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lunes, 29 de diciembre de 2014

Orígenes del arte: sentir contra la muerte

Mozart: Sinfonía "Júpiter"

¿Somos idólatras de nosotros mismos, hay demasiados cadáveres encuadernados que no saben ver la vida de la palabra acertada y cierta? 
       Es terrible saber que probablemente somos un cero a la izquierda en el presente y en la Historia: que vamos a quedar como un error entre dos fechas inscritas en la lápida final. 
     Todos necesitamos sentirnos solidarios con el hombre, con los hombres, y con la humanidad. Claro está que “algo hay que hacer mientras la muerte llega”. Unos salvan vidas, otros descubren técnicas…; otros no tenemos más que algunas palabras arrancadas de nuestra experiencia vital y lectora. Y a ellas encomendamos nuestras preguntas y respuestas, nuestra identidad y solidaridad con el hombre, nuestra breve salvación, impuesta por el instinto de supervivencia. Aunque suele ocurrir que lo que pretendemos expresar está muy lejos de ser expresado sabiamente, lo que nos asfixia entre impotencias.
Lo anterior supone una concepción fatalista del vivir. Pero El Bosco, Brueghel, Durero, Schumann, Mussorgsky, Dostoiesky y Etc hacen que mi exageración sea poco hiberbólica si digo que el mundo es un monstruoso ser ensimismado en su propio dolor. Tanto que a veces hay que luchar para no dejarse morir:

                 He aquí la heroicidad
                 que hace del hombre un dios: 
                 saber que ha de morir y sin embargo
                 no dejarse vencer por el suicidio.

A tal existencialismo oponemos la racionalidad, la filosofía. ¿Y qué son las filosofías -por ejemplo, las consolatorias de EpicuroSéneca o Schopenhauer- sino un intento de calmar la conciencia herida, el "dolorido sentir" de Garcilaso? Si la Historia muestra nuestra identidad de seres sintientes y pensantes en continua lucha y autodepredación, la filosofía pretende hacernos amigos de la vida aunque esta, por su caducidad, sea nuestro enemigo. Supone la búsqueda de “una razón para seguir viviendo”: y todos estamos condenados a ello-. Algunos, como he dicho, encuentran esa razón, o ese consuelo, en el alejamiento del mundo y el adentramiento en el arte.