cumplirnos; amar para ser en el otro, la otra. Amar para perpetuarnos física y síquicamente. Cuántos amores han pretendido fundirse en un beso y cuántos besos han sido la catapulta hacia el sueño de la transfiguración -o la pesadilla del desengaño-. He aquí algunos amantes que intentaron sobreponerse al mausoleo (o así los sentí, quizá para mitigar mi aventura del pájaro en la bóveda):
Catálogo de pájaros
Tuvo Dante a Beatriz, Petrarca a Laura,
Garcilaso a Isabel, y Lope a Filis.
Amó a Lisi Quevedo, Herrera a Luz,
Catulo a Lesbia, y a Corina, Ovidio.
Cervantes le dio vida a Dulcinea
y Larra cantó a Armijo.
Envió Brahms a Clara partituras
y Tediato resucitó a María.
Por las anchas praderas del dolor
fueron Lautrec, y Poe,
Hölderlin y Novalis, y Espronceda,
y tantos corazones devastados.
Bien pudiera haber sido la escritura
mi destino:
pero eres tú, mi Oniria, quien entró
y saqueó mi corazón a sangre y
fuego.
¡Cuántos besos existen porque fueron
palabras más que bocas encendidas!
Todos nacen en ti y en mí
y somos su esperanza
porque en nosotros vuelven a besarse.
No es mucho que sus vidas nos den vida
pues tanto en ellos se gestó la muerte.
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