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sábado, 6 de diciembre de 2014

No dejarás de amar

The Shadows: Sonámbulos

Los únicos que nunca nos abandonan son aquellos que jamás nos han acompañado. También quienes nos aman de verdad. Pero estos no existen. 
     Quienes tachen de derrotismo esta afirmación lean, sin más, el capítulo de 1984, de Orwell, en el que El Gran Hermano tortura a Winston en la habitación 101 y este acaba, para evitar su horror, deseándoselo a su amada Julia. 
     Tal vez, como excepción, sean los padres quienes siempre acompañan, aunque suelen morir antes que nosotros. Y, además, esa incomparable compañía no es suficiente para acallar el grito de la íntima soledad.
     Tal vez por eso todos buscamos ser alguien para alguien, y nos invade la melancolía cuando nos sentimos nadie para todos. 
     Tal vez, también por eso, el Amor de quien nada nos debe -y no nos necesitaba antes de amarnos- es la más codiciada de las criaturas de este mundo. Cuando somos amados sentimos que el universo entero nos está gritando: También tú existes; yo sin ti no existiría. Tu existencia me otorga identidad.
     Tal vez por eso, incluso quien se ve obligado a odiar, no puede dejar de amar.
   Por eso, y sin tal vez, Dante termina su Commedia afirmando que es el amor el que mueve las estrellas.