La tradición es un camino que anda.
La tradición es un ejército de milenarios argonautas en busca del vellocino de oro intemporal. En ese caminar encuentra obstáculos expresivos que salva con los experimentalismos y "vanguardias".
El verdadero autor traslada lo esencial del ser humano a la palabra sabia para que esta reproduzca su contenido en el lector. Y le añade siquiera una pulgada metafísica a tal carrera de relevos.
A tal fin lleva a cabo una introspección descarnatoria de sí mismo y de cuanto le rodea. Su meta es hallar el centro inmarchitable de la cosas para regarlo con palabras que den vida a quienes vengan tras él.
La pluma sabia es sentidora, reflexiva, implacable: un árbol cuyas raíces se sustentan en las entrañas del hombre y cuyos frutos son para la humanidad.
Sin embargo: El yo artístico actual, por coyuntural, es un tráfago de frivolidades: y lo que cae en el poema -el pentagrama, el lienzo- es una hoja marchita de innúmeros arbustos.
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